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CFK: “Yo soy del Pueblo y de ahí no me muevo”

A veinte años de la asunción presidencial de Néstor Kirchner, otro 25 de mayo, donde también se conmemora el de 1810 y mientras la Corte Suprema proscribe a Cristina Fernández de Kirchner. Para colmo, llueve. Se esperaba un discurso que definiera una estrategia política, en medio del crecimiento de la derecha y el constante hostigamiento mediático al modelo de justicia social. Y para colmo, llueve. Quince treinta, por fin dejó de caer agua, justo cuando la vice presidenta subío al escenario.

“Ya no llueve, y yo que quería ser una figurita de Billiken”, exclamó la Vicepresidenta, al inicio del discurso. Desde todos los puntos geográficos, de todo el país, una manifestación de afecto federal, pero también un homenaje federal, se extiendió por toda la plaza, por las diagonales, por las calles internas de la Ciudad de Buenos Aires. Hay un ejercicio de la memoria. El recuerdo de Néstor Kirchner y su llegada al gobierno en 2003 entremezclado con el pedido, casi una súplica, de ver a Cristina encabezando las listas electorales.    

Néstor llegó como un desconocido, un gobernador del sur que no tenía amplio reconocimiento en el electorado. Llegó al ballotage con Menem. Ganó con el veintidós por ciento de los votos. Desde allí, desde la impopularidad de los números supo construir un movimiento social y político capaz de conquistar (y re-conquistar, porque el peronismo después de Menem era una cueva de corruptos sin interés en la política como herramienta de cambio) las bases populares y un enorme sector de la clase media. “Cuando él llegó el Estado era así de chiquitito. La deuda externa que habían dejado era así de grande”, recordó CFK. Y siguió: “Kirchner era un simple abogado como yo, pero fuimos los kukas los que pagamos los depósitos a plazo fijo con el Boden 12, el bono que se le entregó a cada uno de los que cuando fueron a buscar los dólares y los pesos a los bancos no estaban. Reestructuró la deuda contra viento y marea, logrando la quita de capital e intereses más importante de la que se tenga memoria”.

El discurso se movió como los estandartes en el viento. Y hubo estandartes de todos los colores, de todos los espacios políticos, de todos los actores sociales. Se movían de un lado a otro como lo hace el eje del discurso. Entonces, Cristina deja el recuerdo y se dispone a establecer lo imprescindible: “Es necesario construir organización, profundidad territorial de la organización, profundidad sectorial en los sindicatos, en las fábricas. Una sola persona no puede. Tiene que haber una organización, tiene que haber cuadros que tomen la posta y lleven adelante el programa de gobierno que necesita la Argentina”. Y poco a poco comenzó a descubrirse un mandato: “No es pecado pagar buenos salarios, al contrario, es de buenos cristianos. Necesitamos una alianza entre lo público y lo privado. Para distribuir el ingreso muchas veces hay que ponerle carita fea a los que tienen mucho. Yo soy del Pueblo y de ahí no me muevo.”

La lluvia apareció, otra vez, con intensidad, y nunca se escuchó un silencio tan profundo en una multitud tan vasta como cuando la voz de CFK, pletórica de conceptos, retomó tras cada pausa el discurso. Siguió el turno de la deuda contraída: “Fue un préstamo político y político tiene que ser también la solución. En todo caso, que lo aten a un porcentaje de las exportaciones, pero que dejen de clausurar la industrialización y transformarnos en un país nada más de materias primas”.

Hubo aplausos. Siempre aplausos, aún bajo la lluvia, copiosa e incesante. Bajo la lluvia, también, se esperaba la mención a la Corte Suprema, la misma que toma decisiones políticas, aunque no le corresponda: “Esta Justicia es indigna. La Corte actual es un mamarracho indigno. No podemos seguir con la rémora monárquica judicial”.

Cuando el discurso va llegando a su fin, todavía se aguarda por los nombramientos. ¿Quién es el candidato o la candidata de Cristina si ella no es candidata? CFK, dice: “Quiero, finalmente, convocarlos a todos y a todas para que cada uno en su lugar de estudio, de trabajo, en la calle, en el bondi, en el subte o en la bici, cuente y permita que (se conozca) este entramado de desinformación en cuanto a los verdaderos responsables de la situación que vive la Argentina en materia de endeudamiento, de falta de dólares, de corridas, que tantas veces han asolado a la República. Que esta vez la gente pueda decidir con claridad, pero sobre todo con información. Por eso esto no es tarea de una persona, es tarea militante, basta de pedirle al otro que haga cosas que nosotros no estamos dispuestos a hacer, hay que romperse lo que hay que romperse y lo tienen que hacer todos y todas”.

Entonces ¿No hay candidato, no hay candidata? Algo queda bien claro y es la necesidad de un programa de gobierno, de un plan para volver a esperanzar al pueblo. “Argentina necesita imperiosamente tres o cuatro ejes sobre los que desarrollar ese programa. El primero, y en esto quiero dirigirme no solamente a los que piensan como yo: si nosotros los argentinos y argentinas no logramos que ese programa que el FMI impone a todos sus deudores sea dejado de lado y se nos permita elaborar un programa propio de crecimiento, de industrialización, de innovación tecnológica, va a ser imposible pagarlo por más que digan lo que digan”.

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