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Morirse no es gratis

No todos los muertos pueden pagarse la muerte, porque morir no es gratis. Pensar los trayectos post mortuorios vinculados a la clase social y los factores económicos nos dice que tanto en la vida como en la muerte hay estamentos y jerarquías. Tampoco somos iguales una vez que fallecemos. Usted se muere, no importa si fue una muerte tranquila, una tragedia memorable o un drama lento y agónico, son $600.000 para empezar hablar.

En este, como en tantos otros casos, el mercado no se regula solo y ante la precariedad económica el Estado debe intervenir. Según la Ley orgánica de Municipalidades, Capítulo VI,  artículo 127, inciso 21: los “derechos de control sanitario de los entierros, el producido de la venta de sepulturas y terrenos en los cementerios municipales y la inhumación de cadáveres” son responsabilidad de cada municipio.

“En la actualidad,  los servicios básicos que son sólo el traslado, el ataúd y el ingreso al cementerio rondan los $600.000 pero rápido trepan hasta casi $1.000.000, haciendo imposible para muchas familias poder cubrirlo”, aseguran desde Acción Social, Municipio de San Martín, Provincia de Buenos Aires. A su vez, informan que para fines de este año, la intervención del gobierno distrital en estas situaciones, ya sea para familias o individuos, se habrá incrementado entre un 20 y 30 por ciento con respecto al año anterior.

“No es sólo la capacidad económica de quienes rodean al muerto- advierte Silvia Carlini Comerci, antropóloga del CONICET- sino también la posibilidad en vida del fallecido de haber contado con seguro u obra social que pueda acarrear los gastos de su inhumación. Si la persona poseía cobertura, el fallecimiento gozará de una burocracia ordenada, sin demasiados tropiezos. Asimismo, si la familia cuenta con los recursos económicos necesarios, aunque no posea cobertura, los gastos relacionados al entierro podrán ser solventados”.

En cambio, si no existe ninguna de estas posibilidades, pregunta, “¿podemos pensar la muerte de manera aislada a la economía? Claramente no”. Y aclara, “los factores económicos se encuentran estrechamente ligados a las estructuras de cada sociedad. Estas estructuras son dinámicas y se reconstruyen constantemente dependiendo el contexto político histórico que atraviesan. Es decir, si existe la posibilidad de ascenso social, existe una mejora en la calidad de vida, y el morir es otro”.

El salario (salario mínimo vital y móvil) y la jubilación mínima en Argentina, actualmente, promedian $250.000. Solamente una corona de flores tiene un costo de $100.000. La tira, una estructura de bordes de mármol y con granito naturales que se coloca sobre la tumba de tierra, ya sea con lápida o cruz de mármol y placa grabada (una delgada lámina de bronce con nombre y fecha) $350.000, presupuesto básico; dependiendo del ornamento asciende a más de $1.000.000.

En el cementerio de San Martín, desde hace varios años, las cruces de madera han ido en aumento. Esas cruces suelen colocarse para ser reemplazadas, en un breve tiempo, por un monumento resistente a las adversidades del clima. Actualmente, el costo de una cruz de mármol es de $100.000.

Por otro lado, Carlini Comerci, comenta que sucede lo mismo en torno a las formas de ritualizar, visibilizar -o no- a la muerte. “¿Qué pasa si ese muerto no tiene a nadie, o quienes quedan no tienen nada? Es así como el morir y su homenaje puede escenificarse en el suntuoso desfile de un rey muerto, con calles adornadas y caravanas multitudinarias, o la soledad de un indigente fallecido en la calle, en mitad de la noche, como se suele acostumbrar en el invierno”.

No todos somos iguales ante la muerte, aunque todos vayamos, finalmente, al mismo lugar.

Fotos: Facundo Nívolo

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