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APACIL: 40 AÑOS DEL PRIMER TALLER PROTEGIDO DE LA ARGENTINA

La Asociación de Padres para la Capacitación Laboral, Integración y Ayuda Mutua (APACIL) cumplió 40 años. El taller protegido que da trabajo a veintiséis personas con discapacidades mentales se encuentra hoy en Villa Adelina y tiene cuarenta años de historia.

En el garage hay una mesa grande para los y las invitadas, en frente: una exhibición de los trabajos navideños para que, quién quiera, pueda comprar un recuerdo.Hoy todos y todas están celebrando, pero el camino fue difícil. Mientras la gente llega a la celebración nos acomodamos con una de los tres fundadoras de APACIL: María Elena Aquino, Gladys Alvarez de Saleño y Ramón Antonio Valenzuela.

El primer taller protegido en la Argentina

APACIL nació en 1983 como una mutual sin fines de lucro cuando los padres y madres de algunos de los chicos que se egresaron de la escuela laboral, y no tenían donde ir, se juntaron y comenzaron el proyecto en el Colegio Don Bosco de San Isidro, donde los sacerdotes les prestaban un espacio. 

“Cuando nos inscribimos, en el ’83, fuimos la primera mutual que se inscribió. Empezamos haciendo rifas y eventos en todos lados para recaudar dinero. Los médicos del Hospital de San Isidro también nos ayudaron un montón”, comenta María. Gracias a esos primeros años pudieron comprar la primera propiedad en la calle Thames, en San Isidro, donde funcionó el taller hasta que recibieron una oferta de compra. “Como era un terreno muy grande querían comprar todo para hacer departamentos. A nosotros nos vino bien porque ya Thames era una calle muy transitada y los chicos eran más chicos y era peligrosa la avenida. Así que ahí buscamos otro lugar por la zona y llegamos acá”.

Hoy APACIL tiene su taller frente al Golf de Villa Adelina, sobre la calle José María Moreno. Adelante, en lo que era la casa, hay una cocina, la oficina de la terapeuta, la oficina general y un garage que, en el aniversario, funciona como comedor para los y las invitadas. En el patio de atrás hay una cocina gigante con tres hornos. Las pizzas se están haciendo, las empanadas están casi listas. Arriba se desarrollan los talleres. Sobre las tres mesas se pueden ver los trabajos que están llevando adelante ahora: bolsas de polietileno, artesanías como: alfombras, velas, escobillones, corchos, pinturas, cerámica y retazos de tela. En todos los ambientes los y las chicas visten con ambo azul, su ropa de trabajo, se desenvuelven y pasean mostrando a sus familias lo que hicieron para el aniversario. 

APACIL trabaja con empresas y lo que hacen se vende también desde el mismo taller; también hacen repartos de comida cuando tienen ese tipo de pedidos. Además de esa entrada de dinero tienen ayuda del Municipio de San Isidro y del Ministerio de Acción Social de La Plata. Los chicos reciben un peculio de Nación y de Provincia, así como también una bonificación, en junio y diciembre, que les hacen desde la Asociación por el trabajo que realizan hacia terceros desde el taller.

El taller tiene una terapista ocupacional que es la que organiza, según la discapacidad de cada chico, que puesto puede llevar adelante, aunque los talleres son rotativos. “Les hacemos aprender de todo, saben lavar, limpiar, todo; el trabajo va rotando y todos saben hacer todo”, afirma María. Como los chicos pasan parte de la mañana hasta después del mediodía en el taller ahí también desayunan y almuerzan y, si tienen talleres por la tarde, meriendan también. 

Durante la pandemia, además, pudieron conseguir mercadería y la junta directiva hacía bolsas grandes con todos los productos necesarios para que los padres pasaran a buscar por el taller y que a los chicos no les faltara comida. 

“Lo único que se abona acá son las cuotas sociales, que pagan los padres”, afirma María. Aparte de la inserción laboral de los y las chicas que están en la Asociación, APACIL también le brinda información a sus padres. “El otro día, por ejemplo, acá explicamos en una reunión que los que tienen auto si tienen certificado de discapacidad tienen el beneficio de no pagar la patente, o que no pagan el peaje o el beneficio del estacionamiento… hay muchos padres que no saben, entonces también está bueno informarles y que sepan”.

Mientras María nos cuenta la historia, al mismo tiempo que nos muestra el taller, las familias van llegando y todos se saludan con grandes sonrisas y abrazos. Las mesas ya están dispuestas con vasos y jugos y gaseosas para compartir. “Es una satisfacción haber llegado hasta aquí y los chicos se sienten en su casa, es un taller familiar porque ellos se conocen de toda la vida; primero porque fueron casi todos a la escuela juntos -porque esa época no había tanto- y después se juntaron y a partir de ahí estuvieron juntos siempre”. 

40 años de historia

Son las doce en punto del mediodía y antes de que la comida llegue a la mesa, Gladys Saleño, otra de las fundadoras, se prepara para leer el documento oficial. Empieza agradeciendo a los y las presentes, así como a los tres representantes del nuevo intendente de San Isidro, Ramón Lanús, que asistieron al aniversario de APACIL. 

“Festejamos cuarenta años de existencia legal en el partido de San Isidro. Unos años antes habíamos comenzado con el Taller Protegido al quedar nuestros hijos fuera del sistema educativo oficial. Rápidamente atendimos jóvenes no sólo de San Isidro si no también de distritos cercanos y hasta de Capital Federal. Poco a poco pudimos comprar un pequeño lugar y crecer con la ayuda del intendente Melchor José y el trabajo que realizamos los padres los sábados y domingos vendiendo tortas en la puerta de las iglesias y en los patios de los edificios donde nos autorizaban a poner una mesita con los productos. Así crecimos y finalmente nos ubicamos en la calle Thames”.

Gladys lee tranquila con la hoja en mano mientras el resto la escucha atentamente. Es difícil resumir la historia de APACIL, pero el repaso es necesario.

“Años después pudimos comprar un lugar en Ingeniero Maschwitz destinado a ser el lugar de recreación para los operarios, en primera instancia, y hogar, en la medida de las necesidades de nuestros operarios. Y esperamos tener pronto la habilitación”. En ese nuevo hogar funciona hoy una huerta que llevan adelante los chicos con la ayuda de la ingeniera agrónoma Marcela Blind.

Gladys le agradeció a los padres, amigos y benefactores por la colaboración permanente con el taller y también a la primera junta directiva que tuvo APACIL. Cuando termina de leer, los presentes aplauden y los chicos empiezan a llegar con pizzas, sandwiches y empanadas para el almuerzo.

Antes de finalizar María nos recuerda: “Todo esto lo hicimos a pulmón y luchando mucho porque en estos años muchos talleres se cerraron y nosotros aún subsistimos, y no sé hasta cuando porque hoy como dice Milei: no hay plata. Pero estamos cumpliendo cuarenta años de mucho sacrificio y lo festejamos porque hay que llegar, es un montón todo lo que hemos hecho; realmente para nosotros es una celebración muy grande haber logrado el taller propio y el hogar y, sobre todo, que los chicos estén bien y contentos”.

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