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Borracho de Gloria

Un día como hoy pero de 1850, fallecía en Francia José de San Martín, uno de los más importantes revolucionarios de la Independencia Americana. Regresó a su patria en 1812, luego de pelear por España contra las tropas napoleónicas. Su única batalla en territorio nacional fue en el Convento de San Lorenzo y su triunfo significó la piedra fundacional de una guerra a nivel continental. Más tarde, siendo Gobernador de Cuyo, organizó el Ejercito de los Andes, y desde allí estableció una estrategia con el fin de liberar Chile y Perú del dominio español. Tras cruzar la Cordillera, conseguir las victorias de Chacabuco, en 1817, y de Maipú, en 1818, aseguró la independencia de Chile. En julio de 1821 entró en Lima, Perú, y el 28 del mismo mes declaraba la independencia de ese país.

Pero alcanza y sobra con esta semblanza sobre sus logros militares, al menos por el momento. Para no ponernos en docentes de escuela, vamos a contar dos anécdotas que brindan -valga la redundancia- un poco de humanidad a la estática figura de los próceres, enmarcada en las aulas sin que muchas veces nadie se digne a quitarles el polvo del tiempo.

¡Niñes de todas las edades!: San Martín gustaba del buen vino, y en grandes cantidades.

Trasladar 5200 hombres a más de 4200 metros de altura, por caminos de montaña, temperaturas bajo cero, y carencia de oxígeno, no era un evento ordinario. Además de la exigencia física a la que se veían sometidos, dado que en la altura el aire se enrarece alterando el espíritu, al llegar debían enfrentar un ejército realista que los superaba dos veces en número y armamento. San Martín decidió que el vino sería un buen aliado para enfrentar el frío durante las noches, que bien podría motivar a la tropa. Al respecto, dice el historiador Lacoste: “San Martín ordenó incluir esta bebida entre sus soldados. En efecto, su plan de abastecimiento para los 5200 hombres que integraban la expedición incluía una ración diaria de un litro de vino per capita. Para asegurar este abastecimiento dentro de las provisiones que se desplazaron junto al ejército, se incluyeron 113 mulas de carga para llevar exclusivamente el vino.” La cuenta es simple: 5200 hombres, 21 días de travesía, un litro de vino diario: ¡San Martín cruzó los Andes con 109.200 litros de vino!

¡Niñes de todas las edades!: San Martín gustaba del buen vino, y de las bromas nacionales.

En enero de 1823, San Martín, afincado en Mendoza, recibió la visita del colombiano Mosquera, personaje de la época, de don Antonio Arcos, quien fuera su jefe de ingenieros en el Ejército de los Andes, y de Manuel de Olazábal, quien relatara la historia años después.

A escondidas, como un nene travieso, San Martín tomó de su cava un vino mendocino y otro de Málaga y les invirtió las etiquetas. Hay que decir en aquel entonces los vinos de Málaga eran de mayor calidad que los mendocinos, cuya industria no era lo que es hoy en día. Al finalizar la cena, pidió el servicio de vinos. Se sirvió primero el de Málaga, con el rotulo de Mendoza. Los invitados dijeron que era un rico vino pero que carecía de fragancia. Luego, se sirvió el mendocino, con etiqueta de Málaga. Según escribió Olazábal, lo invitados dijeron a coro: ¡Oh! Hay una inmensa diferencia, esto es exquisito, no hay punto de comparación.

San Martín echó a reír. La revolución ya estaba hecha, ahora quedaba en manos de gente que admiraba las etiquetas extranjeras.            

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