Como pueden salvarte dos ojos que escuchan con atención
El 26 de junio es el Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas. En este marco, Zorzal Diario se acercó a Kuña Guapa, Casa de Atención y Acompañamiento Comunitario (CAAC) para mujeres cís, lesbianas, travestis, trans y no binaries, ubicada en Loma Hermosa (San Martín), para conocer el trabajo de acompañamiento que alli se realiza.
La historia de Paulina, una de las tantas en las que el consumo problemático de sustancias y la violencia de género se entrecruzan, generando un sinfín de riesgos y daños, tanto en la vida de las personas como en la comunidad que habitan, refleja la importancia de estos espacios para generar un cambio positivo en la vida de las personas que por alli pasan.
Conociendo a Paulina
Paulina es una mujer cis de 29 años, madre de cuatro niñes, residente del barrio de Villa Hidalgo, en San Martín. Hace más de un año se acercó a la casa Kuña Guapa, porque quería dejar de consumir. En el despliegue de la primera escucha, su historia estaba cruzada por múltiples situaciones de violencia que había padecido con sus dos ex parejas y progenitores de sus hijes, vínculos desarrollados en su vida que se encontraban mediados por la sustancia.
Su infancia estuvo atravesada por la soledad, desprotección y abusos. Fue criada por su madre sola, también con una historia de violencia y ausencia de red afectiva. Cuando tenía 16 años conoció a su primera pareja y el progenitor de sus tres primeres hijes. Luego de transitar un aborto obligada por su madre, Paulina volvió a quedar embarazada y no se lo dijo a nadie: “Quería ser mamá, quería tenerlo, pero no sabía bien lo qué estaba haciendo, no sabía cómo iban a salir las cosas. Me enteré y no le quería decir a mi mamá porque a la vez pensé que iba a formar mi familia y se iba a dar todo”.
De su segundo embarazo recuerda: “No tenía para comer, estaba embarazada, pero sólo tomaba mate cocido, todo lo que podía comprar se lo daba a mi hija más grande”. La vulnerabilidad económica se vio acompañada de la violencia que seguía escalando, así como el consumo de su pareja. Paulina trabajaba y era la cabeza de la familia porque su pareja utilizaba la plata para comprar más droga.“Tenía mucho miedo de vivir con él, pero no conocía nada más, era lo único que tenía”. Sus dichos dan cuenta que la falta de redes complejiza la posibilidad de desnaturalizar la violencia, porque aparece como único destino y lugar posible. Cuando quedó embarazada de su tercer hijo finalmente se separó, “él ya me había dicho que si no estábamos juntos no iba a hacerse cargo de los nenes”.

Durante esta relación Paulina recibió violencia física, psicológica y económica por parte de su pareja y crió en soledad a sus hijes. Realizó catorce denuncias por los distintos episodios que padeció, pero no tuvo ninguna respuesta, apoyo o asistencia de las distintas instituciones a las que acudió. Luego de un hecho muy grave de violencia que ejerció una vez más su ex pareja contra ella y sus hijes, la madre de él realizó una contradenuncia contra Paulina. Allí, el Estado si intervino:
“Un día fui a buscar a mis hijas al jardín y me dijeron que había intervenido el Servicio Local y no podía retirarlas. Cuando pude volver a verlas, agarré nuestras cosas y me fui. Mi mayor miedo era que me sacaran a mis hijos”. Luego de semanas de mudarse, Paulina volvió a prender su celular. Su madre la contactó para decirle que el organismo de protección de infancia la buscaba y que debía llevar a las niñas a su casa para demostrar que estaban bien. “No podía creer que tuviera que volver sin mis hijas, en mi casa tenía toda su ropa porque yo pensaba que las iba a recuperar. Siento que como no tuve una familia, tuve tantos hijos para formarme una propia. Quería tener un futuro y verlos crecer”.
En ese momento Paulina vio todo nublado, agobiada por la tristeza y la pérdida de sentido, comenzó a consumir en la casa de una vecina donde también conoció a quien sería su siguiente pareja, un varón con quién compartían el consumo. Al poco tiempo se mudaron juntes. “A veces la droga me pegaba mal, pero al mismo tiempo cuando consumía yo no tenía hambre, no pensaba y yo solo quería olvidar”.
Cuando volvió a quedar embarazada, a los ocho meses recibió una brutal golpiza por parte de su pareja y perdió el embarazo. “Al otro día estaba mareada y perdiendo mucha sangre, así que fuimos al hospital, me vieron toda moretoneada y me hicieron preguntas, pero cuando les dije que creía que había perdido a mi bebé me dijeron que seguramente lo había hecho a propósito. Me hicieron un raspaje muy doloroso sin anestesia y estuve cuatro días internada en una sala alrededor de otras mujeres que recién habían sido mamás”.
Nuevamente el Estado se presentó en su vida como un instrumento para ejercer una sanción culpabilizadora en torno a su maternidad. Sentía que no podía decir la verdad en el Hospital ya que tenía miedo que tomen represalias contra su hijo de dos años.
Cuando volvió, su pareja la echó. “No sabía que hacer, me sentía culpable por la pérdida del bebé y no quería hacer sufrir más a mi hijo. Así que lo dejé con su familia y me fui a vivir a la calle, porque no tenía nada más, por lo menos en esa casa le iban a poder dar de comer. Yo estaba desnutrida, sola y muy metida en la droga”.

Paulina vivió casi ocho meses en la calle, atravesando todo tipo de violencias y vejaciones. Sus relatos de este tiempo dan cuenta del horror: abusos, hambre, frio, miedo constante a morir. Cuando un vecino la acercó a una iglesia del barrio ella pidió ayuda para dejar el consumo y poder volver con su hijo. Al tiempo, volvió con su pareja y quedó embarazada. No había dejado de consumir, pero quería hacerlo. “Vivía con mi pareja y él consumía todos los días, yo trataba de hacer las cosas bien, pero no podía”. El proveía la droga y la violentaba si ella se negaba a consumir.
La llegada a Kuña Guapa
Por ese tiempo, Paulina se acercaba a la iglesia y trabajaba en Cáritas. Ahí conoció a una de las trabajadoras de la Casa Convivencial “La Marabunta”, ubicada en San Martín quién la acercó al Kuña Guapa. “Éste fue el primer lugar donde me escucharon, donde pude contar toda mi historia, pero no había dejado de consumir, entonces pensé ‘¿y para qué vengo?’”.
En la casa Kuña Guapa se le ofrece, a partir de su participación, la posibilidad de hacerse un tiempo y espacio para repensarse, repensar sus prácticas, deseos y las representaciones en torno a los mandatos y estigmas.
El espacio grupal fue fundamental para identificarse en otras compañeras y colectivizar el malestar que en una sociedad patriarcal, implica ser mujer, madre, jefa de familia y consumidora. Semana a semana Paulina y sus hijes fueron haciendo lazos con el espacio, trayendo sus miedos y dolores para hacer algo con ellos. “Un día volví a probar, pero me descompuse, casi me desmayó… y ahí dije nunca más. Fue todo un proceso largo. Ahora digo: ‘no probaría nunca más, no quiero’, pero en un momento me di cuenta que yo me ponía un título, me decía a mi misma: la prostituta, la fisura, la que a nadie le importa, la invisible, la mala hija, la mala madre…. y hoy digo: ‘no soy sapo de otro pozo porque a todos nos pasan cosas malas y todos tenemos cómo se dice consumos’. Consumimos cigarro, consumimos mucha tele… todos tienen algún consumo”.

“Este espacio me dio una importancia que nunca nadie me había dado, me sentí bien conmigo y me di la esperanza de que podía. Me di mucha fuerza de voluntad. Me empecé a conocer a mí misma. Fue mucho tiempo perdido en un pipazo, se me fueron ocho años de mi vida”.
El momento clave del tratamiento para ella fue cuando pudo empezar a ordenar su consumo, empezar a registrar cuáles eran las cosas que no quería y cómo si quería vivir. Registrar sus deseos, darse valor y empezar a creer que era merecedora de otra vida: una nueva, que ella eligiese para si.
Una de las últimas situaciones de violencia que sufrió por parte del padre de su hijo más chico desencadenó en la necesidad rotunda de mudarse por su propia supervivencia y para poder armar un hogar para sus hijes libre de violencias. Acompañada por las trabajadoras de Kuña Guapa lo logró.
Hoy visita a sus hijas mayores, las lleva a pasear y a diferencia de su padre, les pasa una manutención. Vive en una casa que alquila con sus dos hijos menores y tiene un trabajo informal, aunque quiere conseguir un trabajo más estable.
“Tuve que empezar de cero un montón de veces y ahora estoy orgullosa de todo lo que puedo, por eso tengo que agradecer a pesar de lo pesado que es mi laburo, y que ojalá pueda conseguir trabajo fijo para poder organizarme y saber mis vacaciones, cuando puedo salir con mis hijos, tener mi sueldo todos los meses, no tener miedo a cuando llegue diciembre…”.
Paulina está aprendiendo a construir su hogar, a conocerse y resignificar su maternidad. “Se puede empezar de nuevo, y se puede con ayuda y gracias a Dios que está este espacio de mujeres que escuchan a las mujeres porque son muchas las injusticias que vivimos”. Cuenta que intentó empezar tratamientos por consumo muchas veces pero nunca encontró un lugar que la reciba con sus hijes o que le den importancia a pesar de sus padecimientos. También relata lo difícil de ser mujer y entrar en espacios donde la mayoría son hombres, las miradas, el estigma.
Paulina afirma: “Tengo que empezar a perdonar para poder soltar todo eso que me hace mal, pero estoy trabajando todavía conmigo. Agradezco que no me falte el trabajo, es una lucha diaria porque la droga es como decir: ‘tengo un problema, lo tapo un ratito, me olvido y fue. Pero eso se convierte en un consumo problemático que te hace mal y te va matando las neuronas. Te va matando el cuerpo. Te va matando tu identidad. Yo me dije a mí misma que doy para más. Pude empezar de cero y no pensé que iba a poder tanto… Es como que soy una persona nueva, antes me sentía sucia, me sentía poca persona. Me sentía que no podía compartir espacios con otras personas, no me sentía importante como para que me escuchen”.
Concluye: “Hoy me estoy conociendo de verdad y no soy la persona que quiero ser por el tema de que no soy lo madura que son las otras personas, pero voy yendo por el camino correcto y estoy feliz de eso, feliz de todo lo que voy a lograr porque estoy segura de que cuando esté bien, todas las puertas se van a abrir. Me siento tan relajada, me saqué una mochila tan pesada de encima, que me escuchen y que me entiendan cuando tantos me hicieron invisible es un abrazo al alma muy grande”.
Carta de las trabajadoras del Kuña Guapa
“Como pueden salvarte, a veces, dos ojos que escuchan con profunda atención” (A. Pizarnik). Las Casa Pueblo son Casas de Atención y acompañamiento Comunitario (CAAC) que atienden la singularidad de las personas, alojando, dando lugar. Entendiendo a la salud como intersectorial, integrando todo aquello que es demasiado pesado integrar en soledad.
Al escribir este texto reflexionamos sobre la cantidad de instituciones, organismos y personas (Comisarias, Poder Judicial, Escuelas, Salitas y Hospitales, Servicios locales, efectores varios de salud, educación y justicia) que vieron durante años pasar a Paulina y a sus hijes. Reflexionamos sobre la frialdad y distancia con la que se piensan y llevan adelante esos dispositivos que terminan siendo expulsivos para quienes buscan ayuda genuinamente.
Tal vez la mayor potencia de las Casa Pueblo es que fueron diseñadas con el objetivo de ser parte de la comunidad, de estar cerca de los barrios populares, que el acceso a ellas sea fácil para que todes puedan llegar; como llego Paulina y llegan a diario cientos de personas a lo largo y ancho del país donde estos espacios intentan integrar algo de la trayectoria individual en un grupo de escucha y sostén, ofrecer talleres de recreación u oficio para promover salud y proyección, o aportar estrategias para el rearmado de los lazos sociales.
Además de Casa Pueblo existen otros dispositivos como Vientos de Libertad, Red Puentes, Casa Esquina Libertad, Hogares de Cristo entre muchos otros, que se enmarcan dentro del programa CAAC de SEDRONAR y buscan darle un abordaje comunitario a los consumos problemáticos alli donde estan les invisibles, les estigmatizades, les olvidades, para que tengan un espacio de referencia donde ser tratades con respeto y dignidad y oportunamente lograr empezar a rearmar su proyecto de vida, como Paulina.
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