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El Arca de Javier y su hermana la luchadora
El músico Javier Omar Rojas Pérez, de 23 años, fue asesinado por la Policía Bonaerense, en Monte Chingolo, partido de Lanús, hace más de 20 años. En su memoria se fundó la organización “El Arca de Javier”, en Villa Bonich, que cumple una función integradora desde lo social y el arte, propiciando un ambiente para que las personas se reconozcan entre si como seres humanos.

Tardaron 19 años en obtener un fallo razonable, porque justo sería que Javier viva. Su hermana, y su familia, muy comprometidas con la cultura y el desarrollo de San Martín crearon esta organización barrial, con aires anarquistas, que va ensayando distintas iniciativas educativas, festivas, solidarias, como por ejemplo un taller de narración oral de cuentos, o de títeres. Gabriela escribe en varios medios, pero escribe para contar. Ella es cuenta cuentos, narradora. Y cuando le mataron a su hermano perdió la voz por un tiempo. Le llevó mucho trabajo recuperarla.
Este 7 de agosto Javier hubiera cumplido 47 años, y la visitó en un sueño. “Viajaba por un plano de líneas rectas que de pronto terminaban en Cuzco, levantaba la vista y era el Santuario de San Cayetano. Lo miraba desde abajo y pensaba en mi hermano”, escribió en Facebook. Estaba con dos amigas, y les decía “Yo quiero pan, paz, trabajo y Javier”. De pronto una multitud las acompañaba hacia la Plaza de Mayo, y alguien aparecía con una foto de Javier “envejecido”, preparada para que pudieran verlo con 45 años. Tal es el deseo de hermana.
El crimen del joven rockero ocurrió la madruga del 23 julio de 1995. Javier había ido a brindar un recital, que fue suspendido, y se quedó con el resto de las personas de la entonces banda llamada Exterminio, de la cual era primera guitarra. Entonces decidieron entrar a un local y comer pizza. Unas hora más tarde, apareció la policía haciendo un operativo que investigaba el crimen de un ciudadano paraguayo, que había sido asesinado por una patota.
Cuando las uniformados ingresan a la pizzería comenzaron a pedir documentos. El dueño del local les dice a los policías que los pibes estaban ahí hacia mucho tiempo, por lo cual ellos nos eran a quienes buscaban.
“Mi hermano fue el ante último en salir. El agente Diego Ceturión, de entonces 21 años lo agarró de los pelos, y con su arma reglamentaria le disparo: lo asesinó de un tiro en el ojo. Por lo que calculamos que su muerte fue instantánea. En ese momento la policía comenzó a decir que estaban tirando tiros desde el frente. Detuvieron a los amigos de mi hermano. Ellos habían ido en una camioneta en la cual trasladaban sus equipos”, cuenta a Zorzal Diario, Gabriela Pérez Rojas, narradora oral y periodista de San Martín.
Y continúa: “Los amigos de Javier nos avisaron que hubo un accidente. Como soy periodista comencé a preguntar en las comisarías de la zona, pero nadie nos dio informó, entonces nos dirigimos a la seccional sexta de Monte Chingolo. Ahí nos dijeron que se había escapado una bala e impactó en la cara de Javier, y argumentaron que fue un accidente”.
Una vez ocurrido este hecho de violencia institucional, los familiares de la víctima recibieron la ayuda y el acompañamiento de decenas de organismos sociales y de Derechos Humanos. El caso se conoció y tomó gran repercusión en los medios de comunicación. Sin embargo, el joven asesinado en manos de un efectivo de la Bonaerense, tuvo justicia casi 19 años más tarde.
Desde el primer momento los familiares pidieron que el policía sea juzgado por el delito de homicidio simple con dolo eventual, y no homicidio culposo, porque de ser así, el uniformado sería excarcelado. Tras pasar un intenso mes, la familia logró se reconozca como un crimen.
El juicio oral y público se realizó el 3 de julio de 1997 con el asesino en la cárcel, y el fiscal pidió 16 años de prisión. Porque las pericias practicadas en el arma, el cuerpo de Javier, y los relatos de los testigos indicaba que el policía seria condenado. Sin embargo, los jueces decidieron declarar a la causa como homicidio culposo, por lo cual el policía quedó libre de inmediato.
Esta terrible y cruel decisión, produjo la indignación de los familiares y allegados. Por eso les gritaron a los jueces unas cuantas irregularidades que muestran la complicidad del Poder Judicial para que estos casos queden impunes.
Luego comenzó la etapa de apelación, la causa fue a la Corte Suprema provincial. La familia viajaba todos los meses a La Plata para ver como iba evolucionando el pedido, y lograron que declaren nulo el juicio. Justo en ese tiempo se produjo una reforma en el Código Procesal Provincial y se creó el Tribunal de Casación, la causa fue a parar ahí.
Empezaron a ascender jueces a ese Tribunal y la familia prestó mucha atención a que no se designe magistrados que haya tenido la causa en una instancia previa. Cuando se cumplía el décimo aniversario de la muerte de Javier, Casación resolvió que el fiscal haga un nuevo pedido acorde a la carátula inicial, es decir, homicidio simple con dolo eventual.
Pasaron unos cuantos años del nuevo pedido, hasta que la sala III de Casación le fijó una condena de 12 años de prisión. La defensa del imputado, Diego Centurión, apeló a la Corte Suprema de la Nación, pero se confirmó el fallo anterior.“De esta manera, a casi 19 años de lo ocurrido se obtuvimos justicia por Javier”, cuenta su hermana .
“Mas allá de todo esto, nunca hicimos hincapié en el asesino de mi hermano, si que es culpable y debe pagar, lo englobamos en el accionar que llevan adelante las fuerzas de seguridad en su conjunto. Logramos que se declare un crimen y no como un accidente. Mi padre murió tres mese después de la perdida de mi Javier”, asevera Gabriela, con vehemencia.
“Creamos una organización que se llama ‘El Arca de Javier’, donde funciona una biblioteca y centro cultural. En este espacio trabajamos para que nadie mate por el solo hecho de no reconocerse con el otro como seres humanos. En ese momento, ser morocho y de pelo largo, le jugó en contra a mi hermano. Hoy son los chicos que usan gorritas. Al asesino le enseñaron que sus enemigos tienen estos aspectos”, finaliza.
Por Jesús Cabral
Fotos: El Arca de Javier