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El Bosque Urbano festeja el domingo sus 10 años recuperando plantas nativas

El Bosque Urbano cumple 10 años de ecología popular, laboratorio vivo y bosque comunitario. Lo festeja este domingo 3 de noviembre a partir de las 13 con una peña en piso de tierra, en Irigoyen 3101, entre la UNSAM y las vías del tren. Va a ser un día de muestras: plantas nativas, vivero, horno de barro, la casita de techo verde, el biodigestor, la bici-máquina, el baño biodigestor, el panel solar y la casa hobbit. Habrá comidas, bebidas y música en vivo a cargo de Usina Percusión.

El Bosque Urbano nació de la obstinación de, por aquel entonces, dos estudiantes de la Licenciatura de Análisis Ambiental de la UNSAM: Carlos Duarte y Teresa Pérez, que en mayo de 2008 presentaron el proyecto dentro del marco de los voluntariados: “Con Teresita teníamos mucha inquietud por el medio ambiente y nos pusimos a estudiar. Siempre fui, por decirlo así, ambientalista, desde chiquito que estoy del lado de la tierra, junto a mi abuelo. Después empecé a cultivar árboles que estaban en la calle, pero me fui dando cuenta de que eran exóticos así que los maté a todos, porque entendí la importancia de las nativas”, cuenta Carlos.

El primer proyecto realizado en el Bosque Urbano fue el vivero de plantas nativas. Después vino Cobijo Urbano, una bioconstrucción de barro donde funciona el Bachillerato Popular de Loma Hermosa, de 160 m2 con techo verde. A eso le siguió Diseño Urbano, un conjunto de herramientas educativas y una biblioteca. Luego se sumó Energía Urbana, que fue el desarrollo de energías alternativas: biodigestores, bici-maquinas, molinos eólicos y paneles solares.

Antes de que el BU existiera, Carlos, junto a Teresa y Guido Fernández, armaron el Grupo Zoo y empezaron a desarrollar políticas ambientales. La primera acción que hicieron fue ir a limpiar el río de Vicente  López. Juntaron 40 bolsas y las dejaron en la puerta de la municipalidad.

En el 2008 se metieron en los proyectos de Voluntariado, con el objetivo de conseguir recursos para realizar, con el apoyo de un docente responsable, a través del Ministerio de Educación, el proyecto Bosque Urbano. Lo armaron en una semana, porque cerraba la fecha de presentación y lograron que se apruebe: “Cuando llegamos estaban sólo las dos tipas y el piso cubierto por piedritas, pasto y sorgo de Alepo, una gramínea invasiva que tuvimos que combatir”, explica Carlos.

Lo primero que hicieron los Burmanos, como se llaman a sí mismos los que habitan y trabajan en el BU, fue construir “el domo geodésico”, un invernadero que ocupa el centro del terreno y ya es el símbolo del BU. Después siguió la búsqueda constante de plantas nativas, ya que las plantas exóticas (que no pertenecen a la zona) generan desastres ambientales de una magnitud de la que no tenemos conciencia. En todo el país hay plantas exóticas que están degradando el ambiente.

Si bien la idea germen fue armar un vivero de plantas nativas y que fuera educativo, para que las escuelas pudieran ir a hacer recorridos y actividades, y que a su vez estuviera interpelado por el arte; lo que estaban pidiendo, con la presentación del proyecto, era un pedazo de tierra. Así lo recuerda Carlos: “Cuando se efectivizó el proyecto nos dimos cuenta de la importancia de la tierra, de tener un espacio para hacer algo. Nos ofrecieron un lugar en Chascomús, pero queríamos estar en San Martín. Al final nos dijeron que tenían un estacionamiento al fondo, y que en la última parte, podíamos estar. Ese fue todo el acuerdo que tuvimos por la tierra. Creo que pensaron que nos quedábamos tres meses haciendo el proyecto y nos íbamos, pero pasaron 10 años.”

Carlos rememora con orgullo el día en que se inició el bosque en sentido literal: “El 17 de octubre de 2009 fue el primer día que hicimos una plantación. Fueron 45 plantas que hoy son las más grandes del bosque, son las que cumplen 10 años: enredaderas, arbustos y árboles, todo nativo. El terreno estaba pelado y había sido depósito de trenes donde tiraban fuel oil, también fue chatarrero de autos, imaginate las baterías de los autos ahí. Para hacer un pozo había que dinamitar, encontramos de todo”.

El crecimiento y el trabajo en conjunto de toda la gente que se fue sumando a lo largo del tiempo, permitió que en el espacio BU se desarrollaran proyectos impensados en un principio. Carlos confiesa que “arrancamos pensando que íbamos a hacer un vivero educativo para las escuelas primarias, que es lo que es hoy también, pero además le metimos: bioconstrucción, techo verde, horno de barro, armamos una casa hobbit, que es una casa semi enterrada toda hecha en barro y ramas, la casita-laboratorio que se usa como aula, donde también funciona el Mercadito Agroecológico, del esquema ‘Mas Cerca Mas Justo’, desde hace 2 años y medio. Le da una dinámica quincenal al espacio muy buena. Desde que no nos financiamos más con voluntariados universitarios, nos financiamos con el Mercadito.”

Además de estas actividades de experimentación y construcción, el BU funciona como espacio para el intercambio de conocimiento. Allí se dan talleres permanentes de: huerta, horno de barro y biodigestores. También hay charlas sobre semillas y soberanía alimentaria.

Carlos Duarte aclara que todo lo que el Bosque Urbano genera es para afuera: “Investigamos en grupos constituidos del BU, pero esos grupos están destinados a difundir el conocimiento: armamos un biodigestor y hacemos un taller de biodigestores, armamos una casa de barro y hacemos un taller para construirla, plantamos nativas y hacemos un taller de plantación. Le hemos dado plantas a muchos lugares: a la Biblioteca Popular Carcova, al Merendero Los Amigos, al Bachillerato Popular Cobijo Urbano, al Bachillerato de Lanzone, al Comedor 8 de mayo y al Comedor de Diego Duarte. Más de 500 árboles salieron del bosque en estos diez años.”

Plantas Nativas: primeras habitantes de esta tierra

El BU es una muestra clara de que está todo dado para que recompongamos el planeta, porque el crecimiento que tuvo en diez años, lo hicieron todo las plantas.

Las plantas nativas son las propias de un país o región. No sólo ahorran agua y sistemas de riego que son poco económicos, sino también trabajo de cuidado y mantenimiento. Sostienen el equilibrio del ecosistema y están adaptadas a vivir con el agua de lluvia. Sirven de alimento, refugio y sitio de reproducción para la fauna local, que reparte las semillas y poliniza las flores, atrayendo colibríes, mariposas y otras especies.

Nosotros consideramos que el espacio y las nativas no tienen cuidados. Las plantas solas hicieron todo el trabajo, eso fue lo mágico. No tiramos montañas de abono al bosque para que se genere, sino que plantamos y dejamos que las plantas se manifiesten solas. Dejamos de cortar el pasto, y eso fue generando todo un sustrato que hoy es el Bosque Urbano. Después también hicimos huertas y compost, pero no es que dijimos hay que fertilizar el bosque”, explica Carlos.

 Si bien cuidar es no intervenir y preservar, Carlos cuenta que al estar tan desequilibrado el ambiente, durante muchos años estuvo sacando muchas plantas exóticas del bosque, como: Moras, Ligustro, Fresno, Plátanos, Paraíso y pastos exóticos. Los lugares cambian pero no con la velocidad que cambia la ciudad, las plantas nativas tienen más de 20.000 años de estar en esta región y en ninguna otra parte del planeta. 200 años de una planta no la hacen nativa.

Algunos de los árboles nativos de San Martín son: Tala, Ceibo, Ombú, Oreja de negro, Espina de bañado, Sombra de toro, Canelón, Sauco. Sobre el problema de las exóticas Carlos da un claro ejemplo: “Nosotros tenemos una invasión de Lirio amarillo, que cubre todo y cierra los ojos de agua, porque crece en la zona del río. Las aves no bajan a tomar agua, porque no ven, porque el Lirio al no tener control natural, jode todo. Es hermosísimo ver un monte de Lirio en flor, pero está todo modificado. Ahí hay que sacar el Lirio y hacer que las nativas crezcan.”

Sumado al aumento de biodiversidad, el arbolado urbano cumple un rol fundamental, ofreciendo beneficios como: la regulación de las temperaturas, la disminución de la contaminación sonora, la fijación de dióxido de carbono y la generación de oxígeno.

Carlos demuestra como este trabajo incidió en el ambiente de San Martín: “Cuando llegamos al BU había 10 nativas y 20 exóticas. Nosotros sacamos las exóticas invasivas y plantamos nativas, porque la nativa está en una competencia desleal con la exótica. No se la come nada o muy poco, o lo que se la come la favorece para que se distribuya. Como las Moras, que se las comen las torcazas y los zorzales, que son pájaros nativos. Se comen una planta exótica y la distribuyen por todos lados, pero eso no beneficia el ambiente. Lo que favorece es que ese zorzal se coma una Anacahuita y vaya y cague en otro lado una Anacahuita, que es una planta nativa. Nosotros en el bosque llegamos a tener 100 especies de nativas, en el terreno que tenemos, que es un cuarto de hectárea, y lo que pasa es increíble: las mariposas que llegan, los pájaros, los polinizadores. Es un delirio lo que le hacemos al planeta, todo parte de una falta de respeto, que es no tener amor por la tierra, que es amor por los demás. Una planta que genera un desastre ambiental se tiene que ir, y no vino sola, alguien la trajo, ¿con que necesidad?”.

FOTOS: TERESA PÉREZ

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