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“El Folklore es un género insuperable”

Rodrigo Siamarella acaba de editar “33”, su tercer disco donde explora las posibilidades del género con un tono más intimista y profundo. El cantautor, oriundo de San Martín, reside en Los Ángeles, California, luego de vivir diez años en Purmamarca, en el norte argentino, donde una guitarra cambió el rumbo de su destino. Partió en bicicleta de San Martin hace más de una década, hacia un viaje que iba a ser de dos meses y nunca terminó. Grabó canciones con Peteco Carabajal, Arbolito, Bruno Arias y Jorge Cumbo, entre otros. Zorzal Diario conversó con el musico sobre el nuevo disco y todo lo que gira alrededor de la música, el folklore argentino, su vida en la ciudad de las luces, la auto gestión y la supervivencia.

Al poco tiempo de emprender su viaje hacia el norte argentino, en 2011, desde San Martín, Rodrigo se encontró en Salta con Alejandro, un profesor de música que le torcería el rumbo. Cuando era un niño de diez años, Rodrigo era bastante inquieto. Gracias a su abuela, que lo mandó a estudiar guitarra en Billinghurst, junto con su primo, logró canalizar su “energía destructiva” en la música.

Al tiempo conformaron el dúo Cebollitas. El primer show fue en el club Central Argentino, sobre la calle Mitre, en pleno centro de San Martín. Luego siguieron durante un tiempo presentándose en peñas de folklore, en la escuela, en el Sindicato de Luz y Fuerza del distrito.

Gracias a su abuela, fue que ese día en Salta, en el camino de su viaje en bicicleta, Rodrigo se cruzó con Alejandro, un profesor de música que al escucharlo tocar y cantar le regaló su guitarra, con la promesa de que se dedicaría a la música, a tocar y compartir todo lo que sabía. El profesor creía que Siamarella estaba desperdiciando esa oportunidad y por eso le regaló su guitarra, con esa condición, en pleno viaje.

Ahí empezó su camino con la guitarra, con su amigo, que lo acompañaba con el bombo, siguieron viaje por el norte argentino, luego: Bolivia, Perú, Ecuador, Chile, hasta que decidieron radicarse en Purmamarca, Quebrada de Humahuaca, donde por más de diez años tocó en La Casa del Sol, una peña, donde se sirven comidas regionales con música en vivo, donde reciben a turistas y viajeros.

“33”

Rodrigo Siamarella cuenta que este disco fue distinto de los anteriores. Con respecto a la composición de las canciones, fue en otro contexto, en otra situación. Algunas salen en pandemia, escritas en el aislamiento y otras salen en Los Ángeles: “Esa retroalimentación que tenía antes con las canciones cantando en vivo, en la peña, con gente esperando folklore o bailar, en este caso no lo tuve. Fue mucho más introspectivo. Escribir y componer algo, y no saber en qué lugar lo estoy cantando, dónde, para quién. Es muy íntimo y recién ahora que salió el disco voy a ver qué pasa con la gente, pero es un disco introspectivo”.

Para el cantautor bonaerense este proyecto tiene también un tinte personal y espiritual, que lo diferencia de sus anteriores trabajos: “De la mano” (2016), “Resuena” (2019). “33” plantea una travesía introspectiva que refleja la madurez y evolución de Rodrigo. Se trata de una narrativa musical que explora temas universales de la vida, el amor, la identidad y la búsqueda de sentido en un mundo en constante cambio.

El número 33 que da nombre al álbum, fue para Rodrigo una señal que le apareció en el último tiempo, una señal de buen camino: “Me aferré a eso por una cuestión humana de aferrarnos a las cosas, la necesidad también de darle sentido a algo que, en medio de la incertidumbre, de estar lejos y del idioma, había que confiar en algo y ese número se me vino apareciendo de una forma muy mística”, cuenta el cantautor. “También tiene que ver que cuando cumplí 33 fue el momento en que empecé a procesar todo este disco”.

Siamarella afirma que el folklore lo conmueve en todo sentido, porque lo musical tiene una riqueza rítmica que le parece insuperable, “con la posibilidad de profundizar en las letras, la poesía. De hacer algo más movido como una chacarera o un carnavalito, a profundizar en una samba. A la hora de expresarme me siento muy identificado con el folklore, y se profundizó estando en el norte argentino, ahí lo pude vivenciar todas las noches compartiéndolo con otros músicos de la zona”.

– ¿Qué influencia hay de San Martín en vos y en tu obra?

– San Martín siento que me influye cien por ciento en mi personalidad. El barrio, el haber vivido y crecido ahí, la educación. Es increíble, pero hasta la forma de hablar cambia de un barrio a otro. San Martín fue mi escuela también, salí de ahí, mis amigos son de ahí, entonces creo que es muy importante para lo que soy, para mi forma de expresarme y para todo. El ser hincha de Chacarita, esas cosas como que te forman una manera de ver el mundo, te dan una mirada, una identidad, decís: ‘soy de acá’, y te aferras a ciertas cositas que hay en el barrio, y eso lo tengo la verdad.

Viaje en bicicleta sin fin

Rodrigo estudió en el Conservatorio de Música de San Martín, hizo la Escuela Técnica y trabajó de técnico electrónico, estudió Educación Física y trabajó de profe, pero había algo que no lo terminaba de llenar. Nunca había pensado en dedicarse a la música hasta ese viaje en bicicleta que hizo en el año 2011 donde se volvió a encontrar con la guitarra.

“La verdad que fue una nueva vida para mí empezar a construir mi identidad musical en Purmamarca. No fue difícil porque mucha gente me lo hizo fácil y me ayudó, pero sí que fue con mucho esfuerzo y dedicación, con mucho respeto al pueblo. Porque no es solamente una decisión quedarse ahí diez años, sino un conjunto de situaciones donde uno va eligiendo. Se dieron las posibilidades y las oportunidades”, expresa el musico sobre el destino en el que inesperadamente se quedó una década.

“Fue mi escuela, fue una conexión muy fuerte con la idiosincrasia del norte, con las comunidades andinas, con la tierra, la Pachamama, la música y toda la gente con la que he charlado, vivido, compartido la vida, las cosas simples, y con un público excelente, porque la verdad que el público que anda por el norte de Argentina, como artista lo digo, es excelente. Están abiertos, es gente que se sensibilizó con la naturaleza, que te toca profundo durante el día, y llega a la noche a verte a una peña con los sentidos abiertos y se entregan a escuchar una canción y a conectarse”.

Ese viaje en bicicleta el musico siente que no terminó nunca y que no volvió más: “En Purmamarca estuve diez años pero cuando vine para Los Ángeles sentí lo mismo, salvando la diferencia, que cuando llegué al norte argentino”, recuerda Rodrigo que al igual que en Jujuy tuvo que adaptarse a la cultura, al lenguaje, a compartir música, a conocer gente, a respetar el lugar, a la tierra y sacar la guitarra y cantar: “Todo ese proceso natural que también lo había hecho en Purmamarca lo traje para acá. Siento un paralelismo con haber llegado a Los Ángeles a cuando llegué a Purmamarca por primera vez”.

Después de editar su segundo disco, de grabar con Peteco Carabajal, que reconoce “siempre fue mi referente máximo. Pude ir a su casa a tomar mate con él, a charlar. Después de eso dije: ‘bueno, llegué a un punto alto de mi carrera’, porque quería tocar alguna vez con mi ídolo y entonces decidí hacer una gira por el país. Me fui  de forma autogestiva, gente que fui conociendo me recomendaba centros culturales en diferentes lugares, me quedaba en casas de gente que me daba un espacio”.

Esa gira que Rodrigo armó para presentar el disco Resuena le terminaría cambiando los planes una vez más. “Fui a Mendoza, pasé por Santa Fe y después fui a Córdoba. Llegué sin dinero porque la verdad vivía al día, lo sigo haciendo, pero en ese momento dependía mucho de cómo me iba en los shows para poder comprar la comida. En Córdoba Capital me salió un show improvisado, me fui a tomar el bondi para ir y viene una moto y me roban todo: la guitarra, los instrumentos, todo lo que tenía, que para mí era imposible de volver a comprar. Eso creo que fue un disparador muy importante porque a partir de ahí no pude comprarme una guitarra por un año más o menos. Tuve que usar la guitarra prestada de mi sobrino y después un amigo me prestó su guitarra y así”.

Ahí fue que el musico decidió hacer una gira que internacional para poder equilibrar su economía tocando en Europa, donde ya había ido dos veces y le había ido bien. “Toco un poquito allá, hago una diferencia y vuelvo, pensé”, comenta Rodrigo. Hasta que hablando con un amigo de Purmamarca le recomendó ir a Estados Unidos: “Nunca se me había ocurrido y dije: ‘voy a ir a ver qué pasa, voy a intentarlo’. Y así fue que vine para acá y terminé tocando en Las Vegas. Nada que ver, de Purmamarca me fui a Las Vegas”.

Un destino impensado

La llegada del musico argentino a Estados Unidos representó un desafío en muchos sentidos, y aunque ya estaba acostumbrado a tener que adaptarse a diferentes lugares, aquí además tuvo que sobrellevar el cambio de idioma. A pesar de eso Rodrigo se las rebusca para seguir haciendo folklore argentino en tierras anglosajonas: “Acá se hace La Peña de Pepe, cada quince días en la Asociación Argentina, y siempre me invitan a participar. Pepe es un músico uruguayo que ha acompañado a Horacio Guaraní. Ahí sí, tiro clásico. A veces hago cosas más alegres, otras hago cosas más intimistas, cosas para que cante la gente, hago mis temas, voy variando porque toco seguido ahí. Y después en un evento, cada tanto, en El Rancho que le dicen, pero es asado argentino al aire libre, caballos, campo, en las afueras de Los Ángeles. Y sino en restaurantes donde toco cada tanto, tiro una chacarera o si hay algún argentino o gente que me pide algún tema y los hacemos. Siempre tratando de también compartir mis canciones, que es lo que me hace feliz”.

La guitarra y la voz Rodrigo las usa también para tocar en otros eventos donde lo llaman para trabajar y cantar canciones que le piden, como pueden ser cumpleaños, casamientos, “hasta en velorios me han contratado para cantar, de hecho, el fin de semana tengo un velorio, por ejemplo. Se celebra la vida de la persona que falleció y se cantan las canciones que le gustaban. Entonces ahí sí me toca practicar canciones que no conozco, pero es algo muy satisfactorio. Más allá de que sea laboral, y sea muy importante para poder subsistir, también tiene mucho de lo emocional y lo lindo de poder hacer un momento agradable para la familia, que se emociona, y yo también conozco canciones que no conocía. Y en festivales solidarios también he tocado, hay uno que se llama “Argentinos mirando al sur”, que se recaudan fondos para mandar a Argentina”.

El 30 de agosto dará un concierto en Hollywood con Susana Ballesteros, una artista española, que paradójicamente es la voz del GPS español latinoamericano: “Voy a compartir el show, un poco de canciones de ella, un par de canciones mías, en un teatro que es la primera vez que lo voy a hacer, acá en Los Ángeles. En octubre, todavía no tengo fecha definida, pero voy a hacer la presentación de mi disco en la Asociación Argentina de Los Ángeles”. Para venir a presentar su disco a la Argentina, el musico considera que sería “más para fin de año, principios del que viene”, aunque no tiene aún una fecha definida

Ser artista

Rodrigo cree que el rol que ocupa un artista en la sociedad va cambiando de acuerdo a la persona, al estilo de música, a lo que canta y dice, y es muy distinto de uno a otro.

“Creo que tiene que ver con el rol que uno tiene como persona ante la vida, con la dedicación con que te lo tomás y como sos con tus compañeros y con tu familia, hasta como sos lavando los platos. Todo eso hace el rol para mí de lo que uno es, y lo que uno hace. Ese es el desafío para mí, ser la misma persona o intentar estar presente, tanto cuando canto como cuando escribo, cuando estoy abajo del escenario o cuando estoy en una situación cotidiana. Es un rol de estar presente y dar lo mejor de uno. Creo que eso se puede lograr desde el arte y desde cualquier otro oficio. En cualquier cosa que uno haga, creo que se puede dar cariño y amor”.

Siamarella cree que hubo un latido que lo llevó a dedicarse a la música, pero “la verdad es algo misterioso. No sé por qué soy artista, pero lo agradezco y le pido permiso a este arte, a la música, a esa deidad, para seguir en este en este camino y que me acompañe. Cuando uno escribe una canción, cuando canta, es un canal de eso y eso te elije, o está ahí y uno le hace espacio. A mí ser artista me hace mejor persona, me obliga a decir: ‘Estoy cantando en un escenario, hay gente de todas las edades viéndome y siento la responsabilidad moral en lo que hago, en lo que digo, entonces eso me obliga a hacer un poquito mejor persona, aunque no lo sea del todo”.

Con respecto al futuro, el artista revela que tiene la idea de hacer algo más intimista: “Con el desafío de estudiar más la armonía de la guitarra, dedicarme más de lleno a eso y poder hacer algo a guitarra y voz. Animarme a grabar algo en inglés también me gustaría. Sería la incomodidad total: hacer algo en inglés y armonizar los temas. Sería algo que nunca hice y estar ahí vulnerable a la escucha de los oyentes”.

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