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El señor de las abejas
Vicente Guillier es apicultor y apiterapista. Recibe a diario a personas con graves dolores y enfermedades en su casa del barrio Libertador. Allí sus pacientes son curados por la “medicina natural” de las abejas. “Cacho” aclara, mientras prepara el mate, que su actividad, prácticamente, es social: “Lo llevas adentro. Si el paciente no tiene plata mirá si no le vas a aplicar… Viene gente del barrio y vienen de muy lejos. Se toman un remís y se vienen de Claypole a verme. Nunca hice un folleto. Lo que pasa es que van a un traumatólogo y no los puede curar, les dan un calmante y se terminó. ¿Qué más les pueden dar para una patología como la reumatoidea? No tienen nada, pero sí está esa cura en la apitoxina.”
Además de cosechar los productos de la colmena, y seguir con una tradición que recibió de su abuelo y su padre, “Cacho” tira abajo una verdad que nos instalan desde niños: “Ellas solo pican cuando se sienten molestadas. Largan el aguijón, la bolsita con la apitoxina y parte del intestino. Si ellas sienten un olor o algo que les molesta, primero van a sondear para que nos vayamos y en última instancia aguijonean. Las abejas no pican”.
Lo de la apicultura viene de familia. Cacho es hijo de inmigrantes europeos: “Mi vieja ucraniana y mi viejo francés. Apicultores de parte de los dos lados. Ya de chico lo tenía a mi abuelo ucraniano con las colmenas. Mi familia se asentó en Entre Ríos. Cuando era chico íbamos a visitar a los abuelos y las abejas estaban ahí, casi gateando las buscaba. Nunca les tuve miedo. Amo a las abejas. Eso pasa cuando uno está cerca de la naturaleza. Uno ama a un árbol, a un animal, a una persona. Ama todo, ama la creación. Eso es el amor.”
-Cuando aparece una abeja, en general, produce pánico…
-Hay algo muy importante en el miedo, en eso hay que hacer mucho hincapié, porque eso te viene de adentro. Me acuerdo de las voces y todavía las escucho bien: “No vayas que pican”, y yo iba como un bebé a mirar a las abejas. Las quería tocar, jugar. Caminaba por entre las colmenas y no me picaban. Me llamaban la atención las piqueras, que es la entrada a la colmena. Estaban sobre unos ladrillos y el pasto les cubría la entrada. Yo se lo arrancaba para que pudieran entrar mejor, las ayudaba. Ahora de grande me doy cuenta que tal vez la pasión me llevaba a eso: a caminar en el apiario, entre las colmenas. El otro día revisé todas y si me picaron dos, es mucho.
-¿Trabajas con traje?
-No. Con sahumador sí, pero sin traje. Ahora me doy cuenta que los movimientos que hacía de chico, cuando les arrancaba el pasto de las piqueras, son los mismos de ahora. Se lo arrancaba de una manera especial, pero eso no me lo enseñó nadie. De esa manera, con esos movimientos, no te pican. Si vas a la bartola a sacar el pasto, te sacan volando.
APITOXINA QUE TODO LO CURA
El fondo de la casa de Cacho es un lugar donde gobierna la vegetación. Allí se forma una especie de selva por donde Cacho se mueve mostrando sus plantas, sus árboles y su panal. También hay un gallinero y una pequeña piscina donde aloja a varias coloridas carpas. Mientras ceba mate y enciende un cigarrillo, como un antiguo curandero, rememora sus inicios en el arte de curar.
La apitoxina es el mejor secreto de las abejas. Sus componentes (principalmente melitina, aunque también otros péptidos y proteínas) tienen efectos antibacterianos, antifúngicos, antiinflamatorios, analgésicos, euforizantes y hasta antitumorales. La apitoxina es 80 veces más analgésica que la morfina, 300 veces más antiinflamatoria que la cortisona, y 500.000 veces más antiséptica que la penicilina. Antiguamente, sólo la miel, el polen y el propóleo eran los elementos que se utilizaban de las colmenas como terapias medicinales. Sin embargo, Phillip Terc, considerado el padre de la apiterapia, en el año 1.888 comenzó a utilizar el veneno de las abejas para tratar a personas con enfermedades reumáticas, iniciando así el método de la apiterapia que actualmente se utiliza.
-¿Curás a la gente con la picadura de la abeja?
-Ya de chico tenía el libro “ABC y XYZ de la apicultura” de A. I. Root. Ese libro lo leía mucho, grueso, de tapa dura. Jugaba a que lo abrieran en cualquier parte, lo leyeran y yo seguía diciendo lo que decía, en cualquier hoja. Me gustaba mucho. Mi padre me habló de la apiterapia, decía que en Inglaterra pasaban vendiendo abejas en un carrito cuando él era chico. Mi padre les aplicaba a personas también.
-¿Qué dolencias trata la apiterapia?
-La mayoría de las personas llegan con problemas de cervical, artritis o artrosis y contracturas por lo que están viviendo, por la mala alimentación que han tenido en la vida. Tengo pacientes muy jóvenes también que les duele la espalda, la cintura y las articulaciones de trabajar tanto sentados. Problemas de huesos, de mala circulación de la sangre. Inclusive casos de cáncer. La gente viene con diferentes patologías.
-Cuándo una abeja pica, duele, arde un poco. ¿Cómo se lo toman eso los pacientes?
-Eso depende del sistema nervioso central. Si el paciente está predispuesto a recibir el aguijonazo, no le duele. Diez segundos y se le va. Las primeras veces se hincha, pero eso no quiere decir que sea alérgico. El cuerpo tiene sus defensas cuando algo extraño se le está introduciendo. Después crea anticuerpos, y llega un momento que, según la patología, como la reumatoidea, se le pueden llegar a aplicar 20 abejas por día sin problema. A veces el dolor de la artrosis, o la artritis, es tan fuerte que ni sienten el aguijón. Esto es curativo, he tenido pacientes terminales. Uno me decía: “Lo que más quiero es comer un puré con un churrasco de hígado”. Tenía un cáncer en la oreja, muy mal. Lo traía el hijo y ya al poquito tiempo, ya pudo comer churrascos, puré, venía manejando él solo. Fue de los peores pacientes míos, cada aguijonazo una puteada. Yo le aplicaba 15, 20 abejas. Lo llevamos de un profesor japonés de apiterapia que hay en Ezeiza, le metía 25. Yo tenía miedo, dije: “A este paciente lo quiero curar si o si, porque estaba muy avanzado”.
-¿En qué consiste el tratamiento?
-Viene el paciente y yo lo aguijoneo en diferentes zonas según las dolencias. Con la abeja en la mano, la agarro de las alitas, la colita queda neutral y recorro la zona afectada del paciente. Ella sola aguijonea donde se necesita dentro de la zona. Si hay un lugar que no tiene que picar no lo hace. Por ejemplo, un paciente que tiene problemas en la cuarta y quinta vértebra, recorrés la zona de 5 cm con la abeja y ella larga el aguijón donde se necesita. Acá llegan pacientes muy jugados, que ya han ido al traumatólogo, al hospital, donde les enmascaran las patologías y les dan calmantes que lo calman sólo por un tiempo. De acá se van curados, sin dolor. Apenas salen ya sienten el cambio. Duermen mejor a la noche, sienten mejoras en las defensas, no se resfrían en el invierno. Según la patología vienen mensualmente o semanalmente. Tengo pacientes con reumatoidea, una patología muy severa. La apiterapia corta con la deformación de los dedos. La primera vez siempre se le aplica una o dos abejas para ver la reacción del paciente y después vas aumentando las cantidades según sea necesario.
-¿La apiterapia está avalada por la ciencia?
-No. Hay partes que la kinesiología no puede curar. Tengo una amiga kinesióloga que me manda pacientes. Inclusive tuve dos pacientes que eran médicos y ellos ya tienen su propia colmena, para tener sus propias abejas y hacerse apiterapia.
Otro caso que cuenta Vicente es el de José, a quien los farmacéuticos y los médicos le estaban jodiendo el bolsillo: “Le habían dicho que no iba a caminar nunca más. Tenía una enfermedad infecciosa, ya estaba en silla de ruedas, estamos hablando de 20 años atrás. Hace 15 empezó con apiterapia y ahora vive en planta alta, sube y baja la escalera, tiene su colmena que se la manejamos nosotros, el no sabe apicultura, pero quiere tener una colmena en su casa para aplicarse. Todos los domingos va el nieto y le aplica.”
LA COMUNIDAD DE LA ABEJA
El mundo de las abejas está lleno de misterios, así lo cuenta Cacho, desde el fondo de su casa, a la sombra de un nogal que plantó hace más de 20 años.
Las abejas se organizan en torno a una elegida, la llamada “reina”, que será la madre de toda la colmena. Dependiendo de la raza y la familia puede ser que hagan una sola celda real, o veinte. “Hemos cazado enjambres donde había tres reinas. A la reina se le dice reina pero es la más esclava de todas. En el momento en que no es más productiva la eliminan las mismas abejas.”
Cacho no está solo en sus andanzas, tiene de socio a Carlos Duarte, con quien comparte la pasión por las abejas y la naturaleza: “Tenemos un proyecto en Jáuregui donde estamos formando apicultores. Son muy necesarios y en Argentina perdimos muchos por no ser rentable la actividad y por los problemas que tienen por no saber manejar las colmenas o vender la producción a un acopiador de miel, que son especuladores que la venden muy caro. El que quiera nos puede llamar, para aprender, si les interesa algún producto o quieren tener su colmena. También retiramos enjambres cuando aparecen en algún lugar”. En Jáuregui comparten el espacio con la Unión de los Trabajadores de la Tierra (U.T.T.).
-¿Qué productos se extraen de una colmena?
-El polen, la miel, le cera, la jalea real, y el propóleo.
-¿Tienen algún proceso o ya salen preparados?
-El polen se extrae con una trampa donde a la abeja se le caen algunas pelotitas, pero hay que hacerlo con cuidado porque es con lo que alimentan a las crías y se puede producir un desequilibrio si se le saca demasiado. El único proceso que tiene es de secado. La miel y la cera están ahí ya listas. El propóleo ellas lo sacan de los arboles, son resinas de árboles que juntan y al limpiar los cajones está lleno. La jalea real es aparte, porque es con lo que alimentan a la reina. Es más complejo y se arma una colmena exclusiva para producir jalea. Se llena de celdas reales artificiales y de ahí se extrae.
UNA COLMENA ES UNA FARMACIA

El propóleo es un antibiótico dentro de la colmena y fuera para nosotros también. Es curativo interno y externo. Se curan hasta animales con el propóleo, perros con sarna, mal heridos. Es expectorante, es bueno para los pulmones.
La miel además de endulzar, tiene otras cualidades, es cicatrizante, no tiene glucosa. Es buena para la piel.
La jalea real es un producto que va directamente a la sangre. Al sistema nervioso central, tiene la cualidad de alargar la vida. Alcaliniza la sangre, equilibra el sistema nervioso central. A la jalea real se le han encontrado hasta átomos de oro, no se pueden separar la cantidad de sustancias que tiene. Todos los aminoácidos que existen en la naturaleza están dentro de la jalea real. Un insecto que tiene 4 cm de largo puede vivir hasta 5-7 años solamente comiendo jalea real toda su vida.
El polen es excelente para los huesos, para la osteoporosis, una cucharadita diaria, es bueno para la próstata, es energizante.
Fotos: Facundo Nívolo

