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Especial Malvinas: Una guerra impensada | Segunda entrega

Testimonio en primera persona de Hugo Herrera, sub oficial de la 7ª Brigada Aérea de Morón, a partir de una conversación con Zorzal Diario.

El rescate de los espías

A mí no me tocó hacer rescates, pero participé en un vuelo que acabó en rescate. A los pilotos eyectados o a la patrulla que atacó un Harrier se encargaban de rescatarlos los helicópteros Bell 212, que son helicópteros medianos, de menor porte que el Chinook, más veloces y con otra aptitud de vuelo. Lo mío fue involuntario, de casualidad.

Veníamos en un vuelo desde “Ganso Verde” en dirección a Puerto Argentino. Pasamos por un cerro, y cuando pasamos por el cerro, y como mi posición era en la parte trasera de la cola del helicóptero, en la cual llevaba una ametralladora, veo a lo lejos tres personas que me hacían señas. Ya habíamos pasado por la zona. Los veíamos muy chiquitos, como hormiguitas. Le digo al piloto “mirá, ahí hay tres tipos que están haciendo señas para que los llevemos”. El piloto me dice “¿qué son, ingleses o argentinos?”, “no sé, desde acá no veo nada”, “bueno, vamos a ver y estate atento”. Pegamos la vuelta.

A medida que nos acercábamos nos hacían más y más señas. Aterrizamos en un claro, los levantamos. Estaban completamente mojados, muy cansados. Habían estado detrás de las líneas enemigas recabando información y tenían que llegar a Puerto Argentino para pasar la información. Para llegar, desde donde los levantamos, todavía les quedaban dos días de caminata. Nosotros los arrimamos a Puerto Argentino en diez minutos. Ese fue mi único rescate. Un rescate casual que si yo hubiese estado mirando adelante, como solía hacer, no los hubiera visto. Los tipos ya no daban más. Estaban muy cansado, muy mojados y el frío era insoportable. 

Viveza criolla

Nosotros no teníamos pensado ir a una guerra. Sin embargo, Inglaterra estuvo a punto de perderla. No sabían por dónde atacaban los Mirage cuando hacían vuelo rasante y ni siquiera los captaban con los radares de alerta temprana. Así les hundimos un par de fragatas. Pero cuando hicieron cabeza de playa en Puerto San Carlos se empezó a inclinar la balanza y nosotros tuvimos que inventar cosas que no existían:

– El tractor misilístico
– El gallinero misilístico
– El tobogán misilístico 

El avión tiene tres coheteras por cada plano, cada ala, y cada cohetera tiene 19 cohetes, pero como el suelo malvinero es demasiado blando los Pucará tenían el problema de que se enterraban en el piso y no podían despegar, y a veces, en consecuencia, se les rompía el tren de nariz y quedaban obstaculizando la pista. Muchos Pucará quedaron fuera de servicio. Ese material, cohetes y coheteras, estaba plenamente utilizable. 

Cuando empezó el avance inglés, los armeros idearon la defensa con ese material que bien podíamos usarlo pero no en un avión. Entonces, los armeros pusieron una cohetera arriba de un tractor, de un gallinero, de un tobogán, y conectada a una batería, haciendo contacto con los cables, se disparaba. Un misil tierra – tierra. Un tractor, un gallinero, un tobogán misilístico. Los ingleses no tenían ni idea de dónde venían los misiles.

Otro gran invento fue el ITB (instalación de tiro berreta). Ese lo hicieron los marinos. Los ingenieros de la marina, junto con técnicos de CITEFA, tomaron los últimos dos misiles que sólo se podían usar en las fragatas y los subieron a un camión. Inventaron un control remoto de tiro casero; le cargaban la información a la cabeza del misil para que salga. Entonces, con el radar y con la fragata, que tenía, más o menos, la distancia aproximada, se calculaba la velocidad y se disparaba. El primero, falló. El segundo le dio al destructor Sheffield. 

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