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Historias de Malvinas

Se cumplen cuarenta y dos años del inicio de la guerra de Malvinas. El 2 de abril de 1982, la Junta Militar al mando de Galtieri se alistó en un conflicto bélico para intentar recuperar las islas ocupadas por los ingleses. Después de 74 días, el 14 de junio de 1982 la guerra finalizó con la derrota argentina y un saldo de 632 soldados argentinos muertos y más de 1200 heridos, por el lado de los ingleses hubo 250 soldados muertos. En un nuevo aniversario Zorzal Diario dialogó con Ricardo Rodríguez, Adolfo Luraghi y Antonio Falcón, ex combatientes de San Martín, que fueron abriendo su memoria para contar algunas historias de lo que fueron aquellos días.

Operativo Banzai

“Muchos me preguntan a mi ¿por qué la flota no peleó?”, dice Ricardo Rodríguez, veterano de la Armada. Tiene la voz ronca, el rostro sereno y la chaqueta camuflada luciendo las condecoraciones conseguidas. Responde a los invisibles interlocutores: “porque a la flota de barcos le ordenaron volver al continente y quedarse por allá a custodiar lo que podían hacer los chilenos…”, explica antes que lo interrumpan sus compañeros.

Recordemos que en ese entonces, los hermanos chilenos, mejor dicho, su cúpula militar y política, andaban algo confundidos y habían apoyado a Gran Bretaña en el conflicto del Atlántico Sur. “Por eso la flota nuestra no apareció”, concluye, cuando irrumpe en su relato, Adolfo Luraghi de Aviación Naval: “Estuvimos a punto. No sé si sabés del Operativo Banzai, el primero de mayo.”

Ricardo Rodríguez, veterano de la Armada

“No”, contesta con sinceridad el periodista de Zorzal Diario.

“Toda la flota de ellos estaba cerca de Puerto Argentino. Entonces se llegó a la conclusión de que iban atacar la pista de aterrizaje”, cuenta Luraghi, acomodándose la chomba negra con el escudo de la aviación. Hay que aclarar que esa pista de aterrizaje fue construida por Argentina en el año ´74, así como también hay que decir que fue el Estado Argentino quien le suministró las vacunas del Covid-19 a los Kelpers. Parece que el Imperio Británico sólo ve a las Islas y sus habitantes como un punto estratégico geopolítico (la “autodeterminación”, zonzera aparte).

Pero volviendo al tema, la flota imperial pretendía destrozar la pista y con ella toda la logística del Ejército Argentino en la isla. “Al romper la pista se rompía toda la logística, que es lo peor que le puede pasar en una guerra a un ejército”, agrega Antonio Emilio Falcón, soldado dragoneante y helicopterista. Y es que como las Islas estaban sitiadas por submarinos británicos ningún barco nuestro podía llegar, por lo que la logística debía hacerse vía aérea. Por eso resultaba menester para las fuerzas de Margaret Tatcher (ídola máxima de nuestro actual presidente) atacar la pista de aterrizaje de Puerto Argentino.

Adolfo Luraghi, Aviación Naval

“¿Entonces?”, pregunta entusiasmado el periodista de Zorzal Diario, con todo el cuerpo hacia delante, apuntando el grabador a los entrevistados.

“Las fuerzas armadas habían hecho un plan para atacar con el portaviones y varias fragatas por el norte; y por el sur, venían el Piedrabuena y el Bouchard, con el Crucero Belgrano a cerrarle el camino. Porque si se escapaban para el sur los agarraba el crucero con las dos fragatas”. “¿El crucero Belgrano, y las dos fragatas: Piedrabuena y Bouchard?”, repregunta el periodista, en algo que era más bien una afirmación. Los tres asienten con la cabeza. “Al Belgrano no se le podía acercar nadie”, dicen con orgullo y prosiguen narrando el plan del Operativo Banzai.

“Ese día- continua Luraghi- iban a empezar a atacar los aviones navales desde el portaviones 25 de Mayo. Iban a ser la cabeza de flecha: ocho aviones navales A4 (Skyhawk) con tres bombas cada uno. Iban atacar los dos portaviones de ellos prioritariamente. Se sabía que más del cincuenta por ciento no volvía…” Hace una pausa en el imaginario del Operativo Banzai que nunca se llevó a cabo, y luego vuelve a narrar el plan. “Desde el continente iban atacar los Súper Étendar, cada uno con sus misiles Exocet, y Fuerza Aérea iba atacar con todos los aviones que tenía también a la flota”.

“¿Y por qué no se llevó a cabo el Operativo?”, inquirió el periodista. “Ese día no hubo viento, que es raro que en el sur no haya viento, entonces el portaviones tenía veinticinco nudos, pero los aviones necesitaban cuarenta nudos. No tenían quince que les faltaban para llegar a que despegaran con las tres bombas. Se hizo un cálculo. Con dos bombas tampoco despegaban, podían despegar con una…” Con menor cantidad de bombas, el daño iba a ser menor. Ya que el “factor sorpresa” no causaría el daño previsto, el apoyo de la flota correría un riesgo, tal vez, innecesario. “Entonces ¿fue por el viento que se suspendió un ataque que podría haber dado un giro a la guerra?” Los tres asintieron y no hay forma de describir lo que expresaban los ojos ni el silencio que rodeó a todos.

Al día siguiente del fallido Operativo Banzai, el dos de mayo, Margaret Tatcher dio la orden para hundir el ARA Gral. Belgrano, que surcaba aguas fuera de la zona delimitada para el combate. Llevaba 1093 tripulantes. Fallecieron 323. Casi la mitad de la totalidad de caídos en la Guerra de Malvinas.         

“Acá no se rinde nadie…”

“Bueno, está la foto de los británicos que rompen el candado y morfan, empiezan a comer. Ellos estaban muy jodidos también. Tenían frío. Tenían un problema de tropas ellos. Yo creo que si se hubiera resistido un día más se le sublevaban todos a ellos…”, recuerda Antonio Falcón, presidente de la Asociación de Veteranos de Guerra por Malvinas de San Martín.

“¿Qué pasó el día de la rendición?”, pregunta el periodista de Zorzal Diario con la intención de encontrarle una imagen al 14 de junio de 1982.

“En Río Grande- recuerda Luraghi, mientras los otros dos memoran en silencio con él- nosotros hacíamos puente aéreo continuamente y los últimos tiempos hacíamos exploración, entonces íbamos y dábamos posición porque los aviones de combate, por la autonomía que tenían, era atacar cinco minutos y volver porque si se tardaban más de cinco minutos no le daba el combustible para volver. Entonces la información que podíamos dar era: dónde estaba la flota o los buques más grandes- portaviones, portacontenedores- todo donde ellos tenían logística. Íbamos pasando información, así los aviones salían con esa información atacaban y volvían; entonces era importante recabar esa información para que ellos no perdieran tiempo en el camino o estén buscando y no les diera el combustible para volver”.

Antonio Emilio Falcón, soldado dragoneante y helicopterista

“El catorce -continuó Luraghi- habíamos volado toda la madrugada y como a media mañana estábamos cargando combustible para volver a salir y nos dicen que no, que ya no iba a haber más vuelos, que habíamos firmado un acta de alto al fuego”.

Falcón interrumpió a su compañero: “El alto al fuego lo pidieron ellos”. Ricardo Rodríguez asintió serio y sereno y Luraghi retomó el relato. “Todos olfateamos una rendición porque ya lo conocíamos a Menéndez (gobernador militar de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur durante la guerra). Nos juntamos entre todos en el hangar y dijimos vamos a usar los aviones, vamos a salir a volar. Los de Fuerza Aérea nos apoyaron, dijeron que había cinco Dagger ahí en Río Grande y todo el resto era de la Aviación Naval. Mientras haya pilotos y mecánicos para volar vamos a salir todos”.

“Y ¿por qué no salieron?”

“El tema fue que cuando nos vieron a todos reunidos ahí se avivaron- dice entre risas- que iba haber quilombo y no nos dejaron salir. Nos pusieron los infantes en la puerta y por las dudas que se escapara alguno, porque los aviones ya tenían cargado combustible, empezaron a cerrar la pista con cosas. Con tractores, máquinas, camionetas viejas, cosa de que no despegara ninguno. Sabían que en cualquier momento nos íbamos a ir de ahí, agarrábamos el avión y salíamos. Eso, me enteré después, -cuenta Luraghi pero en la cara de sus compañeros se ve el recuerdo compartido- pasó en todo el continente. No sólo fue en Río Grande sino que fue en San Julián, en todas las bases operativas.”

El TIAR


El Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) es un acuerdo firmado en la Organización de Estados Americanos (OEA) que busca la cooperación en seguridad y defensa. El pacto fue firmado el 2 de septiembre de 1947 en Río de Janeiro, en pleno inicio de la Guerra Fría, dos años antes que la conformación de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).

En su artículo 3 inciso 1, puede leerse: “Las Altas Partes Contratantes convienen en que un ataque armado por parte de cualquier Estado contra un Estado Americano, será considerado como un ataque contra todos los Estados Americanos, y en consecuencia, cada una de dichas Partes Contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque, en ejercicio del derecho inmanente de legítima defensa individual o colectiva que reconoce el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas”.


A decir verdad, y para no ser ingenuos, el TIAR presuponía un respaldo para Estados Unidos, y la continuidad de la Doctrina Monroe, “América para los americanos”, sepa leer entre líneas: América toda para los yanquis.

El 28 de abril de 1982 el órgano del tratado declaró el conflicto como un ataque del Reino Unido que afectaba la seguridad del continente americano. La votación fue de diecisiete países en favor de Argentina y cuatro abstenciones. Los gobiernos de Chile, Colombia, Trinidad y Tobago, y EE.UU se abstuvieron argumentando que Argentina era país “agresor” y que el TIAR era válido sólo en cuestiones de defensa.

El resto, es historia. Por cierto, Estados Unidos siempre vota en contra en nuestro reclamo por la soberanía de las Islas Malvinas.

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