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Sanando infancias rotas: La lucha del Hogar María Luisa

El Hogar Convivencial María Luisa brinda amparo a las infancias en situación de vulnerabilidad: niños y niñas que han sido víctimas de violencia, abuso, maltrato o abandono por parte de sus padres. Zorzal Diario visitó el Hogar y dialogó con su directora, Ana Álvarez, sobre las realidades complejas en las que llegan los menores hasta la campaña para sumar donantes para el mantenimiento de la institución.

Por Silvia Cristófaro y Facundo Nívolo

Ana Álvarez, directora del Hogar de Niños "María Luisa"

“El Hogar de Niños María Luisa alberga, asiste y socorre a niños y jóvenes de ambos géneros, sin distinción de origen, raza o religión”, reza el cartel de entrada del establecimiento, que se encuentra ubicado en la calle Martín Lange 4641 en Villa Ballester. Ana nos recibe en una oficina llena de carpetas y papeles. Cuando le suena el celular, Ana pide disculpas y atiende. Le dice a la persona que está del otro lado del teléfono que la mantenga al tanto de la situación de un menor. “El servicio local me habló para traer a un chiquito, pero estamos con sobrecupo”, cuenta sobre el llamado.

Ana recuerda, con un tono de voz tranquilo, que se recibió de docente de educación física y trabajó en varios programas del Ministerio de Educación. “Estuve diez años acá como voluntaria antes de ser directora. En un principio no quería involucrarme demasiado, porque sabía que el tema de los hogares me gustaba. Un día me pidieron ayuda porque faltaba personal y empecé a quedarme cada vez más. Surgió una vacante para el puesto de dirección, lo hablé con mi familia y acepté porque considero que puedo ayudar para sostener estos dolores”, cuenta Ana sobre la propuesta que recibió hace cinco años.

La historia del hogar se remonta a la inmigración europea, cuando las agrupaciones sociales empezaron a brindar asistencia a las familias que llegaban al país. Ana comentó al respecto: “La inmigración de habla alemana trajo los hogares. Muchas mujeres perdieron a sus maridos y estaban solas con sus hijos. Entonces los chicos se quedaban en el hogar, mientras las mujeres trabajaban”.

El Hogar que en 1972 funcionaba en Aldo Bonzi se mudo a su actual edificio en Villa Ballester, y en esos años ya no había hijos o nietos de alemanes, pero sí una necesidad local de poder brindar asistencia y contención a chicos de la zona.

El cielo estaba cada vez más nublado. La llegada de la noche oscureció la jornada por completo. La lluvia, que dejó varios puntos de la provincia con inundaciones golpeaba con fuerza las ventanas del Hogar María Luisa. El viento movía las copas de los árboles de un lado a otro. Esa noche las puertas del hogar se abrieron una vez más. Esta vez eran dos hermanitos que apenas podían sostener la mirada. Con algunos golpes visibles y otros que se dejaron ver después. Al cerrarse el portón de madera, el ruido de la tormenta se escuchaba un poco menos.

Los cuidadores después de darles de comer a los hermanitos, y de tranquilizarlos, los pusieron debajo de la ducha. Uno de los chiquitos miraba la ducha todo el tiempo con asombro. El otro lloró, no quería ni entrar, y soltó: “Si vienen las ratas se van a ahogar”, dijo mientras no dejaba de mirar el charco de agua que se hacía en el piso.

“Todo chico tiene derecho a una familia para poder desarrollarse física, mental, afectiva y socialmente. Cuando esto no sucede, el Estado interviene y a través de una medida judicial los deriva a un hogar para que reciba el cuidado, el amor, el acompañamiento y los recursos que necesita para crecer y educarse sanamente, esa es nuestra tarea”, remarcó Ana.

“La casa de un niño debería ser su refugio, su lugar seguro, pero en el caso de estos chicos es un infierno. Acá en el hogar tiene que sentirse que está en un ambiente familiar, pero seguro, que es difícil, porque el ambiente familiar que conoce tiene otra connotación”, dijo mientras estaba atenta a las notificaciones que le llegaban a su celular.

En el hogar funcionan tres casas: en el primer piso están los niños de 4 a 12 años, que es mixto. En el segundo piso, se encuentran las adolescentes mujeres de 13 a 17 años, y en el tercer piso, la casa de pre egreso que son chicas de 17 a 21 años.

Hay un grupo de profesionales capacitados para trabajar con cada una de esas edades: “No es lo mismo interpelar o conversar con un adolescente, que con un nene de 4 o de 7 años”. En la planta baja funciona una sala de estudio, el comedor y la cocina. Afuera está el patio con un sector de juegos.

Los chicos van al colegio, realizan deportes y tienen actividades extracurriculares fuera del hogar. “Tratamos que tengan sus actividades fuera porque la idea es prepararlos para la vida. Los llevamos al cine, al teatro, una vez al año tratamos de llevarlos a Temaiken”, comentó Ana, mientras que su mirada estaba atenta al celular.

En el hogar se intenta que las vidas de los chicos se reconstruyan porque sino este patrón de violencia se sigue reproduciendo: “Ser madre o padre se construye, si vos querés cortar la violencia, necesitas trabajar los impactos de la violencia para que esas personas puedan aprender a cuidarse y puedan cuidar a otros”, sentenció.

El Hogar María Luisa es una ONG, el Estado otorga una beca a cada chico de un 30%. El resto de la financiación surge de las donaciones de vecinos y empresas. Entre el hogar y el Estado existe un ejercicio de la corresponsabilidad. Con respecto a esto dijo: “Si bien, hay un trabajo compartido con el Estado, en muchas situaciones somos nosotros los que tenemos que resolver”. 

Los hogares de niños son organizaciones o espacios que cumplen una función esencial en la comunidad. “Estos chicos al no tener familia, son un poquito hijos de nosotros. ¿Por qué de quién son?¿De nadie? Sería muy feo y muy duro crecer pensando que uno es de nadie. Ahora el Estado no está respondiendo con todo lo que debería. ¿Qué hacemos?. Por eso pedimos mayor compromiso a la comunidad, y en especial a las empresas de la zona que colaboren”. 

El Hogar María Luisa en números 

El año pasado 85 chicos pasaron por el Hogar. El 80 % de los egresos se producen a través de los procesos de adopción, que son decididos por el Estado. Hoy, 45 chicos son los que están en el hogar. 300 litros de leche son los que se consumen mensualmente. Kilos y kilos de jabón en polvo se necesitan para lavar la ropa diariamente. Las fundas de los colchones parecen nunca alcanzar por las veces que los chicos se hacen pis en la cama. 

El Hogar deja urnas en los comercios de los alrededores para que la gente pueda colaborar. “Hemos recaudado desde 500 hasta 30 mil pesos. Esa es un opción para ayudar, pero también invitamos a la comunidad a que se hagan donantes mensuales. Es muy importante generar una conciencia social sobre el trabajo que hacemos”, finaliza Ana.

Para ayudar contactarse:

webwww.hogarmarialuisa.org

Instagram: @HogarMariaLuisa

Telefonos: 11 4022-4117 // 11 4768-3931

Texto por Silvia Cristófaro

Fotos por Facundo Nívolo.

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