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La contundencia del feminismo
Sobre visibilidades y presupuestos; deudas pendientes y el cupo como techo. La semana pasada terminó con un Paro Internacional de Mujeres y una enorme movilización en Plaza de Mayo, por el 8 de marzo. El miércoles pasado había estado Rita Segato en la UNSAM, en una conversación guiada por la periodista Mariana Carabajal, y además, en la misma universidad hubo una charla organizada por el sociólogo Gabriel Kessler, que dicta la materia Delito y Ciencias Sociales, donde la temática de violencias de género fue señalada como central por el secretario de Gobierno y Seguridad, José María Fernández y el ex director de Seguridad de Hurlingham, Eugenio Garriga.

El crecimiento del movimiento feminista se viene dando a lo ancho y hacia adentro, en lo profundo. Los espacios que se enfrentan al orden patriarcal son cada vez más convocantes y a la vez se van habilitando certezas cada vez más profundas: respecto del sentido de propiedad sobre los cuerpos de mujeres, niñes, travestis, personas tans, lesbianas y marikas, su mercantilización, su descarte.
Con esta contundencia, con las plazas y plazas que se vienen llenando -primero por la epidemia de femicidios, y también por el aborto seguro, legal y gratuito-, habilitan a diversos actores de la política a pensar cuestiones impensadas.
“La violencia contra las mujeres es la gran deuda en materia de Seguridad que tiene la provincia de Buenos Aires”, se dijo el jueves pasado, cuando el sociólogo Gabriel Kessler convocó a una de las clases de la materia que da en la UNSAM al ex director de Seguridad de Hurlingham, Eugenio Garriga. Según las estadísticas elaboradas durante su gestión, el 20% de las denuncias se radican en la Comisaría de la Mujer, no por jurisdicción-de las otras cinco comisarías-, sino por competencia. Si se suma a las denuncias que se hacen en las otras cinco comisarías, pero que son competencia de la Comisaría de la Mujer, se llega al 40% de las denuncias recibidas.
Esto quiere decir que 4 de cada 10 denuncias tienen que ver con casos de abuso, maltrato, violencia familiar, y todo ese universo de situaciones. Pero, a pesar de ese volúmen de trabajo, en la comisaría de la Mujer de Hurlingham hay solamente dos efectivos de la Policía Bonaerense.
Toda la política de Seguridad debería repensarse teniendo en cuenta esta realidad objetiva. Y además hay una cuestión que tiene que ver con cómo se forma a los y las policías, porque cada agente multiplica las resistencias para dar respuesta a las cuestiones de abuso y violencia familiar, o conflictos barriales, atravesados por cuestiones que requieren otro tipo de intervención, que constituyen la principal demanda. Desde esta perspectiva, se pone en cuestionamiento cierta demagogia punitiva, que insta a los gobernantes a instalar cámaras de seguridad y multiplicar grillas de patrullajes en las zonas más acomodadas.
“Yo no soy psicólogo”, “no fui formado para esto”, dicen los policías cuando se les reclama que escuchen y valoren lo que dice una denunciante, teniendo en cuenta el proceso interno que implica animarse a denunciar. Y no es un problema de mala predisposición: es un problema de recursos y de la formación que reciben -a través de múltiples mecanismos formales e informales-.
El ex funcionario e investigador está seguro de que este porcentaje se repetiría en todos los distritos de la provincia de Buenos Aires, y sobre todo en lo pueblos rurales, donde los delitos callejeros son una expresión mínima. “Así y todo, la cantidad de recursos y la política criminal diseñada quitan a los temas de género de la agenda, siendo el tema que objetivamente es el más relevante”.

En esta dinámica que va desde las pequeñas violencias hasta las violencias más cruentas, hay un trabajo para el que deben asignarse recursos en profesionales de disciplinas como el trabajo social, y la psicología, hasta programas de Promotoras de Género para aportar canales de comunicación entre lo que pasa en los barrios y las instituciones.
José María Fernández, secretario de Gobierno y Seguridad de Gabriel Katopodis también estuvo presente en el Teatro Tornavías de la UNSAM, y afirmó que la comparación entre las denuncias recibidas en febrero de 2018 y el mismo mes de 2019 se registra un incremento del 75%. El año pasado el municipio inauguró el Espacio Mujeres y el Concejo Deliberante aprobó por unanimidad un programa de Promotoras Territoriales de Género.
No tenemos miedo
Si bien la ola de denuncias anónimas por redes sociales contra diversos tipos de violencia de género mezclaba delitos penales, abusos y acosos, y esto pudo haber provocado temor en muchísimas personas, esta rebelión terminó por develar que toda violación se sustenta en una serie de micro machismos que ordenan y rigen en todos los ámbitos de nuestras vidas. Fue un pantallazo de la brutalidad que todas las madres, hermanas, amigas e hijas hemos atravesado más de una vez en la vida, en diferentes grados, y con diversas posibilidades para sobreponernos.
Ahora bien, ¿reclamamos al Estado que dirima cómo debemos vincularnos? La antropóloga Rita Segato estuvo el miércoles en la UNSAM y habló ante un millón y medio de oídos abiertos, con deseos de saborear un shock de feminismo.
“¿Con el castigo voy a modificar la sociedad? Eso es falso. La ley no causa comportamientos. Si los causara no habría abortos. La ley no es determinante de las prácticas de las personas. Lo más importante es la eficacia discursiva, simbólica, performativa, que es la capacidad de persuadir, de convencer. El teatro legislativo no tiene eficacia material”, dijo. Y cuestionó la tendencia de que algunos feminismos piensen que “durmiendo con un abogado en la almohada voy a resolver los problemas entre los chicos y las chicas”.
Según rescató el blog Lobo Suelto desarrolló su punto de vista: “Nosotros no podemos entrar por ese camino porque nuestra sociedad, nuestra historia, nuestra fundación colonial son diferentes. Lo central es dar herramientas a las chicas y los chicos, a los hombres y las mujeres, para que puedan negociar su relación. Y eso el feminismo lo está descuidando. Las personas tienen que poder negociar sin la mediación de los Estados, que siempre nos van a traicionar. Si no aprendemos de la historia, demos clases de relojería”, desafió, porque apuesta a la “conversación”, a que los vínculos puedan construirse con negociaciones que expresen cada punto de vista, “cultivando el arte de pensar en conversación”.

“El patriarcado es la base de la pirámide social y de todas las formas de opresión pensadas por los medios masivos de comunicación, que hoy se están rearmando para enfrentar nuestra amenaza. Una reacción virulenta que es la medida de lo que hemos alcanzado. Vamos para adelante que estamos llegando a destino. Nuestro esfuerzo tiene que retirarnos de la posición de las minorías, de las columnas marginales. Debemos ir del borde al centro de las cuestiones. Eso es lo que está pasando en el presente”.
¿Cuál es “el centro de las cuestiones” al que debemos acercarnos desde los bordes?
Todo beso es político
María Eugenia Vidal, Cristina Fernández de Kirchner, Verónica Magario, Graciela Camaño, Elisa Carrió, son mujeres del centro de la escena política nacional. La militancia en organizaciones, agrupaciones y partidos políticas viene atravesando un largo recorridos de feminización que fue creciendo desde las bases de las tareas sociales, a los más altos cargos de conducción y decisión política.
Si bien la Ley de Cupos del tercio legislativo fue la apertura de una puerta, la ley de paridad que se aprobó en 2016 -gracias al ingenio y la astucia de la renovadora Camaño-, ya en este 2019 estaría operando como techo. Las fuerzas políticas se han dado cuenta por voluntad o por conveniencia de que sus cuadros femeninos son más eficaces, transmiten confianza: es la hora de las mujeres.
Sin embargo no todas estas mujeres serán fieles a los intereses de todas. Hay feminismos de minorías privilegiadas y feminismos con vocación popular. La unidad gremial que logró el feminismo para expresar demandas transversales, como #NiUnaMenos o el derecho al aborto seguro, legal y gratuito, se esparce sobre todo el arco político, de distintas formas.
Por un lado, Vidal niega el diálogo a las y los docentes que hicieron paro porque no les reconocen la pérdida de poder adquisitivo de 2018, cuando la inflación llegó casi al 50%, y les cerraron una paritaria unilateral en 18 magros puntos. Las condiciones edilicias, el cierre de cursos, son la política concreta que expresan a través de la asignación de recursos.
Y por otro lado, Cristina dijo que hay que juntar a los peronistas de pañuelo celeste con los de pañuelo verde. Hacer la unidad, en contra de Macri y de Vidal. La demanda del aborto tiene que ver con la libertad para decidir sobre los propios cuerpos, y con un primer paso para conocer cuál es la situación y evitar cientos de miles de muertes absurdas. Es imposible de equiparar con la demanda de los celestes, que no tiene nada que ver con defender “la vida”, no hay un conflicto con los embriones de los freezer las clínicas privadas. Lo Celeste es una reacción conservadora sobre los vientres y los placeres, no sólo de las mujeres sino de todos aquellos seres que se definen en disidencia con el dominante masculino.
Haciendo esta salvedad, es urgente encontrar estrategias para que el Estado en sus diferentes niveles se ocupe de las cada vez más crueles manifestaciones concretas del patriarcado, que son “objetivamente” el principal problema de Seguridad. Hay que ocupar esos espacios, hay que dar la batalla para que el municipio, la gobernación, la presidencia, todos los legislativos se pueblen de creadoras de estrategias para transformar la realidad.
Hay que ocupar todos los espacios para que se vayan del Estado todos y todas las que pregonan una política punitivista, y de recorte de las políticas educativas, de salud, y con perspectiva de género. ¿Qué porcentaje del presupuesto de Seguridad debería destinarse a estas cuestiones, cuando el 40% de las denuncias que se realizan tiene que ver con este problema? La medida de la posibilidad de lograrlo se viene expresando en las calles, las plazas y las camas. La instituciones, tiemblan.