El genocidio sionista contra el pueblo palestino no es un hecho aislado ni un “conflicto reciente”:…
La ventana, la bala y una tragedia: El asesinato de Sebastián Carrillo.
Por Núcleo de Estudios sobre Violencias
Sebastián Carrillo fue asesinado por un disparo que ingresó por la ventana. En el barrio Independencia, dos bandas disputaban el control del territorio a los tiros. Recibió un disparo letal cuando se acercó a cerrar una ventana. La suya es una tragedia recurrente en los barrios más pobres del conurbano. Por terquedad y por voluntad académica política nos cabe mencionar algunos puntos sobre su asesinato.

Al igual que en todo el mundo, en la Argentina es ineludible la relación entre pobreza y muerte. El barrio donde asesinaron a Sebastián está brutalmente golpeado por la pobreza. Como punto de partida, es necesario destacar que estadísticamente las muertes violentas se producen más entre los pobres. A modo de ejemplo veamos los homicidios dolosos: en San Martín, al igual que en todo el conurbano, los homicidios se dan en los barrios más pobres. Las comisaría donde anualmente se congregan los asesinatos son la 4°, la 5° y la 8°. Las dos primeras encargadas del Área reconquista la zona más vulnerable del municipio y la 8° con jurisdicción en la zona de Loyola otra área hiper vulnerable. Pensar la distribución desigual de los homicidios por barrios nos obliga a decir que morir violentamente es una variable de clase.
En tono con esta afirmación debemos mencionar que los suicidios y los accidentes viales tienen esta misma dirección: golpean a los más pobres. Estas muertes violentas son poco tematizadas y muchas veces quedan ocultas por los asesinatos. Es hora de hablar de suicidios, es momento de pensar en los accidentes viales. Es tiempo de reflexionar sobre las causas por las que estas muertes violentas se dan con mucha más frecuencia entre los más pobres.
La relación entre muerte y pobreza es tan evidente que en los barrios populares la muerte llega once años antes que en la media nacional. Si sos pobre, morís más joven.

La elocuencia de la pirámide nos deja atónitos. Desnuda una desigualdad básica: la vida y la muerte. Desigualdad que es resultado directo de la forma de intervención Estatal en estos espacios. El día que asesinaron a Sebastián los tiroteos habían empezado desde temprano. Si bien los vecinos habían llamado al 911 la policía no fue. Más aún: cuando la bala lo hirió de muerte llamaron a la ambulancia que tampoco fue. El Estado atiende de forma desigual. No intervenir es una forma de intervención.
Volvamos al asesinato. En el marco de un tiroteo entre dos facciones que se disputan el territorio en un barrio pobre de San Martín, Sebastián recibe un tiro al asomarse por una ventana de la casa de su novia. Volvemos a decir aquí la necesidad de esquivar el imaginario narco. Aunque algunas violencias se expresen de un modo similar al de ese imaginario narco y dialoguen con el mismo, ello no implica que nos encontremos ante el escenario de otros países latinoamericanos. Claro que hay organizaciones criminales, pero son bandas desorganizadas, poco profesionales y de menor escala. Sebastián fallece en una disputa entre fisuras que disparan para cualquier lado. Entonces diremos que no son narcos pero sí son transas que en la mayor parte de los casos buscan ganarse unos pocos pesos para fondear gastos regulares (principalmente sus adicciones). Mencionamos un elemento más para comprender la complejidad del problema: los transas son vecinos y en los barrios todos los conocen. La capilaridad del mundo del mercado de drogas ilegales en estos barrios es mayúscula: casi todos los vecinos tienen alguna relación con el mundo transa. Los transas ganaron un protagonismo enorme en la vida barrial, venden falopa, prestan plata y dan trabajo en sus estructuras desorganizadas. En los barrios pobres los transas son cada vez más importantes.
Para finalizar, hablemos de la policía. Cuando hablan del accionar policial en estos barrios los vecinos señalan tres cuestiones. Que no van cuando se los llama que, cuando aparecen, muchas veces abusan del uso de la fuerza y “verduguean” a los pibes. Una combinación de ausencia y hostigamiento, que es una forma particular de intervención en los barrios empobrecidos. Por último, los vecinos señalan que los policías transan con los transas. Sobre esta última cuestión queremos detenernos. Las policías regulan los delitos. Lo hacen todas las policías del mundo. Regular es controlar la calle, es ordenar algunas formas del delito, como la venta de drogas. No todos los delitos se regulan pero la venta de drogas sí. Regular es transar con los transas para que no usen la violencia, para que no adulteren la falopa. Regular es controlar el territorio. Es necesario abrir el lente y mirar a todos los actores que están involucrados en la regulación que hace la policía del delito. La policía es un eslabón, el más visible, de una cadena de regulaciones. Regular el delito sirve mientras no se prenda fuego la calle. Ninguna policía quiere que quede en evidencia su carácter regulatorio. El homicidio de Sebastián es una ruptura de esa regulación; toda muerte es la muestra de una falla en la regulación.
La ventana que intentó cerrar Sebastián está aún abierta: la muerte violenta persigue recurrentemente a los jóvenes de los barrios. Nos preguntamos: ¿Hay alguien que esté pensando realmente en cómo cerrarla?