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Marcha Mundial contra Bayer-Monsanto y Syngenta

Una mujer recorre hospitales en busca de un diagnostico a su padecimiento. Nadie le puede dar respuestas sobre el mal que la aqueja. Al principio eran síntomas leves: alergias, picazón. Luego estuvo meses sin poder caminar por dolores de huesos. Nadie le sabía decir las causas, hasta que un médico la mandó a realizar un análisis que no se había realizado. La mujer vive en el barrio Virrey del Pino, en el partido bonaerense de La Matanza, frente a un campo de soja. Cuando fumigan el tractor pasa a cuatro metros de la puerta de su casa, hace nueve años que vive ahí. Como a ella, a su marido y sus hijos también les dolía todos los días la cabeza y a veces les sangraba la nariz.

El medico dio en el blanco. La mujer esta envenenada con lo que fumigan los campos linderos en donde vive, piensa en sus hijos, y luego del análisis, también recibe la triste noticia: tienen glifosato en la sangre. El municipio hace la vista gorda y permite la fumigación en zona urbana. Es una de las primeras mujeres del barrio que se empezaron a organizar, al reconocer cómo afecta a su salud y a la de todas las familias de la zona, en la Asamblea de vecinos envenenados por el glifosato de La Matanza.

Ninguna autoridad del gobierno parece escuchar a la mujer que sigue contando su historia, esta vez a través de un mensaje, ya que no pudo concurrir por su salud, a la Marcha Mundial contra Monsanto, Bayer y Syngenta que se realizó el pasado sábado 21 de mayo.

La cita comenzó a las 13 frente al Congreso para a las 17 marchar a Plaza de Mayo en rechazo a la producción de semillas transgénicas y agrotóxicos. En esta ocasión se suma el rechazo a la producción del recientemente aprobado trigo transgénico HB4. En la plaza del Congreso algunas banderas de las organizaciones que convocan cuelgan de las rejas. Hay una olla popular vegana, debates, música, feria agroecológica.

Guillermo Floguera, biólogo y filosofo, investigador del Conicet, tomó el micrófono y habló al respecto de la marcha: “Hay acá gente de diferentes sectores, comunidades territoriales, partidos políticos, organizaciones sociales: la lucha contra el agronegocio es la misma lucha que están teniendo los pueblos con extracción de litio, la misma lucha contra la megamineria y en cada lugar donde se llevan a cabo las políticas de extractivismo sin medir las consecuencias ambientales que eso significa.

El glifosato genera en el organismo humano desde problemas dermatológicos, respiratorios o intestinales, hasta cáncer y malformaciones. Es un herbicida que se utiliza para cultivos con semillas transgénicas. El 25 de marzo de 1996, se firmó la Ley 167/96, mediante la cual el entonces Ministro de Agricultura, Felipe Solá, autorizaba la producción y comercialización de la sojaRR, propiedad de Monsanto, en Argentina. Desde ese momento el estado entregó nuestra soberanía alimentaria a las empresas vinculadas al agronegocio.

Juan Esteche, licenciado en nutrición e integrante del Proyecto Timón Verde, que forma parte de la coordinadora Basta de Falsas Soluciones (BFS), contó a este medio que están llevando esta lucha desde hace muchos años en contra de este modelo totalmente improductivo e insostenible que utiliza agrotóxicos y  que no está  alimentado a la población mundial sino que la está sumergiendo aún más cada día en este colapso climático y ecológico.

Estas sustancias, muchas de ellas prohibidas en otros países, fueron incrementándose en cantidad con el correr de los años. Actualmente se esparcen más de 500 millones de litros de agrotóxicos por año en Argentina, encontrándose en el 90% de los alimentos procesados, en frutas, verduras y cereales y en pañales, toallitas femeninas y demás productos de algodón. También se han encontrado agrotóxicos en sangre y orina humanas, en leche materna, en cursos de ríos y hasta en agua de lluvia.

En cuanto al trigo transgénico Esteche afirmó que este paquete tecnológico que se lo llama HB4, “desde el marketing se presenta como una semilla resistente a la sequía, que eso puede ser una realidad pero detrás de todo eso hay un paquete cargado de lo que ellos llaman fitosanitarios y que en realidad son agrotóxicos. Encabezamos una triste estadística, somos el país con más litros de agrotóxicos por habitante. Esto del trigo va a sumar más agrotóxicos, en este caso el protagonista es el glufosinato de amonio, aun mucho más potente y letal que el glifosato, que conocemos por la soja transgénica, al que las malezas ya se acostumbraron. Ahora esta tecnología HB4 va a seguir potenciando todos los venenos que se tiran en nuestro suelo, que contaminan aire, agua y tierra”.

Entre los presentes se encontraba mucha gente autoconvocada, como es el caso de Ramón, de 72 años, que con una bandera con los colores de los pueblos originarios sobre su espalda, un cartel de reclamo en su pecho y lágrimas en los ojos, narró su historia: “Me crié en el campo, a los 13 ya trabajaba. Podíamos disfrutar porque la semilla era verdadera: el sorgo kafir, el maíz, el trigo, el centeno, la avena. Crecían y los animales comían toda esa pastura y no les hacía daño. Con el correr de los años vino el yuyo verde, la soja. Al principio no se fumigaba, contrataban gente para que desyuyara, la gente iba con la pala, la azada. Yo lo hice. A los pocos años salió la fumigación. Basta de transgénicos volvamos otra vez atrás, cuando la semilla era semilla y no nos olvidemos de la diversidad”.

Belén Sproviero, oriunda de San Pedro, donde paso su vida “a orillas del Paraná”, es autora del libro “Espíritu Querandí” que vende en un pequeño puesto improvisado. Cuenta que vino a la plaza “porque estoy a favor de la tierra natural, por eso pienso en los Querandíes que siempre decían que la tierra era generosa, tiraban una semilla y crecía, los ríos estaban llenos de peces, los arboles daban sus frutos y a ellos les permitía intercambiar alimentos con otras tribus. A mí ya me sacaron el Paraná en el que crecí, hicieron desordenes con los canales sin pensar en nada, un desastre”.

Perla Herro, cocinera natural (supo hacerlo para Sting) que combina veganismo, agroecología y soberanía alimentaria en sus platos, que presenta como una trinchera contra las corporaciones alimenticias, es activista ecológica e integra Slow Food Argentina. También se hizo presente en la marcha: “Nos están envenenando la comida, nos tenemos que preguntar no solo de donde viene lo que comemos, quien lo produce, sino en qué condiciones lo produce. Tenemos que trabajar, seguir en la calle porque es la única manera de visibilizar esto. Ellos son poderosos, nosotros somos millones. Lo del trigo es un desastre para la mesa de todos, va a ser un desastre no solo ambiental sino en nuestro cuerpo, en la salud. Pareciera que ingresan dólares, es la defensa que hacen: que es un aporte interesante para el país. Pero el costo ambiental y de salud que tiene esto no se está contabilizando”.

Estas consecuencias no son sufridas únicamente por quienes habitan las áreas rurales, que sufren más directamente las consecuencias de las fumigaciones, las personas que viven en ciudades también son afectados a través de los alimentos que consumen.

También se encontraba, en una de las mesas que se dieron en la plaza, Verónica, representante de Pioneros por el Agua, una organización de Campana, que contó la lucha que mantienen con el Municipio en el barrio Pioneros porque los campos linderos fumigan la zona de las casas y sobre todo de la escuela a donde asisten todos los niños y niñas de los barrios y donde ya se encontraron restos de glifosato en orina.

La Asamblea de vecinos autoconvocados de La Matanza también se hizo presente y denunciaron que están fumigando campos de soja en la zona más densamente poblada del país. También denunciaron a la empresa Klaukol que está en el barrio Virrey del Pino del mismo partido, que viene contaminando hace más de dos décadas, envenenando a los vecinos donde ya hay más de cien muertos por distintos tipos de cáncer. También denunciaron la presencia del CEAMSE que desde el 2009 debería estar cerrado pero sigue funcionando y contaminando el agua de los vecinos y de las escuelas y también los humedales de la cuenca Matanza-Riachuelo.

Carlos, integrante de la Asamblea, expreso: “Vivimos en un territorio envenenado, donde el municipio mira para otro lado y es cómplice de lo que realizan estas empresas y vende al municipio como si fuera la capital industrial y el corazón verde de la provincia”. Contaron también de su lucha y organización, de la cual surgió una ordenanza que presentaron en el consejo deliberante para parar las fumigaciones y como en noviembre se pusieron frente a los tractores para detenerlas y a partir de ese momento no han logrado fumigar.

El municipio de La Matanza, denunciaron, “también persigue a los vecinos porque no tienen tierra donde vivir y si encima se meten en la lucha contra los agrotóxicos corren el riesgo de perder su vivienda, entones luchamos contra eso también. Queremos impulsar el modelo de la agroecología, podemos construir otro modelo que permita generar alimentos sanos y baratos para los vecinos del barrio que sufren hambre y desocupación”.

Trigo HB4, el nuevo veneno

El 11 de mayo de 2022, Julian Dominguez, Ministro  de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, a través de la Resolución 27/2022 de la Secretaría de Alimentos, Bioeconomía y Desarrollo Regional, autorizó al Instituto de Agrobiotecnología Rosario (INDEAR S.A.) a comercializar la semilla y a los productos y subproductos derivados provenientes del trigo HB4. También a toda la progenie derivada de los cruzamientos de este material con cualquier trigo no modificado genéticamente. Argentina se convierte en el primer país del mundo en aprobar un trigo transgénico. 

La medida beneficia a la empresa argentina Bioceres, donde son accionistas Gustavo Grobocopatel y Hugo Sigman, junto con la multinacional francesa Florimond Desprez. El nuevo transgénico implica el uso del herbicida glufosinato de amonio y, mediante todos los derivados de la harina, estará en los alimentos argentinos. El trigo HB4, es un cultivo modificado genéticamente para ser tolerante a la sequía y resistente al herbicida glufosinato de amonio, un veneno más tóxico que el glifosato. INDEAR es una entidad de servicios de investigación y desarrollo del propio Grupo Bioceres. El trigo HB4 es un producto que nació por la colaboración público privada, ante una iniciativa de la Dra. Raquel Chan del Conicet y la Universidad del Litoral.

La decisión del Gobierno desoye el reclamo de cientos de organizaciones sociales y campesinas, y de miles de científicos que exigieron detener el avance de este transgénico. Denuncian la falta de transparencia en el procedimiento de aprobación del trigo HB4, la contaminación que producirá sobre otros trigos no transgénicos y el aumento del uso de agrotóxicos que supondrá su cultivo.

El año pasado, se sembraron en Argentina unas 6000 hectáreas de trigo HB4, de acuerdo a lo que informó Bioceres. Como resultado, se estima que a fines del año pasado se cosecharon y acopiaron unas 17.000 toneladas. Este año, volvió a sembrarse en Buenos Aires, La Pampa, Córdoba, Santa Fe y Santiago del Estero, de acuerdo a lo que publicita la empresa en sus redes sociales. También anunciaron su cultivo en el Noreste argentino.

En octubre pasado, más de mil investigadoras e investigadores del Conicet y de universidades públicas de la Argentina rechazaron la aprobación del trigo HB4 y advirtieron sobre los riesgos para la salud y el ambiente.

Lo concreto es que por primera vez en el mundo se promueve el cultivo de trigo transgénico, un trigo que tiene un destino de consumo humano casi exclusivo. Un trigo que podrá ser fumigado intensamente con glufosinato (LibertyR de Bayer) para que no crezcan otras plantas (malezas) en el cultivo que puedan disminuir su rendimiento.

De esta manera, Argentina sería el primer país en el que los productores agrícolas podrían implantar trigo transgénico.

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