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“Nadie tendría que venir a buscar un plato de comida, lo tendrían que tener en sus casas”
Con el objetivo de construir una sociedad más igualitaria, Yeny Jacqueline Ybiris, prepara la cena para chicos y grandes en el barrio Lanzone, del partido bonaerense de San Martín. La mujer trans de 40 años, lo hace porque como muchos comprende, el olvido social que existe en las barriadas populares del conurbano. Además, lleva adelante una encarecida lucha contra la violencia machista que aqueja a la comunidad en su conjunto, y acompaña a mujeres que transitan esta problemática.
El comedor “Cosme Damián”, está ubicado sobre la calle B al 8349, esquina calle 4. Allí, Yeny empezó hace una década con su propio emprendimiento, porque sintió la necesidad de ponerlo en marcha. En aquel tiempo estaba la casa pero faltaba el techo, perseveró y logró terminar el lugar que hoy satisface a muchos de los vecinos, quienes en forma de agradecimiento, decidieron acercarse para darle una mano.
La mujer tuvo una vida muy sufrida y es lo que la lleva a compartir lo poco que tiene. En su crudo relato cuenta, que vio a chicos con hambre, sin zapatillas, otros comiendo de la basura del CEAMSE que está a unas pocas cuadras del comedor.
“Ver a los más pequeños pidiendo un pedazo de pan fue lo que nos movilizó. Entonces comenzamos a preparar la cena para repartir a las niñas y niños, también a sus padres, y cuando no tengo comida hecha les doy para que se cocinen. Con la situación del país ya no lo puedo hacer todos los días, solo jueves, viernes y sábados. Sinceramente ahora nos cuesta más que antes”, explica a Zorzal Diario, Yeny.
Su madre tuvo 9 partos, incluido el de ella, se criaron en el barrio Independencia y hace diez que están en Lanzone. Con los ojos brillosos, Yeny recuerda que su crianza fue difícil porque son muchos hermanos y su padre apenas era ayudante de albañil.
“Cuando yo era chica iba a capital a pedir, limpiaba una verdulería a cambio de un poco de verdura. De este modo ayudaba en mi casa, en las panaderías me daban pan. Recuerdo que íbamos al mercado central de Belgrano .R, jugábamos en la plaza y luego ingresábamos a limpiar los locales y pasillos, nos daban muchas cosas, incluso carne. En aquellos años caminamos quince cuadras para ir a buscar la caja del pan que entregaba el gobierno. Pero agradezco a la vida que de todo lo que padecí saqué algo bueno: y es lo que me impulsa hacer lo que hago”, cuenta Yeny, emocionada.
Y continua: “Hay tres chiquitos que vienen acá, dos no se criaron con el padre, uno con la madre y es el mas salvaje. Una vez lo vi tomar agua de la zanja, en invierno sin zapatillas y en pantalón corto: que él haya entrado a mi casa fue algo muy grande para mí. Recuerdo que me brotó la alegría y agarré el teléfono y empecé a llamar para todos lados para pedir ropa y calzados. Por suerte hay gente que se solidariza y conseguí todo, creo que es consecuencia de la buena relación con la gente del barrio”.
Los pasillos del bario Lanzone acarrean la tristeza de la gente que tiene los sueños en tiniebla. Por culpa del abandono, de la injusticia social, que no permite que todas la niñas y niños que nacen en el país tengan las mismas posibilidades.
“Hay tres personas que trabajan acá, las mandan del Movimiento Evita, ellos les dan un salario para que ayuden en el comedor. También recibimos algunas mercaderías, y cuando me dan cosas que son para hacer merendero yo las cambio por cosas para la cena. Dos veces por semanas recibo un poco de pollo y algo de carne, cualquier persona que nos quiera ayudar le estaremos muy agradecidas”, dice Yeny.
Pero asevera con vehemencia: “Lo cierto es que nadie tendría que venir a buscar un plato de comida, lo tendrían que tener en sus casas. Tampoco hay que acusar siempre a los padres, porque la sociedad desconoce o no quiere ver los problemas que ellos tienen. Lo concreto es que no hay trabajo y la gente no tiene para comer, no tienen las herramientas necesarias para construir su propia economía en el hogar”.
Ella está preocupada porque la garrafa de gas prácticamente desaparece, le cuesta casi trescientos pesos y sale de su bolsillo o lo que juntan entre quienes están ahí. Pero de todos modos pudieron festejar el Día del Niño.
“Ese día vinieron unos doscientos chicos, todos los del barrio, hasta para repartirles los juegos nos contaba. Sobraron varios juguetes que luego los donamos a un hospital donde hay chicos haciendo tratamiento para vencer el cáncer. Vinieron con una camioneta para llevarles los chiches y después nos mandaron fotos”, recuerda.
Sumado al fecundo trabajo que hace con los más pequeños, Yeny lleva adelante una encarecida lucha contra la violencia machista que aqueja a la comunidad en su conjunto.
Cuenta que cuando empezó a trabajar con las cooperativas, fue elegida para dictar clases sobre violencia de género, educación sexual y como promotora de salud.
“Empecé a estudiar sobre violencia de género y también infantil, al poco tiempo estaba dando clases de educación sexual. Fui capacitada en el Instituto Alexander Fleming y en el Belgrano. Luego ejercí en las cooperativas y la salita 107 del barrio Independencia. Salíamos con el director de este espacio a recorrer colegios o alguna capilla y ahí dábamos estas enseñanzas “, cuenta Yeny.
Y finaliza: “En el barrio, este tema es muy complicado, me ha tocado acompañar a mujeres que eran golpeadas por sus maridos. Hacíamos las denuncias y las acompañábamos a diario porque son casos muy jodidos, con el tema de la perimetral porque no se cumple. Hasta han venido los maridos violentos a mi casa, uno intentó pegarme con un palo. Una vez me quisieron prender fuego mi casa, sufría la misma violencia que ellas, lo padecíamos juntas”.
Por Jesús Cabral // Fotos Evelyn Schonfeld