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OPINIÓN | La libertad de odiar

Por Miranda Veliz BlancoFotos: Camila Blitz

Hace casi un mes, en el barrio de Barracas, un hombre se creyó dueño de la vida de cuatro mujeres. Armó una molotov y la hizo explotar en el cuarto de la pensión en el que sus víctimas dormían. Tres de ellas, Pamela Cobas, Roxana Figueroa y Andrea Amarante, murieron, mientras que la cuarta, Sofía Castro Riglos, sufrió heridas de gravedad, pero logró sobrevivir.Cuando se busca “lesbicidio” enel diccionario de la Real Academia Española lanza “su búsqueda no produjo resultados”. Es decir, no está definido por una institución cultural, pero aun así pasa.

Los femicidas siempre tienen un “motivo” para atacar a las mujeres. Esta vez fue por lesbianas. Una cree que lo impactante es que sigan matando mujeres porque sí. Sin embargo, la relevancia la tomaron comentarios que cuestionaban si se trataba o no de un lesbicidio, ya que esta palabra no está contemplada en la RAE.

Para la tranquilidad de quienes discutían que tipo de caratula debía tener el caso, como el vocero presidencial, Manuel Adorni, desde la cuenta de X de la RAE respondieron: “’Lesbicidio’ es un neologismo bien formado a partir de ‘lesbi(ana)’ y el elemento compositivo ‘-cidio’ (‘acción de matar’) para designar el asesinato de una mujer lesbiana por su orientación sexual”.

¿Ahora sí es válido? A nueve años del primer Ni Una Menos, la cantidad de muertes de mujeres a manos de hombres no disminuyen sino que, al contrario, aumentan.

¿Hay algo que pueda explicar esto?

A lo largo del mundo la ultraderecha viene arrasando electoralmente, algo que demuestra el retroceso que vivimos como sociedad, con ideas como prohibir el aborto, el matrimonio igualitario, y hasta volver atrás con la ley de divorcio. Entonces, ¿es realmente posible esperar un avance en materia de femicidios? ¿O es chocarnos nuevamente contra la pared?

Desde los medios y los distintos sectores políticos se habla de que este hecho fue impulsado por los discursos de odio de figuras relevantes, como el presidente de la nación, Javier Milei, que comparó el matrimonio igualitario con tener sexo con elefantes. O su canciller, Diana Mondino, que aseguró estar de acuerdo con “el proyecto de vida de cada uno”, porque es una “elección”, pero “si elegís tener piojos y alguien no le gusta que los tengas, no te quejes”.

Esta idea de los discursos de odio como base para fomentar la discriminación y los asesinatos es totalmente cierta. El espacio “libertario”, entre comillas porque libertad es lo que falta, es totalmente homofóbico, xenófobo y autoritario.

En lo que va del año se registraron 127 femicidios. Hablamos de cinco meses, donde es claro que la violencia aumentó y queda demostrado en cada discurso que da el presidente o alguno de sus allegados.

Sin embargo, ¿podemos hablar solo de un espacio político? No, primero porque las penas por abusos, violaciones y femicidios no son un ejemplo; y segundo, porque no hay un solo espacio que realmente se ocupe ni preocupe por la seguridad de las mujeres.

El claro ejemplo es el intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, del Partido Justicialista, quien fue procesado por abuso sexual a su secretaria. A pesar de esto, desde el entorno opositor no hay una sola muestra de apoyo a la víctima. Axel Kicillof, gobernador de la Provincia de Buenos Aires, posó con el acusado en una actividad realizada en Lomas del Mirador. Mientras que, Carlos Bianco, ministro de Gobierno bonaerense, aseguró que el intendente “tendrá que ejercer su derecho a la defensa como corresponde” y “toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario”. Hablamos de funcionarios, de todos los partidos políticos, que no solo avalan este tipo de actitudes, sino que tampoco salieron a repudiar el lesbicidio de las mujeres de Barracas, ni a pedir la justa actuación, aunque sea por una vez, de la justicia.

Es un orgullo, y al mismo tiempo vergonzoso, que sean nuestras referentes culturales quienes alcen la voz contra nuestras muertes. La cantante y personalidad destacada de la cultura, además de víctima de los ataques presidenciales, Lali Espósito, fue de las pocas que utilizó su visibilidad y pidió justicia y acción frente al asesinato de Pamela, Andrea y Roxana. “No debería parecernos normal. No nos acostumbremos a escuchar estas historias. Porque es la vida de mucha gente, de nuestros amigos, de nuestros amores, de la gente que merece vivir en libertad, justamente”, manifestó.

¿Hay que ser mujer o parte de la comunidad LGBTIQ+ para tener un mínimo de empatía frente a estos hechos aberrantes y esperar que no sucedan más? Al parecer, en la Argentina de hoy, sí. Si bien el Estado, hoy literalmente, no está presente, siempre lo estuvo, pero no para nosotras.

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