Paredes despintadas
Por Lautaro Stirparo
Con el aumento del precio de los aerosoles, quienes pintaban y pertenecían a una clase trabajadora, sumado a las restricciones policiales, perdieron la oportunidad de mostrarse en las calles con su arte. Los grafiteros Roes y Ferck, pertenecientes al grupo “Pendejos Crew” (PSC) de Caseros, dialogaron con Zorzal Diario acerca de la caída de la cultura grafitera en la zona noroeste del conurbano bonaerense y una pregunta queda en el aire: ¿El graffiti perdió su autenticidad?

Los graffitis se volvieron una estética que representa “urbanidad”, más que una actividad artística en sí misma y se alejaron de la cultura Hip-Hop y de los códigos originales que hacen al graffiti. “Eramos unos pendejos con mucho tiempo solos y nos gustaba hacer quilombo”, recuerda Ferck, sobre sus inicios.
Es de suma importancia comprender la diferencia entre los distintos tipos de pintadas en las calles y el graffiti. Este último comprende una dinámica diferente en su creación artística, algo así como el lugar donde el vandalismo se encuentra con el arte.
El inicio del arte urbano y las pintadas en las paredes comenzó antes de la existencia del Hip-Hop. Ligado a esta cultura, el graffiti llega a la Argentina a finales de la década del ’90, pero encuentra su auge durante las décadas del 2000 y 2010, cuando se convirtió en uno de los centros de graffiti más importantes de Latinoamérica.
Haber nacido durante la “era dorada del graffiti”, el tiempo libre y la rebeldía acercaron a Roes y a Ferck a la cultura grafitera. Horas en las calles y una constante búsqueda por espacios vacíos y lugares prohibidos donde dejar sus marcas, se volvieron en una obsesión y así comenzó Pendejos Crew (PSC), nombre que Ferck explica se lo pusieron “de tanto que nos dijeron pendejos de mierda”.

Una crew es una comunidad de grafiteros que bajo un mismo tag (firma) realizan graffitis en las calles, con el fin de mostrarse presentes. Es durante la decada del 2010 que crece cada vez más la cantidad de crews en la zona noroeste del conurbano, convirtiendo las calles y las fábricas abandonadas en una verdadera galería de arte.
Sobre cuales son las dinamicas del graffiti Ferck reflexiona: “Como todo en el Hip-Hop, el graffiti es competencia: quién esta más alto, quién hace más bardo, quién está más presente, quién es mejor”.
La competencia constante es esencial para mantener vivo al graffiti y la cultura del Hip-Hop. Ganarse uno mismo un lugar en la calle y en las paredes. Hacerse un nombre entre las crews. La competencia es por el reconocimiento, pintando sobre los graffitis de otros, haciéndose notar como superior. Sin esto la cultura pierde su esencia.
La caída del Graffiti
“Ahora todo es más tranquilo, ahora se tolera más. Antes se tapaban más los graffitis y se lo vivía de manera más real”, afirma Roes. Fueron varias las causas que terminaron con el movimiento grafitero en la zona. Por un lado el factor económico: los precios de los aerosoles se dispararon, y se terminaron las ansias de aquellos sectores que producían los grafitis. “Antes me pesaba la mochila de tantas latas, ahora ya no es rentable”, comenta Ferck.

Con artistas más preocupados por su subsistencia que en dejar su marca en las calles, los graffitis quedan añejos en las paredes y la cultura se pierde un reemplazo generacional de grafiteros. Al mismo tiempo el graffiti sufre una paradoja. Cada vez es más aceptado y al mismo tiempo las restricciones de la policía se vuelven más pesadas.
Para Roes el cambio en los precios fue muy determinante para la cultura graffitera: “Los aerosoles para pintar eran muy accesibles, con cien pesos podías comprar cuatro latas y hacer una buena pintada, juntábamos la plata de la merienda y la gastábamos en el graffiti. Hoy en día existe un graffiti rebajado con agua”.
Para quienes comenzaron en la movida hace ya quince años el graffiti perdió su rol y se convirtió en una estética, en una marca que se refiere a algo que ya no existe. Ya no se trata de personas buscando mostrarse en las calles sino de una forma de representar una estetica urbana y “hiphopera”. Pero está alejado completamente de la dinámica original del graffiti.
Al mismo tiempo de ser aceptado, también es censurado. El personal destinado a borrar los grafitis, las cámaras de seguridad y los problemas con la justicia se volvieron un obstáculo para que se renueve la siguiente generación de grafiteros. Las extravagancias realizadas hace unos años como los “Hall Trains” (pintar vagones enteros de trenes y subtes) dejaron de ser usuales y solo quedan algunas crew activas que ocasionalmente aparecen para dejar su marca en las paredes.
“La lata es sinónimo de escrache, de que te estas mandando una cagada. Pero con un pincel no dicen lo mismo. Yo cuando pinto, me pongo en segundo lugar, en ese grafiti están mis amigos, una anécdota o un recuerdo. Una forma de llamar la atención en esta sociedad. Es hacer un poco de ruido”, aclara Ferck.


