El genocidio sionista contra el pueblo palestino no es un hecho aislado ni un “conflicto reciente”:…
¿Quién te ha visto y quién te ve? Alemania en medio de la guerra contra el cine argentino

El vidrio puede cortarle la yema de los dedos. Por que, entre penumbras, la mano de una niña acaricia la pantalla rota de una televisión de 1996. En silencio, una lluvia interferente y monocromática impide ver el programa que se está emitiendo.
La película Alemania se estrenó en la víspera de la guerra mileista contra el cine argentino. Se trata de una “batalla cultural” en la cual el presidente y su gobierno sentencian al escarnio público a artistas musicales y periodistas.
Lola se encuentra sentada al borde de una pileta de natación, con el chico que le gusta, en medio de una noche de verano de Villa Ballester. Le ve la piel porque él se sacó la remera para invitarla a arrojarse al vacío. El vencer el miedo en algunos casos es épico, en otros casos, simplemente como se puede. Ella salta del trampolín pataleando y gritando en el aire, haciendo que la negritud del otro lado de la sala de cine, estalle de risa.


María Zanetti y su productor Juan Pablo MIller presentaron casi todas las funciones donde se estrenó la película. Y el público respondió no solo a su ópera prima, también al gobierno y sus voceros, que dicen que el cine argentino es una mierda y no lo ve nadie: Más de veinte mil personas pagaron su entrada para ver Alemania.
También están los miles de espectadores sin registrar. Espacios culturales que no cortan boleto y no se contabilizan, en lugares en donde directora y productor pusieron la caripela y esparcieron la monotonía implacable de quienes evangelizan con lo nuestro: Si nosotros y nosotras no contamos nuestras historias ¿Quién las va a contar?
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La densidad y el filo de un cara a cara en charlas definitivas de sobremesa familiar que Gustavo Cerati supo escenificar en la canción Té para 3, María Zanetti lo reconstruye una escena. En ella, le hizo decir a la madre de Lola que no es su responsabilidad, que no es su culpa. Que no es su culpa. En respuesta, las luces tenues del comedor contornean el ruedo homogéneo de una lágrima que cae sobre la mesa para fundir a madre e hija en el desahogo de un abrazo.
Una fotografía a cargo de Agustín Barrutia y la dirección de arte a cargo de Micaela Saiegh hicieron de una película en pesos, un viaje en el tiempo de tres décadas. Directo a una tarde ambarina donde una abuela y su nieta, recortadas por una ventana del barrio de San Andrés, son cómplices de recuerdos que no se borran más.
Las actuaciones de Maite Aguilar, Miranda de la Serna, María Ucedo y Walter Jacob dan cuenta de un compromiso interiorizado. Como si esas actrices hubieran sido realmente esas personas y esa familia. Como si hubieran habitado esas habitaciones y hubieran vivido en esa casa años atrás.

No estoy en contra de las plataformas, dice la directora. No son las plataformas o el INCAA ¡son las plataformas y el INCAA!. Es la potencia de una industria que pone sus obras a competir con presupuestos quince veces inferior al de otros países y aun así logra protagonismo en los más importantes festivales de cine del planeta. Y querer destruir eso, es un sinsentido, es irresponsable. Irresponsable, repite Zanetti.
Víctima de soledad, víctima de un mal extraño, mi corazón se ha partido en dos. Sobre la mesa, las heridas ocultas de la mente de las que nadie habla. La obra exhibe cómo médula en carne viva, la convivencia de una familia con una integrante con padecimientos mentales. Así, se expone también su creadora, quién comenzó a escribir la historia pocos meses después del suicidio de su hermano, y en medio del confinamiento por el Covid19.
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Como vivir en aeropuerto. La voz temblorosa en la grabación de cassette ya no importa de quién es. Es una despedida. Y la música decidida por Sergio de la Puente se nutre de los años 80s, sobre todo de Charly García y Pedro Aznar.
Lola y su amiga Azul están en el laberinto azul oscuro de un recital. Paredes grafiteadas, piercings recién hechos. Un vaso de cerveza en el ahogo subterráneo. Pero verdaderamente, en esa misma noche de 1996 y en otra punta de la ciudad, Charly García le ofrece a un Teatro Ópera repleto su más contemporánea máquina de soñar: La Hija de la Lágrima.
¿Quién te ha visto y quién te ve? Quien te ama te hace daño. Mi corazón se ha partido en dos. Y la voz de María Gabriela Epumer emanando como una sirena desde la noche, dice: Algo va a caer.
La película participó en más de 25 festivales de cine de todo el mundo, incluyendo de San Sebastián, Busan (Core del Sur) considerado el más relevante del circuito de Asia, el festival de cine de la India, el de San Francisco (EEUU), el festival de cine más antiguo de América. Para finalizar y por si no sabían, hay solo un puñado de festivales de cine denominados “clase a”, y uno de los más importantes es el de Mar del Plata. También ahí se presentó nuestra Alemania.
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Texto: Facundo Nívolo
Fotos y videos : Evelyn Schonfield y Leo González
Foto fija: Staff Alemania.