La capilla Nuestra Señora del Rosario está ubicada en Costa Esperanza, uno de los barrios periféricos…
Succubus, el sex shop de Munro
Cristina Baltassarre hace más de once años que recibe a las personas que llegan a su negocio, a pocas cuadras de la estación de Munro, para ayudarlas a disfrutar al máximo de su vida sexual. Zorzal Diario visitó el local de la calle Carlos Tejedor 2577, donde la mujer despliega todo su saber y experiencia para garantizarle a las personas experiencias placenteras en el sexo, con los objetos y productos que vende.
Las puertas están ploteadas, lo que impide ver desde afuera hacia adentro. Luego de tocar el timbre, el sonido eléctrico del portero avisa y la puerta se abre. La sonrisa de Cristina invita a pasar: en el centro una mesa ratona, sobre una alfombra, donde hay algunos folletos. A los costados, contra las paredes, las estanterías con todos los productos que se venden en Succubus, el sex Shop que hace once años atiende la mujer de 73.
La idea se le ocurrió porque se dio cuenta que no había un negocio de este tipo, y en el centro comercial de Munro son todas zapaterías, verdulerías, negocios de ropa. Ante la necesidad de armar un comercio se volcó por este rubro: “¿Vos me ves a mí en una verdulería?”, dice con humor: “Mi marido me dijo que estaba loca. Empecé a ir al centro y miraba como estaban puestos los locales y no me gustaban. Salvo los importadores, que es todo un lujo, tienen la vaca atada. Pero los locales me parecían tétricos: todo chiquito en una galería al fondo. ‘Vamos a poner algo lindo’, pensé. Entonces compramos alfombras, lámparas y cosas para armar esto”.

Cristina nos recibe con dulzura, con su sonrisa enmarcada por su pelo rubio recortado sobre los hombros. Nos invita a ponernos cómodos para iniciar el recorrido por el local. Todo está en un orden perfecto, aunque a simple vista uno no lo distingue, pero Cristina asegura que los clientes asiduos, de esta forma, ya saben dónde están las cosas, y van directo a lo que buscan: “Si pones todo amontonado no se ve nada. El que es nuevo, yo le hago la recorrida y le voy explicando”.
De la mano de Cristina arrancamos el recorrido por el sector de las películas XXX, “generalmente son para clientes mayores de edad, ellos son los que compran las películas. Vienen, eligen y se van”.
La dueña de Succubus señala que tiene stock de ropa para todas las personas, “no traigo solo para las Barbis. Traigo para XXL tanto hombre como mujer, porque tienen el mismo derecho que todo el mundo, hay una sola empresa que está haciendo estos talles, pude contactarlos y me va bastante bien”, explica la mujer mientras muestra los conjuntos y las medias, todo ordenado según su tipo.
El local esta abierto los días martes, jueves y sábados de 10 a 19 hs. La compra es rápida, los clientes no quieren quedarse mucho tiempo. Si hay dos o tres en el mismo momento, Cristina explica que los invita a sentarse en los sillones, y que miren el catálogo por internet, para elegir, o sino recorren el local.
La comerciante afirma que todo el mundo entra en las páginas eróticas, por eso revisa casi todos los días las cosas nuevas que salen y trabaja con dos importadores, porque todo viene de China, aunque tiene un sector donde tiene lo poco de lo nacional que hay: “Se quedó, no tiene buena estética, los chiches no tienen colores”, dice mientras señala donde se ven los productos industria argentina: penes que intentan imitar uno real, pero parecen una copia burda, con mala terminación, como de cotillón para carnaval carioca. “Lo compra la gente grande, porque estos estaban hace treinta años, a esos no los podés correr, quieren ese. Además son todos a pila, no llevan los de carga USB. No los podés llevar a otro lado. Le compro a la fábrica argentina, para tener mejores precios”.
“Mercado Libre también vende productos eróticos”, arranca Cristina a decir: “pero te digo, es una competencia desleal para nosotros, porque algunos chiches son tan baratos que parecen robados. Yo le compro al mayor importador de Argentina y no se puede comparar”.

Cristina tuvo una cerrajería durante 26 años: “Acá en la esquina, pero tuve que dejar por la artrosis. Mi papá estaba deprimido porque lo estafaron con la jubilación, entonces arrancamos con la cerrajería. Después ya no podía, vos te das cuenta de tu deterioro”, por eso hace talleres de arte y manualidades que le vienen bien para su mente y para su enfermedad.
Se reconoce como comerciante, “es lo que soy”, dice como total seguridad: “Tengo todo invertido en mi negocio. Ahora pararon de entrar cosas porque frenaron las importaciones y hay cosas que no se pueden vender en los barrios: hay muñecas inflables que valen quinientos mil pesos, es una Barbi: tiene calor, gime, no sabes lo que son”.
Haciéndole honor al oficio del cual se enorgullece Cristina Baltassarre aclara que “no compro nada que me quieran enchufar, consulto, me asesoro y después voy y compro. El que te quiere vender, te quiere vender y no le importa. Pero yo no, porque estoy en mi barrio. Y me decidí a poner en este barrio por primera vez un negocio de este tipo”.
Anillos, Doble función, Arneses, Vibradores, dedales
Cuando llegamos a los anillos para parejas, con toda la paciencia Cristina explica: “La silicona, no te lastima nada. Es doble para sujetar en los testículos y el pene, también vibra para el clítoris de la mujer y al hombre le retarda la eyaculación y le mantiene la erección”. Cuando lo prende y comienza a vibrar, Cristina se ríe con una carcajada que inunda la conversación, por lo sorpresivo del aparato que no arrancaba y al final lo hizo: “Esto si lo pones en los labios de la vulva mientras esta la penetración estimula a los dos, y si la chica está sola también”.
Luego siguió el sector de especiales: “porque cumplen doble función, penetración y succión, tienen los aditamentos para eso, para mujer. Los arneses están todos juntos porque son para todos, para la comunidad lésbica, la comunidad gay y hetero, pero no hay gran variedad, todo es lo mismo y traté de traer lo mejorcito porque ese es el perfil que quiero tener, todo de buena calidad”.
El que va a Succubus, Cristina sabe que es porque busca otra sensación: “Chicos, o parejas grandes que ya la monotonía los está cansando. Si les interesa la pareja vienen y buscan para cambiar. También viene gente de otros lados, de Tigre fundamentalmente, porque eligen un sex shop que está lejos de su zona para que no los vean, es un jueguito medio raro, pero lo hacen”, dice y se ríe otra vez con su carcajada picara.

En algunos rincones hay plantas, también una maniquí que luce lencería erótica. Cada tanto acerca a los ojos los dildos, donde sus anteojos le ayudan a la tarea de encontrar los botones que los encienden y hacen vibrar: “Tienen nombre, me salvan por eso. Sé dónde está Fiorella, donde esta Katy I, Katy II”, saca uno y muestra por donde se carga. Lo prende y comienza a vibrar: “Con el botón de arriba manejas la vibración. Todas las semanas recorro como si fuera una reposición de super, y cargo los chiches para poder mostrarle a la gente. Mas o menos todos tienen la misma forma. Cuando los ves distintos, es que tienen la punta roma, es para llegar al punto G, que si lo encuentran les doy un premio”, comenta y suelta su risa contagiosa: “Es difícil llegar al punto G, existe, pero hay que encontrarlo, el punto de mayor placer, varia en todas las personas. Algunas nunca tuvieron un orgasmo, creen que es penetración y ya está, y cuando lo descubren, ahí empiezan a comprar los chiches”.
Cristina está contenta de estar en su local y atender a sus clientes. Para ella es algo que la lleva a “aprender y aprender. No es vender chiches, acá si viene alguien nuevo, no le dejo que se lleve cualquier cosa sin saber, y muchas veces que no se deciden, les regalo un sachet de gel para que prueben”.
No todo es sexo
“Las mujeres grandes, viudas, compran los de sexo oral, porque ya están en la edad que empezaron con la menopausia”, detalla Cristina y muestra un chiche que es como una lengua que se mueve y estimula el clítoris: “Esta se llama Cleopatra. Lo que es silicona se usa con geles acuosos, si fuera aceitoso te obliga a lavarlo con agua caliente y eso degrada la silicona. Estos te tienen que durar tres años, si no lo haces de esa manera te dura un año. Son silenciosos, te piden eso también”.
Cristina no solo se ocupa de vender sino también de aprender para ayudar mejor a sus clientes: “Consulto con licenciadas en sexo para personas con capacidades diferentes, y con ginecólogas y radio terapistas, porque las mujeres que están operadas de cáncer de cuello de útero, al tener la radiación en la zona, se les va cerrando el agujero, entonces con un buen gel y un chiche chiquitito manual, lo mantienen abierto, porque aparte duele”.
Las que tienen incontinencia urinaria, o algo que les produjo un prolapso, usan las bolas Kegel: “No todo es sexo”, afirma la vendedora: “Son bolas de silicona, pero adentro tienen una bola de acero, de acuerdo al peso y tamaño que puedan portar, porque Kegel descubrió que masajeando el suelo pélvico disminuía la incontinencia y ayuda con el prolapso. Se venden como loco. Si lo aguantas todo el día, te ayuda un montón”.
Cristina se interesa por las personas “porque vienen acá no solamente en busca placer, también tienen problemas. Trato de darles empatía y mi experiencia comercial. No soy médica, pero vi mucho y me cuentan cosas que no se animan a contar”.

También hay un espacio para las elongaciones peneanas: “Un centímetro y medio, no te hagas ilusiones”, dice Cristina y ríe de su broma mientras sigue mostrando sus productos: “Succionadores de glande, masturbadores, calentadores para masturbadores. Estos hay que lavarlos muy bien porque tienen fluidos orgánicos por eso vienen para revertir: agua tibia, jabón blanco o de glicerina y secarlos con una remera de algodón porque la toalla te deja pelusa y después te molesta”.
También están las bombas de vacío: “Pones el pene y le das despacito y tranquilo. Las usan personas operadas de próstata, que tienen el pene curvo, problemas de erección y también los strippers antes de salir a escena, ¿O te creíste que tienen eso que está ahí?”, pregunta la mujer y sonrie.
Por último, llegamos al sector de anales: “Se llaman Plug”, aclara Cristina, “vienen de distintas formas y colores: con colitas, con pompón. Todo para iniciarse analmente. Por eso les pongo los tamaños, para que no se equivoquen con lo que llevan. Hay de aluminio, silicona y vidrio templado; que lo podés poner al horno o al frezzer según el gusto. Si el hombre se anima a que la pareja lo toque en la próstata, y le gusta, viene inmediatamente a comprar un chiche, pero tiene que animarse. Y la también tengo con Bluetooth, se manejan con el celular, la aplicación es Pretty Love, tiene tres modos de vibrar y uno es con tu música favorita”.