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25 de Mayo de 1810, pequeña crónica revolucionaria

Desde el comienzo de esta semana, Juan José Castelli no ha cesado de hablar. Pasea por la Plaza de la Victoria, frente al Cabildo, y aún con el más minúsculo grupo de vecinos, se entrega a la discusión política. A todas voces señala: “España ha caducado”.

Llueve. Si no echan al Virrey Cisneros la cosa se va poner fea. Hay gente armada por la zona del Fuerte, los de la Legión Infernal, y exigen su destitución. Con esta lluvia el río anda revuelto. Golpea contra la costa con la furia del tiempo histórico que nos toca vivir. Napoleón domina Europa. Hace tan sólo dos semanas nos llegó la noticia de la caída de la Junta Central de Sevilla, último bastión del Rey Fernando VII. Llueve y la lluvia cae con el peso de lo anhelado.

Desde el alba hay reuniones en la casa del señor Azcuénaga, y hay quienes aseguran que funciona como Cuartel General de la Legión Infernal. Se sabe de los infiltrados que los hombres de Cisneros han enviado a las filas de los vecinos Domingo French y Antonio Beruti. También se sabe que éstos repartieron distintivos para diferenciar a los realistas de quienes componen la milicia popular.

La bravura de Chiclana y Beruti llevó hasta la galería de la planta alta del Cabildo a decenas de vecinos reclamando la destitución de Cisneros. Hasta pudo escucharse a Leiva, lacayo del no por mucho virrey, vociferar: “¡Qué atrevimientos son éstos! ¡Qué insolencia! ¿Qué pretenden?”. La respuesta no se hizo esperar: “¡La renuncia efectiva de Cisneros!”

Frente al reclamo popular, la inconsciencia del síndico procurador Leiva, exigió a los Patricios “reprimir a fuego y sangre”. Saavedra, al mando del regimiento, aclaró que no habría represión, sin embargo, accedió a desconcentrar pacíficamente la plaza. Pero Leiva no se contentó con eso. Salió al balcón del Cabildo y gritó desencajado: “¿Dónde está el Pueblo?”

Beruti, escoltado por algunos infernales, harto de las bufonadas burlescas del súbdito español, respondió: “Señores del Cabildo: esto ya pasa de juguete; no estamos en circunstancias de que ustedes se burlen de nosotros con sandeces. Si hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha sido para evitar desastres y efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos, está armado en los cuarteles y una gran parte del vecindario espera en otras partes la voz para venir aquí. ¿Quieren ustedes verlo? Toque la campana y si es que no tiene badajo nosotros tocaremos generala y verán ustedes la cara de ese pueblo, cuya presencia echan de menos. ¡Sí o no! Pronto, señores, decirlo ahora mismo, porque no estamos dispuestos a sufrir demoras y engaños; pero, si volvemos con las armas en la mano, no responderemos de nada”.

Horas más tarde, el 22 de mayo de 1810, Cisneros fue destituido del cargo.   

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