Tres mujeres jóvenes son asesinadas. Tres jóvenes, muy jóvenes, son brutalmente asesinadas y descuartizadas. Un triple…
“Mi sueño era jugar en la primera de Chacarita”
Hace un año a Rodrigo Gramajo (20) le cambió la vida para siempre. El domingo 28 de marzo de 2021, alrededor de las 22, el ex jugador de Chacarita regresaba de dejar a su novia en la casa, cuando fue embestido en el cruce de El Parque y Río Cuarto, en Loma Hermosa, por un Chevrolet Onix blanco. El vehículo que lo atropelló había sido robado unas horas antes.
Roco, como le dicen sus conocidos, creció en el barrio Churruca de Loma Hermosa, a tres cuadras de Puerta 8. Es el menor de cuatro hermanos varones. Su papá, Ernesto, es carpintero, y su mamá, Evangelina, trabaja en una fábrica. En su casa nunca faltó nada, pero tampoco sobraba.
Cuando tenía tres años, recibió un regalo que lo marcó para siempre. “La primera pelota que tuve fue el regalo más lindo que me hicieron en mi vida: me la dio mi papá. Era de cuero, yo tenía tres años y dormía abrazándola toda la noche”, evoca con una mirada triste. Aquella pelota lo acompañaría duante un buen tiempo. Y cuando no había más balón, Rodrigo se lo inventaba.
Recueda que de chico acompañaba a su hermano mayor Fabián, a jugar en el Club Churruca, que quedaba a unas cuadras de su casa. Si los padres los buscaban, sabían dónde encontrarlos. “Ahí estábamos, corriendo detrás de la pelota”. Desde que tiene uso de razón es hincha de Boca. Siempre respiró fútbol. Solo hablaba y pensaba en jugar al fútbol. Si leía, leía sobre fútbol. Si veía películas, eran de fútbol.
Con diez años se fue a probar a Estudiantes de Caseros, en cancha de once. Su primer objetivo estaba a punto de cumplirse. “Entré jugando de cinco, pero no un cinco de marca, sino más de juego. Mi ídolo en esa posición es Pablo Pérez, el cinco de Newells”, comenta. Por varios años jugó en ese club. Ya con 17 años dejó el secundario cuando le faltaba un año para terminarlo. Sus posibilidades de irse a otro club crecían como su talento. Chacarita sería su próximo destino.

Cada hora que estaba dentr del club, era una hora menos en la calle. “A mi el fútbol me enseñó conducta, a cuidarme, a alimentarme bien, a elegir los amigos. Dejé el secundario porque creía que todo se me iba a dar para el lado del fútbol y que estaba de más estudiar”, reflexiona.
Su apodo empezó a sonar cada vez más fuerte en los pasillos de Chacarita, y su apellido era sinónimo de futuro en las inferiores. “Todo se estaba dando como quería, bastante rápido, el sábado habíamos salido campeón contra Platense, y el día posterior al accidente iba a arrancar en la categoría Afa, que es una liga más competitiva.”
El domingo 28 de marzo del 2021, Roco jugó al fútbol con sus amigos en la canchita del barrio. Estaba felíz porque le habían ganado a un equipo difícil. Al terminar el partido, iba a llevar a su novia hasta la casa, pero antes fueron a la suya a dejar preparada la ropa de entrenamiento para el lunes. La llevó en moto, ambos sin casco. De regreso, el desenlace trágico: en la intersección de El Parque y Río Cuarto fue atropellado por un Chevrolet Onix.
Después de embestir a Gramajo, el automóvil rozó un Fiat Palio de un vecino que estaba estacionado y quedó incrustado contra un árbol. En ese momento, entre dos y tres ocupantes descendieron del vehículo y se retiraron caminando, mientras que el conductor se quedó en el lugar buscando algo en el auto.
“Yo tenía el paso, nunca ví el auto, cuando abro los ojos estoy en el hospital Carrillo con mi mamá al lado. Me cuentan que los vecinos me ayudaron y detuvieron al conductor. Los que estaban en el auto ninguno me asistió. “El hombre que manejaba quedó detenido unas horas en la comisaría y luego lo liberaron. El club Chacarita se puso a su disposición desde el primer momento”, sostiene.
Rotura de rótula y meniscos fue el diagnóstico que lo alejaría de su carrera como deportista. Después de estar cinco días inconsciente, comenzó un lento trabajo de recuperación con una nutricionista, y traumatólogos. En la rodilla le colocaron nueve tornillos cuando lo operaron en el Sanatorio La Torre de Villa Adelina. De ahí en más, comenzaría a trabajar la parte anímica con un psicólogo.

Nadie se atrevía a decirle que era muy difícil que puediera retomar su carrera como futbolista. “Le metí ganas a la recuperación, aumenté los doce kilos que había bajado, pero la pierna ya no responde como antes. Sé que hay una vida después del fútbol, pero yo me preparé toda la vida para ser futbolista”, confiesa.
Hoy Rodrigo se dedica a hacer encuadres de camisetas de fútbol para ganarse la vida, pero está buscando un trabajo formal para ayudar a su familia. Este año volvió a anotarse al secundario para terminarlo. Al respecto dice: “Me arrepentí de dejar el secundario, creía que el estudio no me iba a servir, y mira lo que me pasó”, dice con la misma mirada triste del comienzo.