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MI ABUELA ES UN BARRABRAVA

Veamos, los uniformados tienen: gas pimienta, cachiporra, escudos, protección en todo el cuerpo, entrenamiento y un carro hidrante. Los jubilados tienen: reuma, artritis, bastón, dentadura postiza, jubilación mínima por debajo de la línea de la pobreza y les han recortado los medicamentos. 

A los viejos y viejas, que desde hace muchos miércoles resisten estoicamente los golpes de la policía, empiezan a sumarse otros actores sociales. En este caso, hinchas de fútbol. Los pioneros fueron los hinchas del Club Atlético Chacarita Juniors, al ver que uno de sus correligionarios, Carlos Dawlowski de 75 años, siempre vestido con la camiseta tricolor, era apaleado y gaseado cada semana, de forma ininterrumpida.

En vistas de las masivas adscripciones de distintas hinchadas, el día previo a la manifestación en apoyo a jubilados, Patricia Bullrich, Ministra de Seguridad Nacional, emitió un comunicado donde “se informa que se implementarán estrictas medidas para garantizar el orden y la seguridad pública”. Era una promesa que habría de cumplirse con creces, pero antes de ir al hueso, es conveniente saber que el miércoles amaneció fresco y nublado. Y que durante la mañana los alrededores del Congreso reinaba calma cotidiana y rutinaria, aunque frágil como un cristal.  

***

Hay sucesos que son muy recientes. Hay un dolor reciente apilándose sobre otros dolores. En algún momento la pila irá cayendo por su propio peso. Bahía Blanca es una tragedia y la solidaridad del pueblo argentino se hace presente hasta en las manifestaciones. En una de las esquinas de la plaza, la organización “Salud y Cuidado” había instalado una carpa para reunir donaciones (alimentos, ropa, cualquier tipo de ayuda) para los damnificados de la catástrofe. 

Esto poco le importó a la policía. Recibieron órdenes de desarmar la carpa y allí fueron a cumplir con su cometido. Al tumulto en torno a los policías lo siguió un griterío y cada vez más personas fueron acercándose para cuidar la posta que la organización mantenía para un fin benéfico. El cristal comenzaba a resquebrajarse.

***

A las tres y media de la tarde, el sol de marzo iluminó a policías, gendarmes y prefectos que comenzaron a empujar a los manifestantes. Una jubilada con la camiseta de la Selección Argentina se detuvo frente al vallado y en la espalda tenía pegado un cartel que decía: “Soy la primera línea de resistencia y lucha contra el gobierno nefasto y vendepatria.”

Sobre Avenida Rivadavia, una colorida columna, se encontró con otro vallado policial. Un efectivo empujó de más. Las bocinas de los autos retumbaron en apoyo  mientras cada vez más gente llegaba por la plaza y los aledaños. En el cielo había más drones que palomas.

Alguien cantó: “Y ya lo ve, y ya lo ve, el que no salta votó a Milei”. Todos saltaron y corearon durante un buen rato, excepto los policías. Ellos decidieron arrojar gas pimienta, cebar el desmadre, fracturar el cristal. Y el sol volvió a ocultarse tras las nubes.

***

El gas corrió intensamente y con la desgracia del viento soplando contra los manifestantes. Los ojos quemaron y ardieron las garganta. En respuesta hubo algunos vómitos, lágrimas, y gritos exigiendo mesura a la policía. Uno de los carros hidrantes tenía un altavoz y gritaba lo siguiente: “Vengan zurdos, vengan zurdos”.  Con delicadeza e ininterrupción, un muchacho cruzó en monopatín, en medio de los disparos y piedras y humo blanco, sin que nada lo toque. 

La represión creció y creció de manera brutal. Cientas de detenciones, heridos, algunos de gravedad. El filo de la muerte. Un reguero de cascotes y vidrio sobre el asfalto, cartuchos vacíos de todo tipo, zapatillas que se perdieron en las corridas. El cielo cada vez más nublado y la llegada de la noche, oscurecieron la jornada por completo.

Texto por Marcelo Pernía Nisi y fotos y videos por Ariel Esposito

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