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El Club de la Música: “Nuestra idea siempre fue valorar al músico como laburante”
“Apostar al arte es difícil como negocio, pero le tenemos mucha fe, realmente queremos vivir de esto, que siga creciendo y se genere ese puente con Capital. Hay mucha gente que nos conoce y nos dice que esto no existe así, ni en la Ciudad. Queremos que el que venga acá, venga porque la flashea. Esa es nuestra premisa: que quieras volver”, expresa Blas Bonardi, uno de los fundadores.
A unas cuadras de la estación de Ballester, al 4449 de la calle Alberdi, un portón abierto invita a entrar. Una palmera en el jardín delantero y un gran mural sobre la pared, dan la bienvenida al Club de la Música. El lugar cobija y da espacio a todas las bandas under de San Martín y alrededores, incluso a las de Capital, que se animan a cruzar la Gral. Paz, para traer su música al conurbano bonaerense.
Una puerta abierta, da paso al gran pasillo de baldosas antiguas que comunica todos los ambientes de esta antigua casa chorizo, devenida en usina de música. Es de día, y El Club tiene una iluminación muy distinta a la de las noches, sin embargo, genera ese mismo clímax encantador. En el salón de piso de madera, donde se realizan los conciertos, detrás de la consola, aparece Blas. Es el mayor de los tres hermanos Bonardi (junto con Fran y Santi) gestores del espacio y responsables de esta aventura musical. La entrevista transcurre en el jardín del fondo, que deja entrever leves vestigios de lo que fuera una parte de la casa con otro uso. Un lugar con árboles, mesas y un pequeño escenario. “Acá cuando llegamos empezamos a tirar paredes. Nos ayudaron algunos amigos nuestros que se dedican a la construcción y la fuimos transformando. Eran todas piezas pegadas. Hicimos la primera fecha en noviembre de 2014, vamos a cumplir cinco años”, cuenta Blas.

¿Y cuánto vale ser la banda nueva?
El lugar es ideal para cualquier banda que quiera sonar bien. El escenario es cómodo y cuenta con un buen desnivel. “Aunque alguna vez hubo algo de teatro y hay un evento mensual de poesía, esto es un club de música. Como un club de barrio para ir a jugar al fútbol, pero acá venís a tocar y escuchar música”. Así define Blas Bonardi al espacio, y agrega: “En capital hay una movida mucho mas prolifera y mas armada, que tiene muchos más años. Aunque estemos acá nomas, hay una gran diferencia en cuanto al contenido de las bandas. Nosotros vimos lo que estaba pasando allá y quisimos hacerlo nuestro y traerlo acá, para generar un intercambio entre Ballester y la Ciudad. Hicimos un montón de vínculos con artistas del under grosos. Un montón de bandas del circuito de Capital quisieron venir a tocar”, narra con orgullo el mayor de los hermanos.
El Club de la Música desarrolla una movida seria de promoción del under, y junto con Arte y Vida, en M. Coronado, en 3 de Febrero, son las dos principales usinas musicales de la zona: “Con ellos nosotros tenemos una muy buena relación. Cuando estuvimos clausurados ellos nos dieron una re mano. Hicimos una movida allá (en Arte y vida) para juntar guita para sostener a El Club. Aparecieron ellos de la nada y nos dijeron que se habían enterado de la clausura. No nos conocíamos. Así nos vinculamos, y hay bandas que tocan allá y después vienen a tocar acá. Siempre intentamos el intercambio. Así fuimos tejiendo todo”, devela Blas. Por el espacio de Ballester han pasado bandas de C.A.B.A. como Militantes del Clímax, Mi Amigo Invencible o Mutantes del Paraná, bandas que han tocado en el Loolapalooza, y que cuando se presentan en San Martín venden todas las anticipadas.
-¿Cómo se da que las bandas logren esa convocatoria y den ese salto que las saca del under?
-Creo que es un poco de todo. Hay un montón de laburo por fuera de la música. También tengo una banda (Garrafa) y veo eso: Si vos querés que te escuche más gente, tenés que generar contenido más allá de la música. Mover las redes sociales, tener material para que te escuchen, videos para que te vean. Tenés que estar ahí manteniendo la llama encendida. Lo bueno que pasa hoy en día con la música, es que hay una oferta gigante de música bien hecha. Creo que se evolucionó bastante en cuanto a la década del 2000 y los´90. Me parece que hay mucho músico bueno dando vuelta. Antes también había, pero las redes sociales hicieron que se socialice. Antes, si no firmabas con una discográfica no existías. Hoy podes llegar a la masividad, muchas bandas llegan, sin eso. Llegan moviéndose y yendo a tocar a todos lados.
-¿Es más difícil para las bandas del conurbano?
-Estar fuera de Capital te limita un montón, por convocatoria. Yo toco acá en Ballester, me conoce la gente de San Martín, pero en Capital no saben ni como me llamo, porque curtimos acá. Por eso estamos planteando este intercambio, para que las bandas de acá salgan a Capital y empiecen a pertenecer a ese circuito a raíz de El Club de la Música. Funcionamos también como una productora, no solo como centro cultural. Ayudamos a que las bandas crezcan. Hay muchas buenas bandas acá. Creo que lo que ayuda a la movida, son estos lugares donde se rinde culto a la música. Nosotros jodemos mucho con el contenido, porque queremos que la gente tenga ganas de venir a pagar una entrada. La gente viene a escuchar música o a ver que hay. A veces ni siquiera saben que banda toca. Viene a ver qué pasa en El Club hoy, porque siempre es de un nivel alto. También intentamos cuidar el precio de la entrada, pero somos permisivos en eso también. El que no tiene y quiere entrar, vemos la forma. Siempre preferimos la gente adentro que afuera. Hay veces que tenemos que cobrar entradas a rajatabla, porque tenés que cortar y rendirle a la banda. Nos encantaría no cobrar entrada, que venga todo el mundo y se llene, pero la verdad que cuesta porque estamos contra la corriente. Un día a la semana, los jueves, es siempre gratis.
Autogestión y curación
Antes de abrir El Club de la Música, Blas con sus hermanos comenzaron haciendo fiestas en su casa para poder tocar: “Lo que nosotros queríamos eran bandas en vivo, porque los tres hacemos música. Se llamaba Casa Bonardi. Esto era por el 2011. Fue parte de una movida que empezó después de Cromañón, de hacer movidas en casas. Venían los amigos de todos, era la casa del pueblo. Cada vez que hacíamos algo teníamos que dar vuelta todo. Sacábamos los muebles y metíamos todo en una pieza, era un quilombo. Empezó a venir cada vez más gente y se pudrió todo con la vecina, así que nos vinimos para acá. Alquilamos esta casa para vivir y hacer la movida cada tanto, pero nunca llegamos a vivir acá”.
Las cosas no les iban a ser fáciles. Mientras acondicionaban el lugar para que se parezca cada vez más a lo que imaginaban, los hermanos fueron sumando compañeros. Así entraron al “núcleo” Chango y Facu, y luego se sumaron algunas personas más para trabajar y asistir en las actividades.
Blas enrola el tabaco en la hoja de papel y enciende su cigarrillo. Alguien sale del salón y lo saluda, le consulta algo y se va con él, desaparece del placido jardín de El Club, para volver unos minutos más tarde con el asunto resulto. “Adentro hay un taller con chicos con discapacidad”, cuenta. El espacio está en movimiento constante, vivo. A medida que van percibiendo necesidades se encargan de trabajar sobre ellas para seguir creciendo.
-¿Cómo toman las decisiones?
-Hacemos reuniones. Somos todos amigos, eso es lo que tiene de bueno. Somos cinco los que conformamos el núcleo, la mesa chica. Nos juntamos todas las semanas. Después generamos una reunión mensual en la que vienen todos los que trabajan acá, que somos como quince, y ahí se ven las demás cuestiones de funcionamiento, con el aporte de todos.
-¿Cómo es el arreglo para tocar acá?
-Nosotros no cobramos para tocar acá. Esa es una de las premisas que, como músicos, siempre sufrimos. Para tocar en cualquier lado tenés que presentar un piso de entradas y ni siquiera te llevas un mango. También tenés que llevar el sonido. Nosotros tenemos un arreglo base que es 70 / 30. Es un arreglo que está estipulado por ley, por el Instituto Nacional de la Música. Nuestra idea siempre fue valorar al músico como laburante, al artista en general: que se sienta cómodo. Esa es otra de las premisas de El Club. Hemos ido a miles de lugares a tocar donde te tratan muy mal. Parece que ellos te están haciendo un favor a vos por ir a tocar, pero, en realidad, vos le estas llevando toda la gente para que ese lugar funcione. En general no encontramos ese buen trato con el músico, que está viniendo a hacer la movida a tu lugar. También les damos algunas consumiciones y comida abundante. Los tratamos bien. La prueba de sonido esta cuidada, les damos bola para que suenen bien. Ese buen trato que se va generando, después le llega a la gente.
-¿El público responde?
-Si, acompaña bastante, cada vez hay más gente. El lugar va creciendo. Hemos tenido crisis, mas ahora, todo este quilombo que hay en el país nos afecta, pero intentamos cuidar los precios al máximo. Siempre buscamos que acá esté más barato que en cualquier otro lado, esa es nuestra idea. Fuimos aprendiendo en el camino, el lugar siempre va para adelante, siempre crece: hay una barra nueva, compramos mesitas, cocina nueva. Ahora tenemos una cámara para enfriar la birra tirada. Siempre tenemos cosas para mejorar.
-¿Son como el Konex del conurbano?
-Sí, vamos por ese lado, como el C.C. Matienzo también. Nosotros vimos esa movida y nos gustó. Quisimos ir para ese lugar y que sea como una usina de arte, de música. Que salgan músicos, que vengan músicos, que se conozcan, que se fortalezcan los vínculos. Intentamos traer cierto contenido musical, para que también la gente que venga a escuchar algo a El Club, este bueno. Que suene piola y que te vuele la cabeza, que te guste. Traemos de todo: hay bandas que no son tan profesionales, hay bandas que son más o menos y hay bandas que la rompen. Tratamos de tener un abanico, escuchamos todo. Cada banda que viene a tocar acá antes pasa por una escucha. Hay un proceso de producción de las fechas, de ver que banda puede ir con que banda. Cuando las bandas nos mandan su material, pasan a un listado. Nosotros escuchamos y marcamos las bandas que pueden ir juntas. Después armamos las fechas. Pasa que mandan millones y no damos a basto, esa es la realidad. La idea es profesionalizar todo.
-¿Hacen un trabajo de curación?
-Si es un trabajo completo. Estamos pensando en todo. En lo que pasa en la cocina, los platos que salen. También mucha gente se acerca al lugar con ideas. Todo lo que esta acá, lo aprendimos haciendo. Nunca estuvo nada planeado, fuimos planeando sobre la marcha. Muchas cosas que sucedieron fueron por el hacer. Vamos mejorando. Esta bueno que la gente venga a comer también, viene más temprano. Tratamos de profesionalizarnos. Queremos hacer algo bien hecho, también, porque eso te va haciendo laburar mejor y más fácil. Si no lo haces vos, no lo hace nadie.
-¿Viven de esto?
-No. Sacamos unos pesos pero todos tenemos otros trabajos. Acá pagamos un alquiler y usamos el dinero para todo lo que fuimos haciendo, desde tirar las paredes, construir las barras y la cocina, hasta comprar el sonido, que era prestado al principio, por Madera, una banda de regaee de acá que son amigos. Ellos fueron también fundadores de El Club. Empujaron mucho para que esto arranque. El primer toque fue Madera y Garrafa, la banda donde toco yo. Los pibes de Madera, Facu es uno de ellos, venían a construir, porque saben de construcción y nos dieron una gran mano. Lo levantaron ellos en gran parte. Esto es autogestivo cien por ciento.
Fotos: Facundo Miguel Nívolo