Tres mujeres jóvenes son asesinadas. Tres jóvenes, muy jóvenes, son brutalmente asesinadas y descuartizadas. Un triple…
“Estamos en emergencia alimentaria”
Con 17 años al frente de un comedor, María Monge lamenta que cada vez más grandes vayan a comer con sus hijos. Vive en el barrio Costa Esperanza, en el partido bonaerense de San Martín, donde junto a un grupo de mujeres sostiene el comedor “Vivan los Sueños Felices”, como una forma de reclamar justicia social. Atiende a más de 100 niñes todos los días y está ubicado en la calle Las Petunias 5736. Reciben donaciones y dan la bienvenida a todas las manos que deseen colaborar.
“En 2001 me quedé sin trabajo y no sabía como hacer cuando me salia alguna changa para no abandonar a los chicos. Finalmente me decidí por hacer comedor. Recuerdo que no teníamos nada, encima acá las calles son de tierra y cuando llueve se llena de barro, no se puede ni caminar. Recuerdo que juntábamos plata entre todos y mi tío, ya fallecido, que era chófer de un colectivo, me traía la mercadería que comprábamos en el mercado central. Fue así como empezamos a cocinar. Acá vienen chicas y me ayudan”, cuenta María a Zorzal Diario.
Y continúa: “Necesitábamos plata para poder seguir adelante. Soy costurera y planchadora, entonces decidí ir por el barrio golpeando las manos para preguntar a los vecinos si querían contratar mis servicios. Recuerdo que ganaba una miseria, pero con eso podía comprar carne. Viajábamos lejos para conseguirla barata”.
María, ademas, hace tortillas y las vende para comprar las verduras. Lamenta que los chicos se sigan sumando y que ya no haya comida que alcance. Es evidente que necesitan ayuda para poder resistir la crisis que atraviesa el país.
“Una vez un vecino que ya no vive en el barrio me dijo que haga un comedor abierto para todos. En ese tiempo cocinaba a leña y le dije que no podía. Después me comentó que conocía una organización que se llama Libres del Sur, fui y me presenté con ellos. Les conté la situación que atravesaba, lo que yo hacia para intentar suplir las necesidades y ellos comenzaron a darme una mano. Desde ese momento empecé a recibir mercadería. Acepté porque ya no teníamos plata para comprar por nuestra cuenta en el mercado central”, recuerda María que ahora milita en el Movimiento Evita.
“Recibimos a 135 chicos por día. Es algo que a los políticos les cuesta creer, pero cualquiera de ellos puede venir a verlo con sus propios ojos cuando guste. Hay un grupo de chicas que vienen y me ayudan, de paso se llevan sus viandas, acá nadie recibe un peso por el trabajo que hace”, agrega.
Sin embargo, la mujer sigue luchando. Además de vender tortillas cuando hacen torneos en el club del barrio, ha intentado ingresar a los basurales del CEAMSE a buscar la comida que se tira, pero la Policía la corrió. Ella solo quería los fiambres para repartir a los chicos.
“Acá somos todas mujeres que nos dedicamos a militar y trabajar para poder hacer comida para la gente del barrio. Ahora se sumaron los grandes también, los vecinos ya no tienen para comer. Con lo que nosotras mismas nos autogestionamos hacemos algo, pero lo real es que no alcanza”, asevera María. También asegura: “Cuando recibís ayuda del Estado, solo te dan para que atiendas a 45 niños ¿Qué vamos hacer con eso?… tenemos que salir a buscar nosotras a la calle, porque acá todos están en emergencia alimentaría”.
Las mujeres del comedor también brindan talleres de apoyo escolar para las niñas y niños, con merienda incluida, y para las madres, reuniones sobre violencia de género. Estudiantes universitarias, que también colaboran dando clases a los chicos, enfatizan en que la situación del país se volvió insostenible.
El batallón del comedor del barrio Costa Esperanza, está compuesto sólo por mujeres. Las chicas que ayudan en la cocina destacan el trabajo de una de las hijas de María, Zulma Monge, a quien definen como “una gran guerrera”. Consideran por unanimidad que tiene un corazón enorme. Cuentan que cada vez que llueve y se inunda el barrio, ella se pone sus alpargatas, se arremanga el pantalón y sale a la calle con una caja llena de pan casero y tortas fritas. Va casa por casa y reparte a la gente. Es reconocida por sus compañeras por el fecundo trabajo que realiza con el propósito de construir justicia social en el lugar donde vive.
Por Jesús Cabral.
Fotos: Evelyn Schonfeld