Inflación, un globo soplado por especuladores
Me sucedió algo que debería ser inusual, sin embargo no lo es en lo más mínimo, todo lo contrario. Un suceso ya moneda corriente, aunque no siempre se visibilice y resulte, a fin de cuentas, algo escondido como son los productos del programa “Precios Cuidados.” A estos se los oculta en los depósitos hasta que suba el precio, a los acontecimientos, como del que fui protagonista sin quererlo, vaya uno a saber dónde. ¿En eso que llamamos realidad y noticiero y es una mera ilusión en la pantalla? No lo sé. ¿Sucederá lo mismo con el nuevo programa “Precios Justos”?
La cosa es que entré al supermercado Día%, justo frente al edificio donde vivo, que por cierto tiene un alquiler alto y unas expensas altas también, sólo para comprar aceite. Llegué hasta la góndola y busqué los “precios cuidados”. El aceite de litro más barato rondaba los 800 pesos. El aceite de “precios cuidados”, algo menor a los 300 pesos. Una diferencia significativa, como si en vez de una trompada al salario, bueno, le dieran un pellizco. Busqué y rebusqué con la vista por toda la góndola y no encontré una sola botella de aceite a ese costo, pero abundaban las del precio trompada. Junto a mí estaba el repositor, un muchacho joven e inocente, agachado en cuclillas, cumpliendo su labor. Le pregunté “¿no hay aceite de precios cuidados?” “creo que en el depósito quedan algunas”, respondió. Muy amablemente se levantó, fue hasta el depósito y regresó con una caja de aceites, me alcanzó una y se destinó a completar el estante de los precios pellizco. Yo caminé hasta la cola de la caja con el aceite en brazos.

Mientras esperaba paciente mi turno, desde la fila conjunta, una señora me interrogó: “¿De dónde sacaste ese aceite?”. “Ahí están reponiendo”, comenté, orgulloso, señalando con el dedo hacia la góndola. Gracias. Por nada. No habrán transcurrido ni diez segundos que me sobresaltó un grito: “¡Después se quejan de Alberto y Cristina! No lo puedo creer”, mientras la mujer regresaba a la fila con el rostro desfigurado por la indignación. “Le ordenaron al pobre muchacho que retire los aceites de Precios Cuidados –continuó viva voz-, están especulando con los precios, y seguro lo despiden al pibe”. Con algo de culpa, sin que yo tuviera nada que ver, pagué y me fui. En el camino a casa pensé si había sido un privilegiado o el resto había sido estafado. O ambas. Les lectores decidirán.
Al llegar a casa llamé de inmediato a mi amigo Juan Ciolli, que no se encontraba en el supermercado, pero es el presidente de la Cámara Empresarial de San Martín (CES), y me dispuse a contarle lo acontecido. Alguien en su posición debe tener una opinión mejor formada, pensé. “Si bien -me dijo- el tema de la inflación es multicausal, entiendo que hay una causa fundamental que está por encima de las demás, que son los formadores de precios. La Argentina, y yo te diría que el mundo, en esta etapa del capitalismo está sumamente concentrado, en particular el sector alimenticio y de insumos difundidos”. Hay alguna solución, pregunté, con pesimismo. “Creo que los precios justos, el congelamiento de precios por cuatro meses es necesario para ir desacelerando la inflación- respondió, con optimismo al señalar el Plan impulsado por Massa el viernes último-. El tema es que haya un control del mismo, porque los acuerdos hasta hoy no se han respetado nunca. Controles claros y expresos, y a su vez castigos eficientes. En este sentido, la Secretaría de Comercio Interior tiene que jugar un rol determinante, tiene que haber una serie de inspectores que estén permanentemente fiscalizando. Tiene que haber un acuerdo con los municipios para que los municipios también afecten su dotación a ese control de precios. Y por supuesto el control y la denuncia por parte de los ciudadanos, que todos nos hagamos responsables.”

Antes de despedirnos, quedé en volver a llamarlo para continuar la charla. Seguiré entrando al supermercado para abastecer mi alacena y seguiré conversando con Ciolli al respecto. Mientras tanto, lo único que me queda claro es que el salario es una tortuga que corre detrás de un conejo, y el conejo son los especuladores. Ahora, a condimentar los fideos.
