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La educación se volvió virtual

La cuarentena hizo que modifiquemos nuestras rutinas diarias y las costumbres, pero también hizo que se modificaran las formas de enseñanza y aprendizaje. Esto hizo que muchas personas tuvieran que adaptarse a las clases virtuales. Tanto alumnos como profesores se están amoldando a esta nueva modalidad impuesta de la que algunos tenían alguna idea pero que muchos otros no conocían.

Un profesor de batería sentado atrás de su instrumento, palillos en mano. Una profesora de cerámica en el taller de su casa, adelante una biblioteca llena de sus esculturas. Un profesor de bajo en un departamento que no es el suyo, en un cuarto con paredes blancas e instrumento en mano. Un profesor de armónica que da clases virtuales hace trece años. Cada uno desde su lugar se acomoda y prende la cámara para dar inicio a una nueva clase.

Con la música a destiempo

“Empezar con las clases virtuales fue un poco complicado para mí”, comenta Matías Scholand, mientras se acomoda sus anteojos de marco negro sentado detrás de la batería. “Mi relación con la tecnología no es mucha, hay un par de aplicaciones sobre música que me gustan pero no soy un crack de la tecnología. Hay programas que yo no había usado nunca pero me voy manejando, entre zoom y whatsapp. Me descolocó un poco al principio porque sentía, y sigo sintiendo, un poco más de frialdad con este método.”

Sentado en su batería con los palillos en una mano y acomodando el celular con la otra, Matías se acomoda luego de terminar una clase virtual.  “Por ejemplo, con el tema de la batería es un poco más distante la clase porque no podemos tocar a la vez, pero en un punto, el formato es el mismo. Toco primero y después toca el alumne. Lo escucho y voy corrigiendo, pero no hay un momento en donde toquemos los dos juntos. Todo el tiempo estamos tocando a destiempo. También depende mucho de las edades, por ahí alguien un poco más grande escucha y presta más atención.”

Matías continua explicando: “para mí el formato es el mismo incluso es más fácil. Yo toco el instrumento, hago el ejercicio y después la otra persona lo hace. Lo escucho y lo voy corrigiendo. Lo práctico también es grabar el ejercicio, mandarlo y que cuando sea la clase la persona ya tenga el tutorial o la hoja para que no sea tan en el momento”, finaliza.

“Lo escucho y voy corrigiendo, pero no hay un momento en donde toquemos los dos juntos. Todo el tiempo estamos tocando a destiempo”

La modalidad virtual se impone en medio de la pandemia. Los profesores se acomodan y comienzan a buscar y, a veces, a encontrar, posibilidades y metodologías nuevas dentro de las clases a distancia. Como le sucede a Juan que es profesor de bajo: “yo trato de ser muy didáctico con los dedos. Les hago dibujos de donde tienen que poner los dedos, pero también les hago dibujar a ellos la guitarra, las cuerdas… los dejo que ellos toquen y canten primero y después los corrijo o les comento alguna cosa”.

“creo que lo ‘malo’, de alguna manera, es que no podes tocar con el otro y es difícil de sobrellevar eso en la música porque es lo clave, porque la música se hace con otro, es compartida”

“Lo que sí me parece difícil e importantísimo es, cuando hacemos canciones, cantarlas y tocarlas juntos. Eso no podemos hacerlo, se vuelve muy complicado. Aparte, me parece que es un poco más difícil crear el vínculo, más que nada en los alumnos chiquitos. Con los alumnos grandes también es importante crear el vinculo docente-alumno pero por ahí tenes otras formas de crearlo. Con los más chicos se vuelve un poco más difícil”, comenta Juan desde el cuarto del departamento donde da las clases y pasa su cuarentena. Y agrega: “creo que lo ‘malo’, de alguna manera, es que no podes tocar con el otro y es difícil de sobrellevar eso en la música porque es lo clave, porque la música se hace con otro, es compartida”.

Con los cuerpos a distancia

En este nuevo contexto que ofrecen las clases virtuales, hay disciplinas que se vuelven más difíciles de enseñar a distancia. Las razones son varias pero entre ellas está la falta de contacto entre docente y alumno y el destiempo de la conexión.

“No todos los cursos se pueden dar virtualmente”, comenta María Jesús que da clases de cerámica y de cerámica sonora. “La primera complicación que encontré fue que, cuando empecé a dar mis talleres, en la segunda semana de marzo, ya había locales que estaban cerrados y me paso que muchos alumnos no pudieron comprar los utensilios. Mi disciplina necesita sí o sí el uso de materiales porque sino no se puede trabajar. Entonces empecé a mandar videos o trabajos a mis grupos de avanzados y a los grupos de iniciados les mande fotos y algunos videos de youtube para que vayan viendo algunos trabajos”.

“Mi disciplina necesita sí o sí el uso de materiales porque sino no se puede trabajar. Mis talleres están directamente orientados a lo práctico. En este sentido la realidad nos supera”

Mientras habla desde su taller, Jésu (como le dicen sus amigos) se acerca a una biblioteca llena de sus trabajos de cerámica. Vasijas, platones e instrumentos pequeños realizados a través de la técnica de cerámica sonora pueden verse en los diferentes estantes del mueble. Jésu, agarra un pequeño instrumento de viento, una ocarina que asemeja un silbato de color crema con algunos dibujos de flores y mientras mueve las manos sobre el mismo comenta: “también lo que me pasa es que se me dificulta para corregir porque no puedo salir del video y ver el espesor que están trabajando… no puedo, por ejemplo corregir las manos, ni llegar a ver cómo las están poniendo. Y si una pieza se te deformó o no suena como debería, es porque ubicaste mal las manos o las herramientas y yo, al estar a destiempo en la conexión, no puedo verlo ni corregir en el momento en que se realiza el trabajo”.

“Estoy tratando de encontrarle la vuelta y afianzarme en esto”, comenta Jésu pasándose un mechón de pelo por detrás de su oreja derecha. Y sigue: “trato de acercarme, por lo menos un poco, grabando videos tutoriales y subiéndolos o mandándoselos a los alumnos. Pero después digo: ‘¿para qué sigo haciendo videos?, si mis alumnos no pueden realizar las piezas’… ya me pasó que algunos me han dicho que no tienen los materiales y pueden ver los videos pero no pueden hacerlos. El tema es que mis talleres están directamente orientados a lo práctico. En este sentido la realidad nos supera”.

Ventanas y ventajas virtuales

Leandro Chiussi es el director de la Escuela de Música de San Martín y también profesor de armónica. Lleva trece años dando clases virtuales de dicho instrumento. Descubrió que le gustaba la docencia cuando estaba en la secundaria y de a poco fue descubriendo las ventajas que le daban las clases a distancia.

“Lo que más me gusta de las clases virtuales es la posibilidad de llegar a alumnos que viven en lugares que no hay profesores”, comienza Leandro, “en Argentina he tenido alumnos casi en el medio del campo. Pero también he tenido alumnos argentinos o de habla hispana que están en otros países como en Chile, Uruguay, México, Colombia, Ecuador, Costa Rica, República Dominicana, Panamá, Italia, España, Francia, Inglaterra, Israel y Japón”.  Al hablar de las ventajas que admite la educación a distancia, Leandro comenta que: “en un momento era la posibilidad que tenían, quienes no conseguían profesores, de tomar clases. Luego se fue haciendo una moda por comodidad… ahora se volvió  una necesidad por la cuarentena”.

“Un punto que me parece una ventaja de éste método es el de poder darle clases a cualquier persona, esté donde esté”

Además Leandro admite que es una modalidad de clases que requiere un gran esfuerzo: “es bastante cansadora la clase online porque requiere mucha atención, de parte mía y del alumno. Yo, por ejemplo, hay días que tengo 5 o 6 clases consecutivas y realmente desgasta”. 

Los profesores que recién se están iniciando en esta modalidad van ganando confianza con el método y comienzan a ver el lado positivo del mismo. “Un punto que me parece una ventaja de éste método es el de poder darle clases a cualquier persona, esté donde esté. A mí esto me reestructuró la manera de dar clases y eso esta bueno también”, admite Matías Scholand moviendo los palillos de su batería.  

Y mientras Juan se acomoda al lado de su bajo también reflexiona: “creo que tiene bastantes cosas buenas y que hay que buscarle la vuelta. Por ejemplo, creo que está muy bueno que los alumnos y alumnas puedan grabar las clases, que es algo que les permite analizar detalladamente cada cosa que les voy explicando. Otra cosa es que prestan mucha más atención y eso es favorable porque su enfoque esta puesto en la pantalla, en la imagen de la clase”.

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