Tres mujeres jóvenes son asesinadas. Tres jóvenes, muy jóvenes, son brutalmente asesinadas y descuartizadas. Un triple…
Narrar la memoria: la historia de Mary Luppo y su esposo desaparecido Urbano López
La dictadura secuestró a Urbano López a los 28 años. Embarazada y con una hija de 10 meses, María del Carmen Luppo sobrevivió y tuvo que reconstruir su vida, en base a la ayuda de los compañeros y un coraje interminable.

Fotografía: Evelyn Schonfeld.
Homenajear a las personas que acompañaron en vida a lxs 30.000 desaparecidxs es otra forma de honrar la memoria de las víctimas de la última dictadura cívico militar. María del Carmen Luppo, “Mary” para sus familiares y amigos, pero también para “la Orga”, estuvo cuatro años junto a Urbano López Fernández, oriundo de A Fonsagrada, España, militante de Montoneros, secuestrado el 16 de diciembre de 1976 en su casa de Villa León, Ituzaingó, y fusilado el 31 de diciembre de ese mismo año, en un paredón de La Tablada.
La tarde que secuestraron a su esposo, Mary había salido a hacer unos trámites con su hija Mariana, de apenas once meses, y todavía no sabía que estaba embarazada de Rodolfo, su segundo hijo. “Yo soy un poco mística. Esa mañana vi unos lirios en la puerta de mi casa y pensé ‘esos lirios se los voy a llevar a mi papá’. Hacía mucho que no iba al cementerio. Hice unas compras, y después me vine con Mariana a la casa de mi mamá, en Villa Bosch. Algo me decía ‘no vuelvas, no vuelvas’”, rememora en uno de los tantos audios que intercambiamos para la nota.
Volvieron a su casa a las 5 de la tarde. A Urbano lo habían secuestrado a las 4. Cuando bajó del colectivo los vecinos, que la reconocieron, la frenaron y le contaron que la policía había entrado en su casa. Mary creyó que su esposo había salido, así que trató de avisarle. Recordó que Urbano quería comprar un auto usado en la Rotonda de San Justo, así que se fue para allá. “Tengo que avisarle que no venga, pensé. Pero no lo encontré ni por casualidad. Ahí entré en pánico. Tiene que haber ido a otro lado, pensé. Lo único que pude hacer fue volver a la casa de unos amigos y contarles la situación. Ahí empezó el calvario”.

Fotografía: Evelyn Schonfeld.
La primera noche
La primera noche sin Urbano, fuera de su casa, la pasó en lo de unos amigos en Martín Coronado. “La noche fue muy jorobada, cambió la vida para siempre. Por eso me aferré más todavía a Mariana”, cuenta. Ese aferrarse tuvo que ver con los planteos que le hacía su marido, en caso de que cayeran. Para López estaban “jugados” y no había salida, sólo era cuestión de tiempo. Por eso le repetía a su esposa que si venían de noche, ella tenía que dejar a la nena. “Ella tiene derecho a vivir, me decía. Pero yo en ese momento pensé, de ninguna manera, yo no la dejo. Si nos matan, nos matan a los tres”, rememora Mary.
Al día siguiente empezó un derrotero agotador. Una semana en Ciudad Jardín, un mes en Bella Vista, un año en Villa Bosch -allí nació su segundo hijo, Rodolfo-, seis meses en Podestá, otros seis en Maschwitz, dos años Ramos Mejía, donde por fin consiguió trabajo estable y un poco de tranquilidad. Pero el miedo no se iba. “Éramos Mariana y yo, más un bolso con las cosas mínimas, que era todo lo que tenía encima ‘Qué hacemos, adónde vamos, qué va a ser de nosotras’”. Sin trabajo, sin dinero y sin casa, Mary y su hija sobrevivieron por la solidaridad de las y los compañeros de militancia en el barrio Manzanares.

Fotografía: Evelyn Schonfeld.
En octubre de 1980 se enfermó una tía que cuidaba a su madre, por lo que tuvo que volver a la casa familiar en Villa Bosch. En marzo fallece su madre y Mary se instala allí definitivamente. El miedo todavía estaba presente. No volvió a pisar la casa de Villa León. Perdieron la propiedad. Al mes del secuestro, logró que una prima volviera a la casa, sólo para corroborar que los policías se habían llevado todo, incluyendo el mimeógrafo con el que imprimían Evita Montonera:-Mary y Urbano integraban el equipo de Prensa de la zona oeste. “Destrozaron todo lo que no se llevaron”, precisa. El terror venía acompañado por la maldad, la desidia, y todas las formas posibles de causar daño.
Teléfono de control
Tras el secuestro de Urbano, Mary empezó a llamar en forma reiterada al teléfono de control de Montoneros. Después de insistir durante casi un mes, le dieron una cita. Tenía que ir a un lugar, bajar del auto y caminar hasta que alguien la contactara. Al rato se le acercó un muchacho. Mary le vio cara conocida pero no pudo precisar quién era. Le preguntó porqué habían demorado tanto en responderle, si su vida estaba en peligro. La respuesta la dejó pasmada. “Me dijo que no habían contestado porque Urbano había sido un traidor, que había cantado a un compañero de la conducción nacional”. Ese compañero no era ni más ni menos que Carlos Hobert, uno de los fundadores de Montoneros, a quien López había conocido en Villa Bosch.
Para la Orga, como López era el único que conocía el domicilio de “Pingulis” Hobert, estaba claro que lo había “vendido”. A Mary no le cierra la idea. “Urbano conocía la casa de todos los ex compañeros de militancia común en el barrio. Si a vos te torturan para sacarte información, ¿sólo vas a decir una sola dirección y justo esa es la más importante? Ese razonamiento es muy extraño”, reflexiona.
Nunca supo cómo fue que su esposo cayó, ni quién lo delató. El encuentro con ese rostro conocido fue el último contacto que tuvo con alguien de la organización. Nadie de la conducción volvió a comunicarse con ella. Jamás nadie la contactó para preguntarle cómo estaba o si necesitaba algo. Nada. “solamente tuve contacto con los viejos amigos de la fracción de Villa Bosch, que era militancia de base”, cuenta. A ellos los define como “familia”.
Memoria: Urbano

“Como buen gallego Urbano era una figura muy dura, de muy buenos sentimientos, de ideales muy firmes, pero muy poco expresivo. Muy duro, Urbano era muy duro, muy buena persona, pero de posturas rígidas y muy poco contemplativo con las debilidades de los demás”, rememora Mary en un audio extenso que trasuda una atmósfera densa. Oyéndola hablar uno puede imaginar la convicción y la determinación de ese gallego que dejó la vida por una sociedad más justa.
Nacido en 1948 en A Fonsagrada, Urbano llegó a la Argentina cuando tenía 2 años, en compañía de su madre. Se radicaron en Villa Bosch, donde también vivía la familia de Mary. Se conocieron en 1969, en un grupo de la parroquia de Nuestra Señora del Carmen.
Empezaron a salir en 1971. Ella estudiaba arquitectura, él estudiaba para Asistente Social. Se casaron en 1974, y se mudaron a una habitación en la parte de arriba de la casa de los padres de Mary. Tuvieron que irse de ahí porque cayeron compañeros que la conocían. Con el nacimiento de Mariana, en enero del 76, empezaron a buscar un lugar más definitivo, que fue la casa de Villa León, donde 11 meses después secuestrarían a Urbano.
Para Mary la adolescencia fue un período muy conflictivo, con muchos problemas para relacionarse con sus compañeros del colegio. El ingreso a la facultad le abrió un mundo nuevo, mucho más alentador. Y la militancia le dio una estructura, un sentido de pertenencia y la certeza de quién era ella. “La militancia fue mi gran salida, fue poder medirme y saber de qué podía ser capaz”, reflexiona.
Urbano jugó un papel fundamental en todo este proceso. “Yo siempre digo que le debo lo que soy, porque aprendí muchísimo al lado de él, aprendimos juntos en muchos campos. Pero su firmeza me dio más seguridad y creo que emprendimos este futuro bastante duro e incierto a partir de esos principios que él tenía, que me los fue trasmitiendo y yo los fui aceptando. Duro pero firme, de una integridad moral increíble. Lo llevo hasta la muerte” afirma con una serenidad y un aplomo que sorprenden.
Verdad: Los hijos

Fotografía: Evelyn Schonfeld.
Le pregunto cuándo aceptó en su fuero íntimo la muerte de Urbano. “Desde un primer momento. La situación era candente. Caía gente como moscas todos los días. Le podría haber tocado a cualquiera. Yo creo que me tocó vivir para que Rodolfo naciera”, responde Mary, que desde 2009 integra la Comisión de Desaparecidos de Tres de Febrero.
¿Cómo abordó el tema con sus hijos? “Los chicos lo supieron siempre, se los dije siempre” afirma con seguridad. Su hija Mariana le contaba a sus compañeros que tenía un papá desaparecido, pero no le creían. Le decían que eso no existía. “Mariana venía llorando y me decía ‘mamá, ¿no es cierto que papa nos quería, que papa no nos abandonó?’”.
Alguna huella quedó en sus hijos. Hoy Rodolfo es médico de la ONG Médicos del Mundo. “Rodolfo heredó la convicción de su padre, aunque es un poco más tierno”. Por su parte, Mariana libra otra batalla. Su hija Lisa nació con el síndrome de Dravet y es autista. Desde su cuenta de Instagram @lasgafasdelisa Mariana lucha por un mundo más inclusivo y tolerante.
Justicia: Recuperar la historia

Fotografía: Evelyn Schonfeld.
En junio de 2011 el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó los restos de Urbano López, quien había sido enterrado como NN en el Cementerio Gral. Villegas de Isidro Casanova. “Fue un momento de mucha paz, porque recuperamos la historia. Nos permitió reconstruir cómo había sido todo. Nos trajo un poco más de luz”.
La reconstrucción del EAAF les permitió trazar una trayectoria posible de los últimos días de Urbano. De acuerdo a los datos que maneja Mary, después de ser secuestrado, su marido fue llevado a la comisaría de Villa Insuperable apodada “El Sheraton”, dentro del circuito del CCD “El Vesubio”. Estuvo preso unos 16 o 17 días, hasta que el 31 de diciembre fue llevado junto a otras cuatro personas a La Tablada. La policía habló de un supuesto enfrentamiento, pero lo cierto es que los fusilaron frente a un paredón.
Para Mary, pertenecer a la Comisión de Desaparecidos le permitió reencontrarse con su historia y comprenderla, a partir de escuchar otras. Pudo analizar procesos y motivaciones. “Fue bastante tranquilizador”, sostiene. Desde ese espacio, precisamente, impulsaron la inauguración, en el cementerio de Tres de Febrero, de un espacio dedicado a los desaparecidos. Es una pérgola muy abierta donde figuran los nombres de los casi 300 desaparecidos que hubo en el partido, y de los cuatro cuyos restos fueron encontrados, entre los que figura Urbano.
Hoy se cumplen 45 años de la dictadura cívico militar. Comprender el pasado, ayuda a construir el futuro. Y en esa construcción, la lucha por memoria, verdad y justicia, son esenciales. En uno de sus últimos audios, Mary deja una reflexión final: “Me parece importante reivindicar la militancia como forma de vida, como lo fue para nosotros en los años 70, y como es hoy, desde el lugar en el que estamos, con las reivindicaciones actuales, como la lucha contra pobreza o la desigualdad. Espero seguir haciendo lo mismo mientras tenga vida y lucidez para poder hacerlo”.
