skip to Main Content

Pamela Ferreyra: el proceso creativo, la obra y la comunidad

Artista visual, gestora cultural y coordinadora del “Museo Casa Carnacini” ubicado en San Martín, Pamela Ferreyra dice que dibuja casi “desde siempre”. También cuenta que en otra vida debe haber sido una mula, porque vive cargando bolsas con diversos materiales a donde quiera que vaya, “Llevo todo, y lo que no me puede faltar es un cuaderno de hojas lisas, porque es una bajada de lo que pasa por mi cabeza”.

Pamela cursó sus estudios secundarios en un colegio comercial y, en medio de ese mundo contable, la materia que más le dejó en claro lo que quería hacer fue la que dictaba la profesora de arte. “Me gustaba mucho como daba la clase, eso fue lo primero que me incentivó. Después empecé a hablar con la profesora y me contó qué había estudiado y dónde. Y fue ahí, a los 15 años, que me di cuenta que quería estudiar arte”.

La búsqueda artística

La artista ingresó por primera vez a la Escuela de Artes Visuales Antonio Berni a los 18 años, pero sólo para entregar unos trabajos de fin de año de su mamá, que estaba estudiando arte a distancia. Luego, aunque estuvo estudiando algunos años en la Berni, Pamela comenta que, por cuestiones laborales y emocionales, su relación con la escuela de artes fue intermitente.

Aún así, fue durante esos años de estudio que conoció a los compañeros y las compañeras con quienes más adelante crearía los grupos de arte “Planta alta” y “Pensión completa”: “Haber conocido a este grupo de personas, con quienes hoy somos familia, fue un alivio”, confiesa.

Pamela y sus amigos cursaban de lunes a viernes, pero su arte no se tomaba los fines de semana, ya que el grupo se juntaba para ir a talleres de arte, cenar o simplemente dibujar en la casa de alguno: “Estábamos las 24 horas pensando en eso. Muchas veces se cree que el arte es placentero: nos sentamos a pintar, la flasheamos y ya está, pero la verdad es que cuesta mucho”, afirma Pamela y sigue: “Hay todo un proceso creativo que tiene que ver con los conflictos internos de cada uno, hay que procesar las emociones. Y, además, hay que buscar la materialidad, el recurso. Toda una búsqueda de la imagen personal”, concluye.

Esa búsqueda llevó a la artista a la pintura mural, el esténcil y el aerosol. Pamela solía trabajar en espacios públicos amplios y diversos. Hace cinco años fue madre de gemelos y su trabajo pasó a concentrarse en obras más pequeñas, “Con la maternidad empecé a trabajar en papel. Encontré un aliado en este nuevo formato -el A3- que tuvo que ver con una necesidad frente a una limitación de espacio y de tiempo”, explica.

En la obra de Pamela Ferreyra podemos observar colores y texturas. En el taller que tiene dentro de su casa, la artista tiene tres muebles repletos de hojas con obras sin terminar, cajas y frascos con incontables papeles de colores que fue acumulando con el tiempo. También tintas y marcadores de todos los colores. En otro de los muebles -que renovó durante la cuarentena- tiene las obras terminadas y ya encuadradas.

“Me gusta mucho utilizar materiales diversos, fusionar. Encontré en esa innovación la manera de seguir produciendo. Fue un descubrimiento”, comenta Pamela, mientras nos muestra algunas de sus obras ya terminadas en donde se puede apreciar la figura de una mujer.

Aunque en la obra finalizada podemos apreciar la figura y los materiales, Pamela comenta: “Todo lo empiezo con una mancha simple. La voy trabajando de a poquito, para ir definiendo la imagen, agregando color o distintos tonos de tinta para que me de esa sensación de movimiento”. La artista trabaja en serie, con varias obras al mismo tiempo y todas con materiales de secado rápido porque -según comenta ella misma- es muy ansiosa.

“Me preparo seis hojas y me fijo si quiero empezar con las tintas, el collage, los marcadores o el aerosol. Como trabajo por capas, necesito que cada capa se vaya secando, y eso lleva su tiempo”, detalla Pamela, y se ríe señalando el secador de pelo que tiene en la cocina y utiliza para ir secando los materiales más rápido. “Trabajo con muchas hojas y materiales a la vez. Mancho, seco, meto lápiz, lo dejo, lo retomo después; los dejo a la vista para verlos mientras hago cosas de la casa. Dialogo mucho con la obra, es todo un proceso”, remarca Pamela.

Conocer a la comunidad de San Martín a través del arte

“Yo soy artista, viví y me desarrollé acá en San Martín y quiero poder vender mi obra acá, que me conozcan mis vecinos y vecinas”.

Después de 12 años de trabajar en una oficina como administrativa, Pamela renunció para poder “tirarse a la pileta” y buscar un trabajo más afin con su obra. Como antes de renunciar había hecho un taller de encuadernación y serigrafía, pensó en hacer encuadernaciones hechas de telas estampadas con sus diseños para tener un “objeto vendible”. En este nuevo camino, Pamela se contactó con una amiga artista para elaborar productos en serie con impronta artística.

“Empezamos un proyecto que se llamó “Basalisa”, con el que me conecté con el mundo de los y las emprendedoras a nivel nacional y local. Al tiempo comenzaron a suceder las ferias “Manos de San Martin” y se me ocurrió que podíamos tener dos puestos: uno para vender nuestra obra juntas y otro para nuestra obra individual”, recuerda Pamela y agrega: “Empezar a vender en la feria del barrio obras originales, enmarcadas y en pequeño formato era salir del lugar común”.

El proceso fue mutando y, en 2018, la artista comenzó a hacer ferias en espacios culturales. En estas ferias, se convocaba a diez artistas y cada uno ofrecía obras en pequeños formatos. Era un evento exclusivamente de arte donde la gente estaba invitada a circular. “Era algo que nunca había pasado en San Martin”, afirma Pamela. Además, en el evento había intervenciones y se agregaba un escenario donde los y las artistas se ponían a dibujar en vivo.

“Ahí pasaba algo del encuentro entre la gente y nosotros”, señala Pamela, “Veo que hay cierto prejuicio del mundo de las artes visuales. Esto de ‘yo no sé, no entiendo de ésto’, entonces, al principio, cuesta mucho que la gente vaya al museo. Pero también cuesta que se anime a comprar arte original”.

Para derribar el mito de que quienes compran arte son quienes saben, o los grandes coleccionistas, la artista visual insiste en una nueva mirada: “Una idea que me gusta trabajar es la de los pequeños coleccionistas, la idea de empezar tu pequeña colección personal. Sirve para cualquier persona que se anime a comprar su primera obra original y, sobre todo, está bueno si es de un artista local”.

Además de ser madre y artista, Pamela es coordinadora, junto con su compañera Ana Torreira, del Museo Casa Carnacini donde se ofrecen muestras, visitas guiadas con actividades especiales para cada muestra y talleres gratuitos. En el contexto de la pandemia tuvieron que encontrar la manera de seguir con las diferentes actividades del museo a través de las redes y con el acompañamiento a los vecinos que iban a los talleres.

Muestra en el Museo Casa Carnacini.

Con las últimas aperturas, se decidió comenzar a utilizar el jardín delantero del museo para realizar muestras en él y que los peatones puedan verlas. “Más que nada para que cuando la gente sale a hacer compras pueda encontrarse con otra cosa, con un respiro que refresque”, recalca Pamela. La artista también remarca: “Desde mi experiencia, es muy lindo irrumpir en el espacio público, poder sacar a la gente del lugar común, cuestionarse, para que el arte también sea una herramienta de reflexión”.

Por otro lado, lo que también surgió durante la pandemia fue la “Red de Artistas Visuales y Contemporáneos de San Martín”, para detectar si algún artista local estaba en situación de urgencia. “Nos llegó, por parte de la directora de la Berni, el dato de que muchos alumnos y alumnas estaban muy necesitados y pedían al consejo escolar los bolsones de alimentos”, cuenta Pamela.

Gracias a esto surgió una iniciativa de donación de obra por parte de artistas visuales de San Martín: “Empezamos a ofrecer a la venta determinadas obras y de esa venta se generó un fondo con el que se compraron bolsones de alimento fresco en la cooperativa “El Semillero”. También pudimos armar un kit de materiales para el taller de grabado de adolescentes de la Biblioteca la Carcova. Lo que nos dimos cuenta desde el principio fue que hoy nos tocaba acompañar a los vecinos, desde nuestro lugar, desde lo cultural”, finaliza Pamela.

Back To Top
×Close search
Search