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Salir a la luz
Texto y fotografías por Mariana Paz
Se juntan ocho familiares en un mismo lugar. Hay asado, torta y abrazos. Después, se despiden para volver cada uno a sus lugares de aislamiento.

En la noche, las calles vacías con algunos controles policiales. Barbijos humedecidos por el propio aliento. La torta era probablemente de dulce de leche. El barrio, cualquiera, pero pongámosle que fuera San Martín; y el mate, durante el encuentro, circulando entre todos porque total: ya estamos jugados.


A los noventa días de cuarentena me entero que un amigo y toda su familia están contagiados. Se habían juntado a festejar un cumpleaños. Esto parecería no terminar nunca porque resulta que la enfermedad – como tal – recién empieza.


Historias similares me van llegando de gente cercana, pero también las escucho en las filas que se forman frente a las puertas de los locales de la calle Lamadrid, en Villa Ballester. Se habla de los “covi-contagiados” del barrio, lo mismo que hace pocos meses se hablaba, con temor, de los casos de dengue.

Continua el aislamiento. En mi caso, habré de seguir conviviendo con todas las Marianas que vi salir a la luz en esta cuarentena. También cuidaré de los insectos que aparecen, estén vivos o estén muertos. Y visitaré de cuando en cuando a alguno de los personajes de las ficciones de mi biblioteca. Hoy disfruto mirar la telaraña que crece entre las hojas del potus que tengo sobre el escritorio. Ayer pintaba frenéticamente toda la casa. Y en un principio de la pandemia hablaba con mi cuerpo cada vez que me lo encontraba en algún reflejo.

Intriga por saber lo que viene, pero con serias dificultades para pensar el presente en el mismo momento en el que lo estoy viviendo, y lo más complicado es que pregunto y pregunto, pero nadie tiene respuestas.


Este ensayo forma parte de la sección de Foto Reportajes: «Donde los pies pisan».
Mariana Soledad Paz tiene 31 años. Nació en Almagro y en el 2001 se mudó a Chilavert. Estudió idiomas y algunas carreras que empezó sabiendo que nunca terminaría. Entre ellas, hubo alguna relacionada con la fotografía. Le gusta viajar, el zumbido de las abejas y la idea de perderse en la selva. Las fotos son un registro de lo cotidiano. El hogar son los afectos. Y lo que más extraña del mundo pre-pandemia es andar en bondi por Buenos Aires.