Un guerrero del ascenso
por Tomás Manrique y Pablo G. Grande
Wilson Del Valle Severino se retiró del futbol siendo el máximo artillero histórico de Atlas, equipo que compite en la primera C. Vive en Boulogne, también jugó al futbol en los potreros de los barrios por plata y trabaja en el ferrocarril Belgrano desde que tiene 21 años. Zorzal Diario entrevistó al hombre que volvió del retiro para calzarse una vez más la camiseta de Atlas y cumplir su sueño de despedirse ante River, el equipo de sus amores, en la Copa Argentina. Hoy juega en la categoría Sénior del club de Núñez, en donde conoció a Ariel Ortega, su ídolo y del que se hizo amigo. Aquí cuenta su camino y el respeto que le merecen todos los jugadores del ascenso, por el esfuerzo que realizan día a día para seguir entrando a una cancha a jugar al futbol.
Hace cinco años que Wilson trabaja en el predio deportivo del ferrocarril, luego de años en los que caminó las vías y realizó todo tipo de labores ferroviarias: “Me crie en el ferrocarril, ahora como ves, estoy en la canchita. Acá organizamos el deporte de mis compañeros: los guardas, los boleteros, los maquinistas, los de limpieza, todos”, explica el hombre de 43 años con una sonrisa en el rostro: “Relacionar el ferrocarril, que fue lo que llevó el plato de comida a mi casa, a mis hijos, con una canchita de fútbol, que es mi vida… como que me siento realizado como persona”.

Hijo de madre salteña y padre brasileño, Severino nació en la ciudad de Córdoba en 1980, años más tarde Wilson se radicó en el Gran Buenos Aires. Es el jugador con más partidos disputados en Atlas (258) y goleador histórico con 109 goles: “Yo me retiré a los 36 y siempre jugué en el ascenso. No vas a ganar millones, no te van a llamar del PSG, de River o Independiente. Pero seguí jugando por lo que siempre digo: es fútbol. No es una categoría o salvar a todo el árbol genealógico de mi familia, es jugar el fútbol. Es más, uno nunca se retira. Estoy feliz porque acá en mi trabajo estoy al lado de una cancha. Forma parte de mi vida el fútbol”.
Wilson cuenta que cuando se lesiona sufre “porque no puedo estar dentro de una cancha, no por el dolor que me causa la lesión. Lo primero que pienso cada vez que me golpeo es: ‘Uy, ¿cuántos días voy a estar sin jugar?’, siempre fue así. Soy jugador de fútbol, no concibo mi vida sin poder jugar a la pelota. Es más, me pongo triste cuando digo: ¿cómo voy a jugar a la pelota cuando tenga sesenta? Son mis preocupaciones. No me preocupa si voy a pagar el alquiler. Por ahí vienen unos viejos a jugar y les pregunto: ¿qué comés o qué haces? Porque yo quiero jugar, tampoco puedo pretender que seamos perfectos, pero sí aprendería a decir que no a algunas cosas”, comenta entre risas.
Ultimo partido
“Nadie se había enterado que yo había dejado de jugar… tenía que infiltrarme, entrenaba los lunes y los martes, me ponían una B12 los miércoles, porque tenía que hacer fútbol a la tarde y el jueves, y demostrar que el sábado estaba para jugar y ponerme una inyección el sábado para el partido. Mis rodillas no daban más, ¿entendés? Y después de eso igual seguía laburando en el ferrocarril, con los zapatos, esos con punta de acero, caminando arriba de las vías, Era un re sacrificio y ya mis rodillas no querían más. Y la inyección ya no me hacía efecto”.

Después de un año de inactividad, en 2017 volvió para ponerse la de Atlas y participar del partido de treintaidosavos de final de la Copa Argentina contra River. La noche fue mágica y soñada. Pudo jugar los últimos 5 minutos del partido. La emoción lo desbordó, abrazó a su entrenador y ni bien entró fue directo a abrazar a Leonardo Ponzio, el capitán de River, que estaba en el centro del terreno. Asi, Wilson Severino cumplió el sueño de retirarse contra el club del cual es hincha. Después de eso, fue invitado a ser parte del equipo sénior de River.
“Ser buena gente siempre, en la buenas y en las malas, siempre te va a llevar a buen puerto o siempre te va a abrir un montón de puertas buenas”, afirma el trabajador ferroviario: “Siempre me manejé de la misma manera y pienso seguir manejándome así siempre: al lado del fútbol. Siempre acompañado con una pelota entre los pies logré grandes satisfacciones en mi vida”.
Para que se entienda lo que se vive en el fútbol del ascenso, el jugador del equipo Sénior de River precisa: “En el vestuario del ascenso está el jugador que no llega a pagar el alquiler, el que le falta para el viático, para el colectivo y el que pideprestada una tarjeta para sacar un par de botines”.
El jugador del ascenso
Wilson respeta mucho al jugador de las categorías de ascenso. Considera de gran valor el sacrificio que hace este jugador por seguir jugando al futbol. Porque ya no va a llegar donde todo el que no juega el fútbol piensa que va a llegar: “Todos tenemos un vecino, un amigo, o amigo de un amigo, que juega en algún equipo del ascenso. Capaz que no lo frenamos ni le pedimos una foto, ni un autógrafo, ni le preguntamos cómo salió. Capaz que lo vemos pasar con un bolsito nada más. En cambio, si te cruzas con un jugador de primera: corres, le gritas y capaz que ni siquiera es del club que sos hincha”.
Para el ex delantero de Atlas el jugador del ascenso “se acomoda los horarios de trabajo, corta camino para ver cómo va a llegar más rápido al entrenamiento. Va exprimir esos últimos cien pesos para sacar un ida y vuelta. Va a esperar la promoción de la tarjeta de crédito para comprarse los botines lo más parecido a los originales que pueda y si tiene que hacer una hora extra más en su trabajo, la va a hacer. Si tiene que mirar para otro lado y que se enoje la novia o la señora porque se compró un par de botines, lo va a hacer, por el hecho de jugar. Yo siempre trabajé en el ferrocarril cuando mis compañeros cumplían años les regalaba botines. Ese era mi orgullo: sorprenderlo con un par de botines”.
A partir de su participación en el ciclo “Atlas, la otra pasión”, transmitido en 2006 por Fox, Severino se transformó en el símbolo de aquellos que, desde un lugar desfavorable, como son las categorías del ascenso, buscan hacerse un lugar en el mundo del fútbol. En noviembre de 2017 se presentó el libro “Detrás de la pelota”, escrito por el periodista Miguel Ángel Giordano, donde se relatan aspectos de su vida personal y futbolística

“¿Escuchaste el ruido del tren?”, dice de pronto mientras a lo lejos se escucha el ruido de una locomotora que avanza. “Es mi pasión y acá tengo el fútbol, que es como un órgano: no me puede faltar. ¿Me entendés? Hoy jugamos a las ocho, a las nueve y a las diez de la noche. Y mira la hora que es y ya estoy acá”. Miro el reloj y son las seis menos cinco de la tarde

