skip to Main Content

“Por la música hice un montón de sacrificios”

Ariel Cristófano, líder de la banda L’Aldea del Rock, es una muestra de perseverancia y entusiasmo. Hace veintidós años lleva adelante el proyecto musical que salió de una esquina de barrio, en San Martín y logró llegar con su música a decenas de países con algunos de sus hits como “Samparock”. También conquistó a la gente de Chacarita, haciendo una versión del himno del club que regaló a los hinchas y pudo compartir en el entretiempo de un partido ante más de veinte mil fanáticos. El próximo viernes 16 de junio llegan por primera vez al Club de la Música, para presentar los temas de su nuevo disco “Escuchá Pancho”, y volver a tocar en San Martín después de mucho tiempo. Zorzal Diario dialogó con el artista que dejó entrever su historia, el barrio, sus sueños con la música y su inagotable energía para dedicarse a componer canciones.

Su figura alta y delgada aparece en el marco de la puerta que da al patio del Club, viene acompañado por Marina, “la Ena”, su compañera de hace años, que lo ayuda con la producción de la banda. Los tatuajes abundan en sus brazos como en un jeroglífico con decenas de pequeñas figuras, también asoman por su cuello donde se distingue una lengua stone en el centro de su garganta: “Los Rolling son mi vida”, suelta mientras sonríe presentando su identidad.

Su vínculo con la música arrancó desde muy chiquito. A los cinco años su mamá lo llevaba a bombo y zapateo: “Fui durante varios años y me sirvió mucho en los compases y en los contratiempos. Cuando empecé a cantar tenía ese ritmo para caer justo en la nota, me marcó un montón y me ayudó. Después me compraron una guitarra criolla, en una fábrica de luthier en Villa Lynch”.

Ary nació, se crio y nunca se fue de San Martín. Los primeros pasos en la música los dio “acá en la esquina. Armé mi primera banda a los trece, después otra a los quince, que todavía hacíamos covers, aunque ya escribía, tocaba la guitarra y cantaba. Y a los dieciocho ya armé L’Aldea, en el 2001, era un momento difícil, con un gobierno complicado. Al principio la banda éramos todos amigos del barrio, vecinos, conocidos que nos encontrábamos en los recitales de las bandas que nos gustaban: Callejeros Viejas Locas, Los Ratones, después Intoxicados. Por eso le pusimos así porque sentíamos que vivíamos en una Aldea, eso éramos”.

Esa formación del principio duró hasta el 2004, que pasó lo de Cromañón: “Ahí perdimos muchos conocidos, familiares de músicos, amigos. Eso fue duro, a parte, a partir de ahí, no se podía tocar mucho, nos metíamos en cada lugar”, dice con un dejo de asombro ante los riesgos que se corrían para poder tocar.

Ahí, según Cristófano, vino una etapa de mucho cambio en L’Aldea: “Cada vez que se iba alguno era como que me cortaban un dedo, era muy difícil en ese momento para mí, yo seguía tocando, pero era muy trágico: ‘te fuiste de la banda, listo, no nos vemos más’. No hay nada más importante para mí, pero no todos lo entienden o sienten lo mismo, o tenían otras prioridades, formaban familia o sus caminos iban por otro lado. Además, al ser artistas del under, no te ingresa dinero para vivir”.

En los últimos discos que la banda grabó, durante esta última etapa desde 2016, suena otra calidad. Ary comenta que entendió que podía armar la banda de otra manera: “Ahora estamos hace siete años, son cesionistas, y están siempre, son super humildes y es impresionante lo que tocan, son muy buenos músicos. Quedás enamorado del arte que tienen, lo que generan con un acorde, una melodía. Es un grupo humano muy bueno, siempre me aconsejan bien, son muy profesionales”.  

L’Aldea está integrada por: Damián Bustamante en bajo, Gabriel Wrigh con los teclados y coros, Lucas Polimeni toca la batería, Juan Deciani en guitarra, Dany Páez en armonica y Arcángel Sax en saxo. Aunque a lo largo de más de veinte años de trayectoria pasaron más de cuarenta músicos: “De toda la gente que paso por la banda, yo saco lo mejor. Hubo mucho sacrificio. Siempre hay gente que se va y vuelve, vienen a tocar a los shows, es muy lindo. Es como un agradecimiento, invito a todos”, se sincera Ary.

La droga es hacer música

“Estoy haciendo canciones y sacando discos todo el tiempo. Para mí, lo que hago es adictivo, no lo puedo dejar. La música me hace bien y por momentos también me hace mal, tenés que pasar por un montón de cosas feas, de oscuridad. También es luz. Hay muchos obstáculos y adversidades por las que tenés que pasar, no es fácil cuando no tenés ningún padrino, ni sos hijo de, cuando venís de familia laburante, cuando sos pibe de barrio, es más complejo”, reflexiona Ary sobre lo que enfrenta día a día con la tarea que realiza.

El primer disco de L’Aldea se editó en el 2007, después de varios demos, luego vinieron dos discos más. De esa primera etapa Ary explica “que eran una banda barrial, sin mucho estudio. Talento siempre tuvo, por eso siguió, pero no teníamos las herramientas necesarias, pero siempre dando lo mejor”.

Su abuelo era veterano de guerra y llegó a la Argentina en un barco ‘48 y su padre obrero, toda la vida operario de fábrica, muy humilde. Su mamá también tuvo una vida muy compleja, ya que perdió su la familia pequeña y tuvo que arreglárselas como pudo: “A mí me dieron todo, tuve una infancia re feliz”, cuenta el cantante.

Las composiciones surgen de lo que al musico le pasa, lo que ve, lo que siente: “Lo que tengo adentro, en primera o en tercera persona, o de personas cercanas, trato de ser bastante claro y frontal, no le doy tanta vuelta, soy directo, cosas que se entiendan, que los pibes que veo todos los días las puedan entender”.

Los trabajos y las noches

El artista local afirma que siempre trabajó en otros lugares al mismo tiempo que desarrollaba su actividad con la música: “A los diecisiete arranqué en una estación de servicio. Era difícil cumplir el horario porque llegaba muy tarde de tocar y después me equivocaba de mangueras, tenía que poner nafta y ponía gas oíl. Ahí conocí a Luis Alfa, el cantante de Resistencia Suburbana, venía siempre y nos hicimos amigos, grabamos un tema, y como tenía muy parecido el tono que Pity, cuando él no podía salir de donde estaba atrapado, me llevaban a mí a cantar “Rastone”, por todos lados. A los veinte canté en Obras me acuerdo, una locura.

Mientras recuerda, sus días de juventud al cantante se le llenan los ojos de brillo y su voz tiene un matiz de nostalgia y orgullo por las cosas que le tocaron vivir: “Con Viejas Locas tuve la suerte de tener una amistad, con Cristian, de ir a la casa en el barrio Samoré, tocar con ellos, compartir escenario, intercambiar ropa… y todo lo que aprendí. Tengo también un matiz vocal parecido, canto en sol, vengo por esa rama de: pibe de barrio, canciones que la gente entienda fácil, directas, metáforas simples. Hice mi camino. Para mí es todo la banda, me levanto y me acuesto pensando en eso. Me mantiene joven. A pesar de que muchas veces tenés todo en contra, nunca voy a dejar la música”.

Cada pregunta es una escalera a un árbol por el cual Ary trepa y sube por las ramas de sus historias, que se entrecruzan, y van construyendo el follaje de estos años de carrera dándole su corazón y su tiempo a la música, por la que también hizo muchos sacrificios: “Trabaje en una fábrica de trapos de piso, y después laburé en Peugeot de operario: diez años sin dormir prácticamente. A veces me quedaba tocando y volvía a las cuatro de la mañana, y a las cuatro y media ya sonaba el despertador. Ahora soy mi propio jefe, cuando me echaron en el 2014, tiré un manotazo de ahogado y me puse un Pet Shop, muy humilde, muy de barrio, pero prolijo, acá en Lynch”.

Los hits del fútbol

Cuando en el 2018 la selección argentina corría peligro de quedar afuera del mundial y todo el mundo criticaba a su entrenador, al compositor de San Martín se le ocurrió hacerle una canción sin saber que ese sería el inicio de un camino que llevaría componer muchas más canciones a referentes nacionales del futbol y el deporte, incluido Maradona: “Me pasaron cosas muy lindas con las canciones. Planeé hacerle un tema a Sampaoli cuando lo estaban matando todos, antes del mundial de Rusia, porque me molesta cuando te tienen en el piso y te pegan todos. Lo grabé, lo empecé a mandar a mis contactos y no sé cómo, pero le llegó y le encantó. Me llamo el prensa de él y me lo dijo”.

A los cinco minutos se prendió fuego todo: “Me empezaron a llamar de todos lados y el tema empezó a sonar en las radios y la tele. Estuvimos cuarenta y cinco días haciendo entrevistas. Llego a 67 países, ese fue el boom para mí, todos los diarios de acá y de un montón de países, algunos que ni conocía. Ahí empezó el asunto de hacer temas para el deporte, para diferentes programas, como un trabajo. Me consagré como artista profesional, empecé a hacer todo lo que implica el trabajo: hacerme socio de SADAIC, tener una editorial para cobrar los derechos. También tuvimos cuatro ternas en los Gardel en el 2021, 22 y 23. Después esta lo que hago para Racing y Chacarita. Eso si es todo de corazón, porque lo siento, de toda la vida”.

A Chacarita el autor le regaló una nueva versión del himno: “Después de más de setenta años lo grabé con un aire fresco, renovador, formato rock and roll vieja escuela. Me recibieron muy bien y canté en el entretiempo para veinte mil personas, la gente de Chaca conmigo un amor”.

Cristófano les compuso temas a diferentes personajes del mundo del deporte, desde Riquelme hasta Gallardo, pasando por Del Potro, Maradona, Scola, Licha López, Pillud, Coudet y Falcioni.

¿Cuánto vale ser la banda nueva?

El rock ahora está en otro momento que cuando Ary Cristofano era chico y escuchaba rock and roll todo el tiempo: “Ahora los pibes escuchan Trap, Reguetón, Rap. Viví el cambio: en el 2004 llenábamos cemento, después de lo de Cromañón estuve nueve años tocando para veinte personas. Antes no había redes sociales y llevábamos tres o cuatro micros con bombos y banderas, no conocía a ninguno. Ahora con las redes conoces a todos, me escriben los pibes que vienen como el otro día que tocamos en Éter, agotamos localidades. Hacia siete años que no nos pasaba”.

El presente encuentra a L’Aldea grabando un EP nuevo de cuatro temas, que se llama “Escuchá Pancho”, del que ya salió el primer corte: “Sabemos el secreto”: “En el arte de tapa va a estar Pancho Villa, para que no sea tan fuerte el golpe, pero el mensaje es picante, tiene que ver con todo el under de ahora, en lo que se convirtió. Antes todos nos hacíamos el aguante, tocábamos diez bandas y nos quedábamos todos, ahora cada uno toca para su público. No hace el aguante nadie”.

También cuenta que esta grabando “Eudemonología II”, que según el diccionario de la RAE es “el estado de satisfacción debido a la situación de uno mismo en la vida”. Ary explica: “Es un disco conceptual, hace mucho que no se graba un disco así, conceptual. Va a salir en vinilo y en CD junto con la reedición del primero”.

Muchas veces la música, el mundo de la noche, lleva a tener una relación de cercanía con el consumo de algunas sustancias que traen problemas, sobre todo en San Martín: un lugar donde los narcos están instalados y todo eso está al alcance de la mano. Al respecto Ary reflexiona: “El consumo es oscuridad cien por ciento. Eso es lo que le puedo decir a los pibes, eso no lleva a nada, no te deja avanzar, te paraliza, te encierra, te desestructura todo mentalmente. Te saca de la esencia, del amor, de los sentimientos, perdés todo, no sirve”.

Back To Top
×Close search
Search